George Reyes |
PREFACIO
George Reyes nos entrega un interesante libro en el que desarrolla una teoría hermenéutica y una hermenéutica analógica bíblica. Se trata de un intento de liberación de ese tipo de textos y de su hermenéutica. Contiene una propuesta muy original, como es una hermenéutica bíblica, la cual es una aportación propia del autor, porque muy poco se ha trabajado en ese sentido.
Reyes comienza con el planteamiento del problema contemporáneo del texto. Percibe una triste historia del texto, pues señala a grandes trazos el penoso recorrido de la hermenéutica por el tiempo, llegando a sus grandes exponentes contemporáneos, como Hans-Georg Gadamer. Asimismo, indica los supuestos fundamentales de esta disciplina, incluyendo los sociales y políticos, pues no está exenta de ellos.
Pasa a mostrar su objetivo, estrategia y lectores. Su objetivo es llenar una laguna en los estudios teológicos, pues faltan mucho los ensayos teóricos y, además, las aplicaciones. Así, construirá una hermenéutica bíblica, la cual es muy necesaria para la teología, y lo hará en la perspectiva de la hermenéutica analógica, lo cual es ya una aportación suya, una aplicación novedosa de ésta. Con ello se tendrá un texto bíblico más puro, consciente de la epistemología con la que se llega a él. Además, su estrategia será, por lo mismo, adoptar un enfoque epistemológico, para discernir lo propio del texto y contaminarlo lo menos posible de las adherencias históricas, y llegando a una ética o moral. Los destinatarios son las personas concernidas con la interpretación de la Biblia, ya sea para el estudio o para la predicación.
Viene en seguida el panorama epistemológico de la hermenéutica, y me parece un acierto del autor el situarlo en América Latina y en la actualidad. En efecto, la modernidad europea fue univocista, es decir, tuvo una pretensión exagerada de comprender el texto sagrado con toda claridad. Se dio como el caso de los constructores de la Torre de Babel, que quisieron la univocidad, pero fueron confundidos por Dios y se hundieron en la mayor equivocidad pensable. Por eso ahora laboramos para librarnos del univocismo de la modernidad y del equivocismo de la posmodernidad. Y se requiere una postura intermedia y mediadora, que es la de la analogía, la cual es humildad frente al misterio, es decir, ante la riqueza tan grande de la Sagrada Escritura.
La epistemología univocista ha sido la de los racionalismos, cientificismos o positivismos, en la filosofía analítica, con la presunción de exactitud en la interpretación. Pero ha venido el rechazo de esto y su contraparte, que es la epistemología posmoderna, para la cual no hay criterios firmes de verdad, todo es débil y se diluye en el aire. Es cierto que la posmodernidad ha traído algunas cosas buenas, como la crítica de la razón prepotente de la modernidad, pero ha exagerado el irracionalismo, en forma de relativismo extremo.
Reyes aborda el problema hermenéutico de la historia efectual en el acercamiento al
texto bíblico. Recupera la tesis de Gadamer de la historicidad de toda interpretación, ya que
está ubicada en el tiempo; depende de sus antecedentes y va a surtir efectos para los presentes y futuros. Por eso hay que tener una conciencia histórica, pero que no nos derrumbe en el historicismo, a saber, en ese relativismo de que todo depende del momento, sin que haya una verdad más general. El propio Gadamer combatió dicho historicismo. Por eso hay que jugar con lo que Ricoeur llama aproximación y distanciamiento con respecto al texto, desde nuestro momento hacia el suyo.
En cuanto a la hermenéutica bíblica, nuestro autor nos insta a ser muy precavidos, a pertenecer a lo que Ricoeur denomina la escuela de la sospecha, y a tener la advertencia de que podemos estar equivocados, como también lo dice Gadamer. De hecho, la postura de la hermenéutica analógica es de humildad, de moderar las pretensiones de exactitud y de absoluto en la comprensión del texto sagrado.
Con ello Reyes puede transitar a ver el impacto de la historia efectual sobre el texto bíblico. Así, revisa la exégesis académica, que quiso aplicar la ciencia a la Biblia, por ejemplo, la antropología y la sociología, resultando demasiado reduccionista. De allí surgieron, por poner un caso, lecturas “materialistas” del evangelio y de San Pablo. Pero, sin exagerar, se puede aplicar la ciencia social a la exégesis, para evitar sobre todo el irracionalismo reciente. Esta moderación hay que aplicarla, por ejemplo, a la exégesis feminista, la hermenéutica indecente y otras.
Por eso conviene más volver la vista hacia la hermenéutica eclesial y captar cuáles son sus condiciones. Ver cuál es su clave y cuál es su justificación de la misma. La teología latinoamericana nos enseña a no poner al hombre en lugar de Dios, sino a respetar la trascendencia de Éste. Así, no hay que exagerar el sentido alegórico, ya que puede volverse fantasioso y hasta delirante. Se ha aplicado a veces a contextos latinoamericanos demasiado forzados, como entender el relato de la victoria de Yahvé sobre el Faraón, no en el Nilo, sino en el río Paraná y contra las potencias políticas, lo cual es descontextualizar demasiado. Se necesita conocer bien el contexto histórico del texto.
Lo anterior hace que Reyes tenga que acudir a una instancia moral, a una ética de la interpretación. En efecto, hay una obligación de respetar los derechos del autor del texto, y no solamente los del lector o intérprete. Con esto se tendrá una interpretación prudente o de frónesis, que no lleve las cosas a la exageración, pues aquí resulta demasiado peligrosa, ya que puede desorientar mucho a los feligreses.
Hay que evitar el subjetivismo y aceptar que una interpretación puede alcanzar a ser objetiva. No absolutamente, pero sí en relación con el texto y su contexto. Por eso se requieren los estudios históricos y filológicos, para encontrar esa objetividad en la interpretación. Hay que buscar el horizonte histórico referencial y el género literario del texto, pues son claves indispensables para la comprensión del mismo. Hay que tratar de validar nuestra interpretación y, además ─cosa muy importante─, leer con la luz del Espíritu santo, y comunitariamente, pues es en comunidad como se manifiesta.
Para esto será muy útil cobrar conciencia de las pre-comprensiones que se tienen, es decir, de los presupuestos que llevamos a la interpretación. Ello exige tener advertencia de la polisemia del lenguaje y de los niveles sintáctico, semántico y pragmático que se requieren para su lectura.
Todo lo anterior hace que Reyes plantee una epistemología analógica, que lo conduce a una hermenéutica analógica del texto bíblico. Efectivamente, esa postura cognoscitiva moderada y proporcional desemboca en una hermenéutica del mismo signo, esto es, también equilibrada y prudente. Es una epistemología del significado, analógica, que viene desde la Edad Media y ha sido usada por teólogos, como Santo Tomás, y principalmente por místicos, como el Maestro Eckhart.
Nuestro autor expone correctamente la naturaleza de la analogía, desde su historia, lo cual hace que brinde una cabal comprensión de la hermenéutica analógica, algo muy importante porque será aplicada al texto bíblico. Con esa hermenéutica analógica bíblica se tendrá una comprensión adecuada de la Sagrada Escritura, porque se colocará entre el univocismo y el equivocismo, superando sus inconvenientes y aprovechando sus ventajas. Es una manera de servir a los que esperan el mensaje revelado presentado conforme a la época actual en la que nos encontramos.
Por eso creo que debemos agradecer a George Reyes su esfuerzo, plasmado en este libro, que nos ofrece una guía segura en la difícil tarea de la interpretación de la Biblia. Es algo muy delicado, porque tendrá repercusiones sobre nuestra gente creyente.
Mauricio Beuchot
Instituto de Investigaciones Filológicas
UNAM, Ciudad de México
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