¡He hallado el Libro de la Ley en la casa de Jehová! (2 Reyes 22:8)
En la iglesia donde soy pastor tenemos hace años la costumbre de estudiarla consultando los idiomas originales y ayudándonos de diversas traducciones y comentarios, para así entender mejor lo que Dios realmente dijo a su pueblo. Creemos que la obediencia a Dios y su Palabra hace cambios que nada ni nadie podría hacerlo. Y es que la Biblia es el libro de Dios con un poder (dúnamis, Romanos 1:16) que lo puede transformar todo.
La historia personal de los cristianos es, en algún sentido, la historia de cómo la Biblia, la Palabra de Dios ha actuado, de cómo ha tenido un efecto en sus vidas. Quienes se dejan moldear por el mensaje de ella encuentran la firmeza y la vida. Quienes deciden desoírla -por más que tengan un ejemplar de ella en casa- su vida irá al fracaso y la perdición (Salmo 1).
La historia del rey Josías ilustra bien lo que significa tener un encuentro con el libro de Dios (y con Dios mismo hablando por medio de él). Josías venía de una familia que había gobernado en Jerusalén (reino del sur), aunque su influencia se sentirá hasta en el reino del norte (Samaria). Él llegó al trono como resultado de una revuelta popular (2 Rey 21:24), y prontamente se distanció de Manasés y de Amón, quienes casi por seis décadas (21:1, 19) habían llenado la nación de ídolos, además de derramar mucha sangre de personas inocentes.
Una rápida mirada a 23:4, 10 y 13 nos indican que el culto al Dios verdadero había desaparecido y que, más bien, el panteón pagano había copado la nación. Moloc, Astoret, Quemos, Milcom, Baal, Asera y “todo el ejército de los cielos”, con sus sacerdotes, sacerdotisas y servidores dominaban la vida religiosa de la nación de Dios. Además, la celebración de la Pascua había sido olvidada en la nación (23:21-23). ¡Y cómo no iba a ser así, si hasta el libro de Dios había sido escondido del pueblo! ¡Pero ese libro fue hallado (22:8)!
Efectivamente, cumpliendo sus tareas el sumo sacerdote Hilcías encontró el libro de Dios (imagino empolvado). El libro de Dios -los rollos de Moisés- había sido escondido, y con ello amordazado, silenciado. Y es que cuando la idolatría y el pecado campean el libro de Dios siempre será un estorbo, una molestia, dado que ella denuncia el pecado de los malvados. Se “cierra” el libro de Dios para abrirle las puertas al panteón pagano que exige sangre en nombre de esas divinidades.
El escritor de este libro resalta del rey Josías que tenía un corazón para Dios: “E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda” (22:2), “No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual” (23:25).
¿Qué significa hacer lo recto ante Jehová? Hacer lo justo teniendo como juez final de sus acciones a Jehová. Lo que hizo Josías en tanto rey, es decir sus decisiones políticas-religiosas, no fue para satisfacer a la clase política de su tiempo o al sacerdocio. Lo que hizo fue a causa de su temor a Dios. Por eso no se desvió del camino que mostraba el libro de Dios. ¿Y será fácil hacer lo correcto en medio de tanta idolatría e injusticias diversas?
En 23:4-20 se narra lo que hizo Josías. En realidad son más que reformas, como dice el título que le pone nuestras biblias. Esto es cirugía social-religiosa de alto riesgo para acabar con la gangrena que estaba matando a la nación. En resumen, arrancó los ídolos (los dioses paganos) que lo llenaban todo y acabó con el sacerdocio y los oficios que sostenían a tales ídolos. ¿Habrá sido fácil erradicar la idolatría de la nación de Dios y enrumbarla al verdadero culto?
Piense un momento lo difícil que es abandonar las idolatrías diversas -las cuales no se limitan a las imágenes- cuando uno se convierte a Dios. ¡Hasta te hacen la guerra! (desde la familia hasta los amigos más cercanos). Pero Josías se había convertido a Dios “de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas”. ¿Es que hay otra manera de convertirse? ¿Habrá una conversión a Dios que tolere y camine junto a la idolatría, las inmoralidades y la injusticia en todas sus formas?
La idolatría fue reemplazada por la memoria del Dios liberador y la celebración de la Pascua (23:21-23). Dios había levantado en Judá a un nuevo libertador como Moisés en Horeb. Y si por Moisés el libro de Dios comenzó a tomar forma histórica, por medio de Josías el libro de Dios se actualizó con tremendos efectos en su persona y en su nación. ¿Tendrá efecto el libro de Dios en la vida de los que le honran y temen hoy? ¿Y cuáles serán esos efectos en lo concreto?
Eso nos lleva a hacer un autoexamen de carácter espiritual. El libro de Dios al cual celebramos hoy debe tener el mismo efecto que tuvo en el rey Josías. Si Dios habla aún hoy por medio de su Palabra, tenemos el deber ineludible de obedecerle en todo orden de cosas, dado que la soberanía de Dios, es decir su Reino, debe llegar a todo lugar y espacio (la familia, el trabajo, el centro de estudios, la sociedad).
Ciertamente necesitamos discernimiento para actuar, pero también necesitamos convertirnos como Josías quien descubrió en el libro de Dios a su verdadero autor (Dios), y se humilló de tal manera que el mismo Dios lo usó para que su pueblo vuelva a él. Para Josías el libro de Dios fue como indicó el salmista: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105). ¿Y para nosotros es lo mismo?
Pastor MARTÍN OCAÑA
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