26 de marzo de 2018

UNA BENDICIÓN LLAMADA SEXO. UNA LECTURA DE CANTARES

1. BREVE HISTORIA DE LA INTERPRETACIÓN 

Pastor Martín Ocaña

      ¡Dame un beso de tus labios!
      Son más dulces que el vino tus caricias,
      deliciosos al olfato tus perfumes,
      tu nombre es perfume derramado.
                                (Cantares 1:2-3a) [1]
Una rápida lectura de Cantares nos lleva inequívocamente a la conclusión que se trata de un conjunto de bellas canciones de amor entre dos jóvenes enamorados que no ocultan su cariño expresado de muchas maneras, incluido –por supuesto- el amor sexual. La crudeza de su lenguaje corporal provocó a lo largo de los siglos que muchos cristianos piadosos lo releguen al olvido o a su alegorización. 

Así surgieron interpretaciones –aparentemente bíblicas- que enseñaron que la única interpretación de este libro llevaba a recordar el amor existente entre Jehová e Israel o Cristo y la Iglesia. ¡Dios y su pueblo eran los actores de un “romance espiritual”!. Esta fue la enseñanza dominante por muchos siglos. Incluso se cuenta la historia que el reformador Juan Calvino llegó a expulsar de la ciudad de Ginebra a un tal Sebastián Castellón porque éste interpretaba Cantares como un poema de amor humano.[2] 

No vamos a discutir acerca de esas interpretaciones limitadas, por más bien intencionadas que hayan sido. Sin embargo, creemos que detrás de tanta “piedad” en realidad se ocultaba el temor al cuerpo (físico). Ese temor al cuerpo –y sus diversas expresiones y sensibilidades- era producto de las ideas equivocadas del mundo antiguo, caracterizado entre otras cosas por la represión de carácter sexual. 

San Agustín y Tomás de Aquino, por ejemplo, fueron dos teólogos influyentes. El primero enseñaba que el acto conyugal era “bestial” y “vergonzoso”, y su única justificación radicaba en que era necesaria para la preservación de la raza humana. El segundo enseñaba que lo común que tienen los seres humanos con los animales son las relaciones sexuales. ¡Increíble que se hallan enseñado tales cosas como si fueran verdades bíblicas!. Por eso creemos que razones le sobran a René Padilla cuando sostiene que la raíz de tales ideas no está en la Biblia, sino en los conceptos prestados del paganismo, como eran la filosofía estoica y la neo-pitagórica.[3]

En lo personal me parece que ya es hora de “recuperar” este libro bíblico y darle su correcto sentido. El mundo y sus ideas desde tiempo atrás han tergiversado o ensuciado todo lo relacionado al amor y el sexo. Y muchos cristianos –queriéndolo o no- se han contagiado de tales ideas y cuántas veces las han revestido de lenguaje bíblico!. 

Hay que reconocer que los cristianos hemos heredado una inadecuada “teología del cuerpo”, la cual no hace justicia a la Biblia. Como dice Stuart Babbage, “La adopción de modos de ver el cuerpo contrarios a la Biblia, es el resultado de una desgraciada confusión entre las expresiones “el cuerpo” y “la carne”.[4]  Tenemos que aprender a apreciar y valorar el cuerpo, pues “si nosotros no sabemos apreciar lo que Dios ha hecho, tampoco sabremos apreciar a Dios”.[5] 

2. NOTAS INTRODUCTORIAS A CANTARES [6]

Los poemas amorosos que aparecen en Cantares están redactados en el más elevado estilo poético y con una profusión de imágenes y metáforas: la viña, la fuente y el jardín simbolizan a la joven (1:6; 2:15; 4:12–13; 8:12); los frutos y las flores, el vino, la leche y la miel son igualmente recursos poéticos para describir la belleza de los enamorados (4:3; 5:13; 6:7; 7:7–8 [8–9]) o las delicias y alegrías del amor (4:11; 5:1; 6:2; 8:2). 

Así encuentran su expresión, en el lenguaje de la más depurada poesía lírica, los afectos y sentimientos más diversos: angustia por la ausencia de la persona amada (1:7; 3:1–3; 5:8), felicidad en el momento del encuentro (2:8-14; 3:4) y, sobre todo, deseos de entrega recíproca y de mutua posesión sexual (1:2-4; 8:1-2). 

Desde el primer poema hasta el último, este libro es un canto al amor de la mujer y el hombre. Tanto entre los rebaños de los pastores (1:8) como en las calles de la ciudad (3:2), en los jardines, los viñedos, los campos y las casas (1:16; 2:4; 3:4; 7:12 [13]), el amor es el impulso irresistible que inspira las palabras de los enamorados y determina sus acciones. Y no es sólo el varón el que toma las iniciativas, sino que también la mujer manifiesta abiertamente sus deseos y hace oír su voz: ¡Corre, amado mío...! (8:14). ¡Dame un beso de tus labios! (1:2). ¡Llévame pronto contigo!  (1:4).[7]  

Cantares, tal vez, está escrito para los novios que inician su vida matrimonial, y no para los enamoraditos que muchas veces quieren iniciarse rápidamente en la vida sexual. Cantares no es una invitación a desenfrenos de ningún tipo, sino al goce sexual pleno.

3. UNA CLAVE DE LECTURA

En Cantares aparecen diversos poemas que, a nuestro juicio, guardan relación entre ellos. Más exactamente, se entienden mejor cuando se leen en secuencia, uno tras otro, aunque a veces las divisiones –y los cantos- son difíciles de precisar. En lo que sigue quiero hacer una propuesta de carácter hermenéutico con el único propósito de entender mejor estos cantos. 

Cantares cuenta la historia de una joven enamorada que busca a su novio y no lo encuentra. A su vez ella es buscada por el rey (Salomón) que la desea sexualmente, y que tal vez solamente la quiere como una más de su harem (1 Reyes 11:3). Ella huye del rey, aunque en un momento de confusión casi se va con él. La joven y su novio tienen una comunión muy grande con la naturaleza (el campo). Se trata de la comunión hombre-mujer–tierra, como al inicio de la creación (Génesis 1-2), antes de la entrada del pecado. 

¿Quiénes son los personajes?. EL REY: es quien busca y desea sexualmente a la joven. Vive en la ciudad (Jerusalén). Pero ella no lo quiere a él sino a su novio del campo (pastor-labrador). EL NOVIO: está ligado al campo. Aparece y desaparece en este conflicto de intereses amorosos. LA JOVEN: es de tez oscura (negra), y tal vez es una extranjera. Tiene nombre (Sulamita) a diferencia de su novio. Es una mujer trabajadora del campo (cuida la viña). Ama a su pastor-labrador antes que al rey. Aparecen también otros personajes no menos importantes y que tienen un papel significativo en la trama amorosa: los hermanos de Sulamita, los guardias, el harem del rey (el coro). Se menciona también a la madre de Sulamita y a la del novio. 

Es en esta trama que se dan los cantos de amor. Todos cantan, incluyendo el rey Salomón. Resulta interesante observar que nunca aparece Dios en labios de los cantantes. Tal vez debiéramos pensar que en las canciones de amor no tiene que aparecer el nombre de Dios para recién darnos cuenta que el amor es sagrado. 

Sólo se trata de una posible explicación. Lo que sí es cierto es que Dios está presente en el amor. Fue así desde la creación. El creó a las personas sexuadas. ¡Y todo fue bueno en gran manera! (Génesis 1:31). Adán y Eva debían amarse, compenetrarse y complementarse (Génesis 2:18). Ser amigos, compañeros, pareja, amantes, y por supuesto, padre-madre de toda la humanidad. 

Cantares es una carta de amor que Dios a dejado a su pueblo, para que aprendiendo del amor humano –incluido el sexual- aprendamos a discernir su voluntad en el marco del matrimonio. El amor de Cantares es un amor que valora en su justa medida el “cuerpo”, y por ello no hay nada de “carnal” o pecaminoso en él. El amor y el sexo realmente son una bendición, cuando es Dios quien une a la pareja y éstos se empeñan en desarrollar un sano amor y una correcta sexualidad. Pero ¿en qué consisten éstas?. 

4. AMANDO Y CANTANDO CONTRA-CORRIENTE

                Hermano mío y mi amado:
                mi corazón va en busca de tu amor,
                de todo lo que tú has llegado a ser. (...)
                El amor de mi hermano está al otro lado.
                Una corriente hay entre nosotros,
                Y un cocodrilo acecha en la superficie.
                Pero cuando yo bajo al agua,
                yo atravieso vadeando la corriente;
                y las olas son como tierra bajo mis pies.[8] 
                         (Poema egipcio, 1300 – 1100 a.C.)

El antiguo poema egipcio que hemos citado pone de manifiesto una realidad inocultable: el amor logra hasta lo imposible. ¿Qué no hace una persona enamorada? No existen obstáculos ni distancias, ni padres ni amigos, ni verdades ni mentiras, ni calor asfixiante ni temperaturas gélidas, sólo existe el ser amado. Pareciera realmente que “el amor es ciego”. Pero como alguien ha dicho –con ironía o verdad- “pero el matrimonio te abre los ojos”. Bueno, ese es otro tema...

En este punto quiero referirme al amor sano, correcto, edificante, que ayuda a la madurez tanto en lo emocional como en lo sentimental. No vamos a hablar de los amores enfermizos, de los adictos a relaciones sentimentales problemáticas. Esos son caprichos, intereses o lo que sea, pero no AMOR. En lo personal no conozco, tampoco, amores “perfectos”. Tales cosas no existen, salvo en los cuentos donde aparece “el príncipe azul” o en las fantasías de las novelas. 

La relación amorosa tiene que ver con el encuentro entre dos personas. Tiene que ver con las relaciones entre los dos sexos en sus distintos aspectos. No todo es abrazos y besos, aunque los incluye. Es ante todo amistad y compañerismo, de allí que sea fundamental el diálogo maduro para conocerse y ver posibilidades de una relación duradera. 

Pero las relaciones amorosas constantemente se confrontan a “enemigos”. ¿Cuáles son éstos? Los jóvenes dicen que sus padres. Los adultos dicen que los niños. “Los hijos roban el tiempo y el cariño que la mujer debe dedicar al esposo”. Así dicen. Se puede decir mucho. Yo quiero proponer –a la luz de Cantares- que uno de los mayores enemigos del amor es el no saber expresar las emociones y dejarse llevar por la “lógica” de los sentidos.

5. LOS SENTIDOS DEL AMOR

Se dice de un “sentido” que es el órgano fisiológico capaz de captar y transmitir las impresiones externas. En el ser humano son cinco, aunque las mujeres piensen que tienen uno más. ¿Para qué sirven, pues, la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto? Para entendernos, captarnos, gustarnos, comunicarnos, actuar. En fin, se puede decir mucho más. Pero concordarán conmigo que sin ellos no podríamos vivir a plenitud, no podríamos gozar absolutamente nada. No podríamos ni siquiera amar. 

Ahora, dicen que mujeres y varones desarrollan algunos sentidos más que otros. No se si eso es cierto. Lo que sí es seguro es que ambos apreciamos y experimentamos los sentidos de forma distinta. Los varones miramos cosas que pasan inadvertidas a las mujeres y viceversa. Las mujeres desarrollan el olfato de una manera que a veces nos podría avergonzar a los varones. Y de gustos... ni hablar. 

No nos engañemos, los sentidos tienen que ver también con lo cultural. Uno desarrolla los sentidos según los criterios de su entorno familiar, social y cultural. Lo que se ve bien para unos no necesariamente es así para otros. Un delicioso aroma puede ser repugnante a la vez, y viceversa. Lo hermoso puede ser horrible. Todo depende desde donde lo apreciamos. 

Los sentidos y el amor están indisolublemente unidos. ¿Cómo amar sin vista ni olfato? ¿Cómo amar sin tacto? ¿Cómo no querer oír palabras bonitas en la intimidad y fuera de ella?. Ahora bien ¿por qué enfatizamos este punto? ¡Porque tienen el primer lugar en Cantares!. Dejemos hablar a Nancy Cardoso, quien ha estudiado este tema de forma perspicaz: 
    OLER: La nariz… quien diría, es instrumento de delicia que percibe en los olores que tiene el cuerpo, el olor de la vida. Las palabras tienen olor y viven en el cuerpo del amado. La mujer dice al hombre: “Suave es el aroma de tus perfumes... tu nombre es perfume derramado! (1:3). Y dice de sí misma: “Mi nardo exhala su fragancia, mi amado es para mí un saquito de mirra colocado entre mis senos, como un racimo de flores de ena es para mí mi amado” (1:12-14). El hombre describe la hora del amor con la nariz: “y la vid en flores exhala su aroma: levántate querida mía, y ven” (2:13). Y de la mujer dice: “la fragancia de tus vestidos es como el del Líbano” (4:11).
    VER: El ojo aproxima y destaca, refleja y registra, envuelve y descubre: “mi amado... es ahí que está detrás de nuestra pared, mirando por la ventanas oteando por las rejas” (2:9). El ojo toca, acaricia, saca pedazos: “Me arrebataste el corazón, mi hermana novia mía; me arrebataste el corazón con una sola de tus miradas” (4:9). Son los ojos que invaden y calientan a los otros ojos: “Desvía de mí tus ojos porque ellas me quitan la calma” (6:5). El ojo habla, pregunta y responde, desnuda sin ser visto, come, saca la calma, y calma. Más que su función de ver, en el amor los ojos devuelven a la persona amada reflejada en un espejo mínimo de belleza: “Que bella eres amada mía, qué bella eres” (1:15). “Cómo eres hermoso, amado mío, como eres amable” (1:16).[9]
Sobre la belleza del cuerpo cantan ambos. La mujer es admirada por su hermoso cuerpo, por cada parte de su cuerpo que despierta la pasión (4:1-7; 6:4-7; 7:1-9). Pero ella también canta admirando el físico de su amado (5:10-16). ¿Realmente eran tan hermosos ambos, con una belleza tan deslumbrante casi hasta el absurdo? ¿O es la retórica, propia de la poesía?. Haríamos bien en recordar todo lo que uno dice a la pareja –o de la pareja- cuando se está perdidamente enamorado... 

Aquí debiéramos hacer caso al comentario de Santos Benetti: “Como pasa con todos los enamorados, no se trata de una descripción física y estática, sino como expresión de cómo se mira y se siente al otro, de cuánto significa el otro para uno”.[10]  Pero, sigamos con los sentidos:
    TOCAR: Todo el texto se mueve entre encuentros y despedidas. Cuerpos que se esperan, se encuentran, se agarran y se quejan: “encontré luego al amado de mi alma, me agarré a él y no lo dejaré irse” (3:4). La mano que se mete por el cuerpo, afuera, en el pelo, piel, escalofrío. Carne, unión, dulce, dedo: “subiré a la palmera, tomaré en tus ramos” (7:8), “mi amado metió la mano por una rendija” (5:4). Y el abrazo, uno que tiene las proporciones exactas del otro cuerpo donde se puede descansar y decir bajito que se es feliz: “Su mano izquierda esté debajo de mi cabeza y la derecha me abrace” (2:6).
    OÍR: De todas las voces que el mundo tiene, distinguir una, aquella que ya me habita: “Oigo la voz de mi amado” (2:8), “Yo dormía, pero mi corazón velaba; oigo la voz de mi amado que está golpeando” (5:2). En la transfiguración de los sentidos, oír puede ser una forma de lamer: “hazme oír tu voz, porque tu voz es dulce” (2:14). No es lo que la persona dice, no son las palabras, sino es el ejercicio de hablar, el tono de la voz que encanta al oído. Voz, soplido, viento de la garganta plasmado en sílabas que seducen el oído de quien ama.
    LAMER: “Como el manzano entre los árboles del bosque, así es mi amado entre los jóvenes; deseo mucho su sombra y debajo de ella me siento y sus frutos dulces a mi paladar. Me lleva  a la sala del banquete, y su estandarte sobre mí es amor. Susténtame con pasas, confórtame con manzanas, pues desfallezco de amor” (2:3-5). La boca y la lengua: besar, lamer, succionar, chupar, morder, comer y comer. Plato y cuerpo. Hambre y hambre. Sed. “Que bello es tu amor... cuanto mejor es tu amor que el vino... tus labios destilan miel. Miel y leche se encuentran debajo de tu lengua” (4:10-11). Es la mujer que convida a la lengua del hombre para que se desparrame por su cuerpo: “¡Ah! Ven mi amado para tu jardín y come sus frutos excelentes” (4:16). Y el hombre responde saciado: “Ya entré en mi jardín... comí mi panal con miel y bebí mi vino con leche” (5:1). Todo el cuerpo es comible, bebible: “Tu ombligo es copa redonda, a lo que no le falta bebida” (5:1). “Sean tus senos como los racimos de la vid y el aroma de tu respiración como el de las manzanas. Tus besos son como el buen vino” (7:8-9). La mujer responde diciendo: “vino que se escurre suavemente para mi amado deslizando entre sus labios y dientes” (7:9). La lengua de la lengua del amor. El gusto que tiene el cuerpo. Aliño y la capacidad de descubrir sabores nunca lamidos / sabidos.[11]
De seguro son palabras crudas que describen las pasiones amorosas, pero no hay razón para sonrojarse. Dios al crearnos nos dio en su gracia cinco sentidos. Pero con sinceridad, ¡cuánto nos falta aprender todavía de la “lógica” de nuestros sentidos!. 

Los evangélicos –en términos generales- no siempre hablamos de “esas cosas” porque nos creemos a veces tan “santos” y “decentes”. Tal vez a eso se deban tantos problemas que tienen las parejas en asuntos sexuales. ¡No saben expresarse en la intimidad! ¡No saben gozar de lo que el Señor les ha regalado para el disfrute íntimo y pleno!. Por eso muchos casados viven amargados y resentidos, con todo y con todos. Y transmiten esos sentimientos a sus hijos a quienes les orientan mal respecto a su sexualidad. Con razón los hijos de los creyentes a veces buscan respuestas a sus preguntas en cualquier lugar, menos en sus padres. Pero el Cantar de los Cantares sigue reclamando a gritos la vivencia de los sentidos. 

6. CONSEJOS DE UNA BUENA MADRASTRA 

La destacada escritora Isabel Allende en un libro divertido, pero no por ello menos serio en el que aborda el tema del amor, le aconseja así a su hijastro Jason:
    A diferencia de los hombres, que piensan sólo en el objetivo, las mujeres nos inclinamos hacia los rituales y procesos. Debí explicar a Jason que esa ceremonia previa, aunque fuera un acto de ilusionismo, era seguramente tan excitante para la joven como todas sus acrobacias eróticas posteriores. No la apures, le supliqué, saborea con ella el aroma de las velas, la delicadeza de las flores, cada sorbo de vino y bocado de la comida; habla poco y finge prestar atención a lo que ella dice. A ninguna mujer le interesa realmente lo que hablan los hombres, sólo lo que murmuran. Baila con ella, así puedes abrazarla sin parecer como un gorila en celo y, cuando creas que ha llegado el momento de conducirla a una posición más cómoda, espera. Y sigue esperando un buen rato más. No se puede apresurar la cocción de un buen estofado. Juega con ella, le dije a Jason, pensando que la risa es un excelente afrodisíaco...[12]
Es extraordinario este tipo de consejo, no sólo porque revela “secretos de mujer” sino porque viene de una mujer experimentada a un joven de “base dos”. Digo esto porque los varones cuántas veces de jovencitos hemos recibido tantos consejos equivocados de nuestros amigos tan inexpertos al igual que nosotros. ¡Con razón hemos hecho cosas que lejos de alimentar el amor lo mataban!. Y de hecho, con frecuencia todavía seguimos metiendo la pata. 

Los consejos de Isabel Allende tal vez parezcan “carnales” para los oídos “santos” de un cristiano evangélico. Bueno, si así le parece, “retenga lo bueno” como recomienda el apóstol Pablo (1 Tesalonicenses 5:21). En fin, en estos menesteres no hay reglas ni recetas, cada uno inventa el suyo junto con su pareja. Como cristianos debemos pensar cuánto sabemos de nuestro cuerpo y el de nuestra pareja. No me refiero sólo a la curiosidad fisiológica, sino también a cómo “funciona” en el amor. Sulamita y su amado al parecer eran expertos en estos temas. Hoy serían, sin duda, expertos consejeros en intimidades sexuales. 

Por si acaso, nadie vaya a pensar que Cantares tiene que ver sólo con la juventud. Es para todos. Yo diría que es sobre todo para los adultos, tan propensos a olvidarnos en lo que respecta el amor, sus trucos y sus delicias. A más años nos volvemos –a veces- más rutinarios, más aburridos, más impacientes y más egoístas. ¿Las excusas? Los hijos, el trabajo u otros tan bufos como los mencionados. 

Leamos parte del último poema: “Llévame grabada en tu corazón, ¡llévame grabada en tu brazo! El amor es inquebrantable como la muerte; la pasión, inflexible como el sepulcro” (8:6). Así canta la mujer. Con amor, con deseo, con esperanza, con gracia. Pide una unión total a su amado. [13] ¿Cómo responderemos a ese canto?.

7. ¿SERÁ CIERTO?

         Cuando un hombre es joven, 
         canta canciones de amor (Cantares).
         Cuando un hombre se hace adulto,
         enuncia máximas de vida (Proverbios).
         Cuando un hombre es viejo, 
         habla de la vanidad de las cosas (Eclesiastés).
                                      Rabí Jonathán [14]

Por muy sabio e influyente que haya sido este rabí la verdad que no me llega a convencer del todo. Tal vez habló condicionado por sus experiencias personales, por un afán sapiencial o por otras razones. Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que las personas somos seres complejos. Actuamos con razones y sentimientos. Amamos un día y al siguiente no. Lo que hoy nos endulza y emociona, mañana quién sabe. Pensamos con los dos hemisferios del cerebro y además somos híbridos culturalmente. 

No es cierto que las personas con el paso de los años nos volvemos más cuerdos, amorosos y sabios. Esa no es la ruta que siguen todas las personas. A veces es exactamente todo lo contrario. Depende mucho cómo una persona cultiva su adolescencia y juventud, cómo uno se desarrolla y madura en la adultez. 

Cierto que en la juventud cantamos al amor, pero en la adultez y la vejez también, y esto porque el amor no es patrimonio tan sólo de los jóvenes. Lo que sí es cierto es que de la juventud se puede esperar un amor más “puro”, más “inocente” que el de los mayores, aunque paradójicamente no muestren madurez. Y de esa pureza, inocencia y candor ¡cuántos adultos y viejos se aprovechan!. Esa es la historia de Sulamita, su novio y el rey Salomón.

8. LAS “ZORRAS PEQUEÑAS” EN CANTARES

En 2:15 leemos: “Atrapen las zorras, las zorras pequeñas que arruinan nuestros viñedos, nuestros viñedos en flor”. Llama la atención la sabiduría de Sulamita y su amado. Perciben los peligros que acechan su relación amorosa y toman la decisión conjunta de “cazar” aquello que los perturba. No dice el texto “Atrapemos” sino “Atrapen” (“Cazadnos”, Reina - Valera 1995), que es una invitación a que otros los ayuden. Ambos se saben inexpertos. 

No pretendamos tapar el sol con el dedo. Las parejas jóvenes siempre necesitan consejeros, personas que los “socorran” en los momentos difíciles. ¡Lástima que muchos jóvenes a veces ni se percatan de las “zorras” que destruyen su relación! Peor aún, dándose cuenta dónde están los problemas quieren darle soluciones fáciles y rápidas, muchas veces aconsejados por otros jóvenes con similares o peores problemas que ellos.

Las zorras por más “pequeñas” que sean pueden causar un grave daño. ¿Cuáles eran esas “zorras” que amenazaban el floreciente amor de los jóvenes?. Ya hemos dicho que el no saber manejar los sentimientos y el no dejar que los sentidos fluyan en su lógica son serios enemigos de toda relación amorosa (5:2-6). Pero éstos son enemigos “internos”. Sulamita amaba a su novio, eran felices y su amor era inocultable. Ambos estaban profundamente enamorados y no podían vivir el uno sin el otro (2:10). Pero, por cuestiones de trabajo, a veces tenían que distanciarse (3:1). Ella se quedaba trabajando en la huerta de la “familia” –a la cual todavía pertenecía-, y él tenía que subir por las colinas con el ganado. Cierto que las distancias y ausencias no mellaban el amor que se profesaban, pero lo enemigos (“externos”) estaban al acecho. 

En Cantares encontramos cuatro enemigos que complotan contra el amor de Sulamita y su novio:

OTRAS MUJERES. En 1:4 las mujeres del harem intentan convencer a Sulamita, aprovechándose de su confusión sentimental o emocional, a que se quede en las habitaciones del rey. Intentan que se convierta en una más del harem: “contigo estaremos muy alegres”. Pero al no lograr su objetivo le hablan con sarcasmo y la conminan a que siga a su pastor (1:8). En 2:7 (al igual que en 3:5 y 8:4), al parecer están dispuestas incluso a interrumpir el descanso de Sulamita. De allí la advertencia de su amado. En 5:9 siguen con su sarcasmo y la desafían a que diga cómo es su pastor. En 6:1, sin embargo, Sulamita les despierta la curiosidad. El 6:10 es un texto de difícil interpretación, no sabemos si se trata de un convencimiento real o una lisonja aprendida en el palacio. En fin, las mujeres de Salomón se muestran como mujeres sin escrúpulos, que les gusta la vida fácil y relajada en el palacio del rey. Son compañeras sexuales de Salomón (3:10). No saben nada de amor, sólo de sexo (y tal vez ni de esto). Al parecer poco les importaba saber en qué consiste el amor verdadero.

LOS HERMANOS. En 1:6 aparecen los hermanos de Sulamita. Se trata de unos abusivos que la obligaban a trabajar largas horas bajo el sol en la viña “familiar”. En 8:8-9, que es un diálogo entre ellos cuando Sulamita era niña, aparecen como interesados no en el futuro –ni en el honor- de Sulamita sino en la dote que pedirán por ella. Es decir les interesa sólo el aspecto monetario. Son familiares directos que se muestran interesados nada más que en eso. Su hermana realmente poco les importaba.

EL PRETENDIENTE RICO Y PODEROSO. En 1:9-11 aparece el rey rechazado y que pretende ganar el corazón de Sulamita con halagos y regalos lujosos. Luego intentará deslumbrarla con su poder y riqueza (3:6-11). En 6:8-9 se quita la careta: muestra su descaro al comparar a Sulamita con sus mujeres. Según él le estaba haciendo un favor al convertirla en algo “especial” y mejor que las otras. Finalmente, en 8:11-12, hasta su dinero (dote) es rechazado. El rey Salomón aparece como un anti-héroe que no conoce realmente lo que es el amor verdadero. Es más bien un símbolo del egoísmo y la sensualidad que quiere hacerse pasar por “amor”. Es el experimentado “viejo rabo verde” que intenta aprovecharse del candor de Sulamita y de su pobreza.

LOS EXTRAÑOS. En 3:3 aparecen unos guardias de la ciudad. La actitud que toman respecto a Sulamita es de “neutralidad”. Pero en 5:7, al andar Sulamita de noche, los guardias no sólo la golpean sino que abusan sexualmente de ella (es una posible interpretación). Estos son los lobos rapaces que están en todos lados buscando abusar de las mujeres jóvenes y hermosas que parecen solitarias y débiles.

A MODO DE CONCLUSIÓN 

Termino citando un comentario con el que concuerdo plenamente:
    El libro de Cantares es el eco de un grito para que las mujeres y los varones recreen las relaciones a partir de la gratuidad, de la reciprocidad; para que surja una nueva humanidad con rostro femenino y masculino, armonizados a favor de la vida. Más todavía, el libro de Cantares nos hace pensar en lo cotidiano: casa, familia, trabajo, descanso, educación... en el “mundillo” de la vida donde las relaciones van siendo forjadas. (...) Cantares nos ayuda a construir una nueva forma de vivir, de mirar el mundo en el cual el hombre y mujer se van a comprometer en la construcción de una nueva femineidad y masculinidad que les permita vivir aquellas dimensiones humanas tantas veces asfixiadas en la familia, en la sociedad y en la iglesia.[15]
Esa ha sido la intención de este ensayo. Reflexionar a la luz de Cantares el tema del amor humano –en todas sus expresiones- y pensar en su alcance a otras esferas relacionadas con ella. 

Si realmente creemos que Dios nos creó sexuados, entonces tenemos que aceptar que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros en ese aspecto. Pero tenemos que darnos cuenta que no vivimos el amor y la sexualidad en el cielo, sino en la tierra con sus condicionamientos y problemas. Por eso debemos pensar en replantear y rehacer (no des-hacer) muchas de las relaciones que ya tenemos.
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Notas Píe de Página

[1] En lo que sigue utilizaré la Biblia DIOS HABLA HOY (Versión Popular) por razón que traduce de forma magnífica el poema hebreo.
[2] Justo González. HISTORIA DEL CRISTIANISMO. Tomo 2. Miami, FL: UNILIT, 1994, p. 77.
[3]  “La relación hombre-mujer en la Biblia”, en: Jorge Maldonado (Editor). FUNDAMENTOS BIBLIO-TEOLÓGICOS DEL MATRIMONIO Y LA FAMILIA. Buenos Aires: Nueva Creación, 1995, p. 57.
[4] DIOS CREÓ EL SEXO. Buenos Aires: Certeza, 1973, p. 13.
[5] José Cárdenas. EL CANTAR DE LOS CANTARES Y EL AMOR HUMANO. Quito: Verbo Divino, 1993, p. 11.
[6]  En esta parte básicamente he seguido las notas que aparecen en la Biblia de Estudio DIOS HABLA HOY: LA BIBLIA CON DEUTEROCANÓNICOS (Versión Popular). México: SBU, 1994. Para profundizar el estudio son imprescindibles: Marvin Pope. SONG OF SONGS. New York: The Anchor Bible, 1977, 743 pp. y Jesús Luzarraga. CANTAR DE LOS CANTARES. SENDAS DEL AMOR. Navarra: Verbo Divino, 2005, 650 pp.
[7] Pablo Andiñach sugiere autoría femenina del libro. CANTAR DE LOS CANTARES: EL FUEGO Y LA TERNURA. Buenos Aires: Lumen, 1997, pp. 17-18. 
[8]  El extracto del poema –de una joven a su amado- ha sido tomado de: Maximiliano García Cordero. LA BIBLIA Y EL LEGADO DEL ANTIGUO ORIENTE. Madrid: BAC, 1977, pp. 600-603.  
[9] “¡Ah!... amor en delicias”, en: RIBLA N° 15, 1993, pp. 70-71.  
[10] SEXUALIDAD Y EROTISMO EN LA BIBLIA. Buenos Aires: San Pablo, 1994, p. 226.  
[11] Cardoso, Op. Cit., pp. 71-72.
[12] AFRODITA: CUENTOS, RECETAS Y OTROS AFRODISÍACOS. Bogotá: Planeta, 1997, p. 45. 
[13] Ivo Storniolo y Euclides Balancín. EL CANTAR DE LOS CANTARES. Bogotá: San Pablo, 1995, p. 31.  
[14]  Citado en: Gianfranco Ravasi. EL CANTAR DE LOS CANTARES. Bogotá: Paulinas, 1993, p. 23.
[15] Enilda de Paula Pedro y Shigeyuki Nakanose “Debajo del manzano te desnudé...”, en: RIBLA N° 37, 2001, pp. 72-73.
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