23 de diciembre de 2021

NAVIDAD, PERO CON JESÚS

Pastor Martín Ocaña
A primera vista parece fácil escribir una reflexión sobre la navidad. La verdad es que no lo es. Aunque tenemos suficiente base bíblica neotestamentaria sobre el nacimiento de Jesús (evangelios de Lucas y Mateo, alguna cita de Pablo e, incluso, el Apocalipsis de Juan) como para emprender tal cometido, lo difícil viene por el lado del contexto cultural que condiciona mucho la comprensión del hecho único e irrepetible como fue la venida de Jesús a este mundo. La verdad es que hay tanta deformación respecto al nacimiento de Jesús que éste ha sido opacado casi por completo. Jesús está “presente” pero falseado. Y ese “Jesús” no se parece en nada al de los evangelios.

Los comerciantes venden “nacimientos” con todo tipo de personajes, junto con todo aquello que les puede dar grandes ganancias. La navidad es una fiesta -así se dice- pero sobre todo para los que quieren hacerse un dinero extra abusando de un acontecimiento que en realidad está en las antípodas de lo que ellos piensan. Lo cierto es que la navidad se ha transformado hace mucho tiempo -demasiado tiempo realmente- en casi cualquier cosa y en gran ocasión para reunirse con la familia, los amigos, etc., donde se puede pasar un tiempo “maravilloso” y de “felicidad” pero sin Aquel que ha dado origen a tanta festividad. 

¿Es que alguien a las 12 eleva una oración de gratitud a Dios por haber enviado a su Hijo Jesús a salvar al mundo de sus pecados? [Pecado: dícese de la palabra prohibida de utilizar en el siglo XXI, sobre todo en la navidad] ¿Usted imagina un hogar -cualquiera, el del vecino o del familiar, por ejemplo- donde pasado el saludo conocido, alguien en vez de un brindis propone agradecer a Jesús por su presencia redentora en el mundo? ¿Conoce usted a tal persona o tal hogar? Si es que lo conoce le aseguro que debe ser un cristiano practicante (como deberían serlo todos) y que tiene la convicción de que más allá de los festejos característicos hay algo que no se puede ni debe olvidar.

Para los cristianos es imposible pensar en una navidad sin Jesús, es decir, sin el niño (o bebé) que nació en Belén con un propósito determinado por Dios (y que estaba anticipado por los profetas del Antiguo Testamento). Estrella, sabios, pastores, ángeles, cánticos y, por supuesto, “la familia sagrada” (José y María más el pesebre vacío esperando al Salvador) no pueden faltar en la navidad pues son componentes de ella. Pero cuidado, hay una forma de entender la navidad que será muy difícil de superar pues ya está instalada en el imaginario colectivo. ¿Y Jesús? “Ah, sí, Jesús. Yo creo en Jesús también. Vamos, no seas aguafiestas. Hablemos de cosas más alegres”.

Pero pese a todas las ideas que hay sobre la navidad es imposible olvidar lo que dice la Biblia. ¿Biblia? Claro, pues de ella sale toda la información que tenemos sobre Jesús. Para resumir ideas: Jesús, según el evangelio de Mateo 1:21 (“Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él SALVARÁ a su pueblo de sus PECADOS”), vino para salvar a su pueblo -que era la humanidad entera- de sus pecados. Sí, pecado. Como se lee. ¿Por qué? Porque la humanidad está en rebeldía contra Dios, quiebra sus mandamientos cada día y se va directo a la perdición eterna. La naturaleza de la humanidad es mala, sucia, corrupta, pecaminosa. Por eso hace lo que hace y sus frutos malos los vemos cada día. Esa es la visión del ser humano según la Biblia.

¿Para qué nació Jesús sino para renovarlo todo conforme al plan redentor de Dios? Porque no nació precisamente para fundar un sistema religioso o para que las personas tengamos un motivo más para alegrarnos cada fin de año. Jesús, además, no nació para ser recordado como “bebé” puesto en un pesebre. Jesús es Dios encarnado en la historia, en nuestra historia, “Emanuel” (“Dios con nosotros”). Dato curioso: de los cuatro evangelios sólo dos nos dan ciertos detalles sobre el nacimiento de Jesús. Pero, todos los evangelios, los cuatro, eso sí, nos dan datos minuciosos sobre lo que fue la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Y es que para el Nuevo Testamento lo central es esto último: Jesús crucificado y resucitado. ¡Jesús vencedor de la muerte! 

En buena medida, desde un punto de vista neotestamentario, para los cristianos debería ser mucho más central la “semana santa” que la “navidad”. Pero ya sabemos, también la semana santa ha sido transformada en ocasión para viajes de placer y turismo. En conclusión: los acontecimientos importantes en torno a Jesús han sido transformados de manera conveniente por este “mundo” (la cultura, las personas sin Dios) para hacer de Jesús cualquier cosa. Y es que Jesús, el verdadero Jesús, el hijo de Dios, tiene poco sentido incluso para aquellos que en la sociedad se identifican como “cristianos”. (“Cristianos culturales” les llaman algunos eufemísticamente).

Que los cristianos que confesamos nuestra fe en el nacido-crucificado-resucitado demos testimonio de que Jesús no es sólo una imagen, una idea, un símbolo, una figura o una metáfora de algo que muchos ni siquiera han entendido bien. Por lo mismo, Jesús no puede ser reducido o eclipsado según el antojo de los intérpretes modernos (muchos de los cuales ni siquiera han leído los evangelios). Jesús, es el hijo de Dios que vino a traer vida nueva a todos los que depositan su fe en él y viven para él. Y viviendo para él se someten de manera voluntaria a su gobierno, a su Reino que abarcándolo todo es vida plena y esperanza gloriosa. 

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