Por: Martín Ocaña Flores
TEXTO BÍBLICO
“Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.” (Mateo 4:18-22).
CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL
CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL
“y dejando Nazaret, vino y habitó en Capernaum, ciudad marítima” (4:13)
Jesús en el cumplimiento de su misión debía recorrer diversos poblados, ciudades y regiones. Esto significa que tenía que vincularse a sitios específicos en los cuales moraría temporalmente. Esa es la razón por la que tuvo dejar Nazaret y asentarse un poco más al norte, en Capernaum (en la región de Zabulón y Neftalí). Ésta era una ciudad situada a orillas del Lago de Galilea. Como bien indica La Biblia en lenguaje sencillo: “Este pueblo se encuentra a orillas del Lago de Galilea.”
“mar de Galilea” (4:18)
Aunque en el Antiguo Testamento se le conoce como Mar de Cineret (Num 34:11; Jos 12:3; 13:27), en el tiempo de Jesús se le conocía también como Lago de Genesaret (Lc 5:1) o Mar de Tiberías (Jn 6:1, 21). Pero en realidad no era un “mar” de agua salada sino un lago de agua dulce. De todos los evangelios sólo Lucas se refiere a ella como “lago” (5:1, 2; 8:22, 23, 33), los demás lo llaman “mar” (Mt 15:29; Mc 1:16; Jn 6:1). La explicación es sencilla: Mateo, Marcos y Juan -a diferencia del médico y misionero Lucas, un experimentado viajero- no sabían distinguir entre un lago y lo que realmente era el mar. Con todo Dios respetó la forma cómo escribieron los evangelistas y así quedó registrado en los evangelios.
“Arrepentíos porque el Reino de los cielos se ha acercado” (4:17)Como observamos, el mensaje de Jesús es el mismo que predicaba Juan el profeta (3:2). Y aunque a los oídos de las personas sonaba a lo mismo, la diferencia lo hacía quién lo anunciaba. Mientras Juan anunciaba el Reino de los cielos en relación al Mesías que estaba por aparecer, en Jesús ese Reino ya era una realidad. Hay que enfatizar que en ambos anuncios del Reino de Dios se exige el arrepentimiento (metanoeíte). No es posible Reino alguno si no está acompañado del cambio de actitud del pecador.
El Reino de los cielos –o Reino de Dios- se refiere al gobierno de Dios que lo llena todo: las personas, la sociedad y aún el cosmos. Dicho Reino comienza con la llegada del Rey (2:2) y no tiene fin pues es eterno. Es un Reino que tiene su propias normas y justicia (cf. el Sermón del monte, capítulos 5 al 7), y no se ajusta a los reinos de este mundo. Definitivamente es un Reino que rompe los criterios de mucha gente de la época quienes creían que el Mesías instauraría un reinado político en Israel.
PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR
“Venid en pos de mí …” (4:19); “los llamó…” (4:21)
Jesús llama a personas que tenían el oficio de pescadores a que lo sigan. Pero el llamado es en primer lugar a una persona (el Mesías) lo que implica necesariamente una tarea: “y os haré pescadores de hombres” (v. 19). Seguir a Jesús siempre involucra una responsabilidad, una misión. Y es que seguir a Jesús significa ser un discípulo obediente. Jesús con estos llamados está formando lo que posteriormente se conocerá como “la iglesia” (18:17-18).
El evangelio de Juan cuenta la historia de cómo Andrés y Simón llegaron a ser seguidores de Jesús. Ambos habían sido discípulos de Juan el profeta (Jn 1:35, 40-42) quien les indicó que Jesús era el cordero de Dios (Jn 1:36), por lo que entonces decidieron seguirle (Jn 1:37, 40). Andrés será el primero en darse cuenta que habían hallado al Mesías (Jn 1:42). Uniendo el relato juanino con Mt 4:18-20, bien se puede decir que Jesús no es que recién conoció a ambos hermanos en el lago, sino que más bien llamó a quienes ya conocía (y que además habían mostrado interés en él). Por otro lado, es muy probable que Jesús también haya conocido a Jacobo y Juan antes de llamarlos a que lo sigan. No hay que olvidar que -en un poblado tan pequeño como Capernaum- las posibilidades que todos se conocieran eran muy altas.
“pescadores de hombres” (4:19)
Con esta expresión se quiere decir que la tarea o misión que asumirán es buscar a las personas perdidas para que sean parte del Reino de Dios (el cual se grafica mejor en 10:6-7). Y deben usar las habilidades que ya poseen, sólo que aplicando los principios a la labor espiritual. Trabajar en la pesca siempre implica esfuerzo, inteligencia, paciencia y dedicación, además de ser una labor comunitaria. A veces se estará en la propia faena, a veces se estará remendando redes. Pero todos ayudan a lograr la meta trazada.
Los discípulos van a pescar hombres como Jesús lo hizo con ellos. No es que les está obligando a abandonar sus responsabilidades familiares. A los discípulos se les verá en ocasiones residir en sus hogares y retornando a la faena en el mar. “Pescar hombres” es una tarea puntual, aunque puede durar varios días. A veces habrá que ausentarse de la casa para hacer viajes misioneros puntuales (al estilo de las actuales misiones de corto plazo), a veces habrá que recibir instrucción, y a veces habrá sencillamente que apartarse de la gente y descansar como Jesús.
“le siguieron” (4:20 y 4:22)
Dos veces se repite la expresión “le siguieron” y también dos veces se repite la expresión “al instante”. El seguimiento a Jesús es lo que convierte a alguien en un “discípulo”. Eso lo sabían quienes oyeron a Jesús (y quienes posteriormente leyeron este evangelio), dado que el término “siguieron” era una expresión rabínica que expresaba el discipulado.
Pero el seguimiento o discipulado hay que entenderlo en sus propias coordenadas religiosas y culturales. Los maestros de la ley tenían sus discípulos (como Gamaliel con Saulo, Hch 22:3), Juan el profeta también tenía discípulos (Mt 11:2) y Jesús tenía los suyos (15:1-2). El discipulado implicaba siempre un maestro, los discípulos o alumnos, el aprendizaje o discipulado y la práctica de lo aprendido.
En los ejemplos mencionados el maestro era un fariseo, un profeta o Jesús el Mesías. Al tener éstos sus discípulos los instruían de la forma acostumbrada en esa época: pasaban temporadas de convivencia dado que la enseñanza no era un asunto de aprender de un libro (la Escritura). Para eso estaba la sinagoga. En el discipulado se profundizaba la Escritura y se aprendían otras artes (algo de oratoria, estudiar las tradiciones judías, aprender a debatir argumentativamente, etc.). Luego había temporadas de ejercitar lo aprendido (como indica 10:5 a 11:1). El discipulado nunca era algo solamente teórico.
Ser seguidor o discípulo de Jesús -después de haber recibido su llamado- era un gran privilegio. Los maestros no llamaban a cualquiera sino a quienes les habían visto cualidades. Eso explicaría el por qué cuando Jesús los llamó, al instante dejaron lo que estaban haciendo para ir tras él. En la respuesta de estos pescadores -y de los otros futuros discípulos- está implícito que querían sumarse a una causa mayor, dado que Jesús era más que Juan, era el cordero de Dios, el Mesías, el Hijo de Dios.
Los nombres de los que comenzaron a seguir a Jesús son: Simón “llamado Pedro” y su hermano Andrés. También Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo (que al parecer era un pequeño empresario de la pesca). Curiosamente Jesús no llamó a este último. Tal vez quería que él prosiga en sus labores cotidianas y con su familia. Ese sería el lugar específico donde le serviría a Jesús y su Reino.
“Jesús también llamó así a estos pescadores a seguirle. Es interesante ver la clase de personas que eran. No eran gente de gran preparación intelectual, o influyente, o rica, o de posición social. Tampoco eran pobres. Eran simplemente trabajadores, sin una posición social especial y, seguro que cualquiera habría dicho, sin un gran futuro. Eran hombres normales y corrientes los que Jesús escogió.” (William Barclay. Comentario al Nuevo Testamento (17 tomos en 1). Barcelona: CLIE, 2006, p. 32).
IDEA CENTRAL DEL TEXTO
Jesús después de su bautismo (3:13-17) y de su victoria sobre el diablo (4:1-11), comienza su ministerio llamando a los que serán sus primeros discípulos. Son cuatro pescadores que en adelante “pescarán hombres”, es decir ganarán personas para el Reino de Dios (y que, por añadidura, conformarán la iglesia). Frente al llamado de Jesús a seguirle lo que se resalta es la obediencia inmediata.
LECCIONES QUE APRENDEMOS
1) Jesús, el Hijo de Dios y Mesías, llama a las personas a que estén con él y que le sirvan. Su llamado siempre implica servicio en el Reino de Dios. No se debe olvidar que el seguimiento es a Jesús (y no a un pastor o líder, por muy famoso que sea).
2) Los que escucharon el llamado de Jesús al obedecerle tuvieron un giro radical en sus vidas: se convirtieron en seguidores/discípulos. Sus vidas dieron un cambio rotundo desde su encuentro con Jesús.
3) No se puede pretender ser de Jesús sin involucrarse en la tarea de ganar a otras personas para el Reino de Dios. Éste crece con la obediencia de los discípulos. En la obra de Dios, figuradamente, unos en la faena echan las redes para pescar mientras otros las remiendan. Todos colaboran en la pesca.
4) En los cuatro primeros discípulos vemos que para seguir a Jesús tienen que dejar sus redes. El seguimiento a Jesús, como el ser parte del Reino de Dios, siempre implica dejar “algo”. No se puede estar atado a aquello que nos impide obedecer a Jesús.
5) El discipulado no era un cursillo de tres meses -diploma y fotos incluidos- como algunos enseñan hoy. Con esto no se está despreciando la capacitación en el aula. Sí se está diciendo que no se limita a ella y se está enfatizando, además, que el discipulado cristiano es la respuesta obediente para el servicio a Jesús y su Reino, el cual dura toda la vida.
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