Entre el Evangelio de Lucas y Hechos de los apóstoles sabemos que existe una unidad tanto literaria como teológica (una lectura estructuralista demostraría eso con facilidad). El autor de ambos libros históricamente ha sido atribuido a Lucas, el médico que acompañó a Pablo en algunos viajes misioneros (por tierras no judías) y a quien Pablo se refiere en Colosenses 4:14.
Una lectura de ambos libros sitúa al Reino de Dios como tema central en la enseñanza de Jesús y de la iglesia naciente (tanto en Jerusalén como las ubicadas en tierras gentiles). Así, en el Evangelio de Lucas hay aproximadamente 35 referencias al Reino de Dios (4:43; 6:20; 7:28 etc.) y en Hechos siete. Lo interesante es que Hechos comienza con la enseñanza del Reino de Dios (1:3) y termina de igual forma (28:31).
Más interesante aún es que el Reino de Dios está en labios de Jesús-Mesías el galileo (1:3), de Felipe el servidor en Jerusalén (8:12) y de Pablo el misionero en tierras gentiles (14:22; 19:8; 20:25; 28:23, 31). La misión de las iglesias gentiles no se contradice con la de Jesús el galileo y sus seguidores. En la perspectiva de Lucas hay una continuidad entre la prédica y forma de vida de las primeras comunidades cristianas con la del movimiento de Jesús.
Sorprende, sí, dos asuntos. Lo primero es la continua confusión entre sus discípulos (de origen judío) respecto al Reino de Dios. Jesús pasó tres años instruyéndoles sobre el tema, incluso antes de su ascensión (Hch 1:3) y lo primero que le preguntan es cuándo sería restaurado el reino a Israel (Hch 1:6). Jesús les responde que, en vez de andar con esa preocupación tan miope y equivocada, sean sus testigos “hasta lo último de la tierra” (Hch 1:8).
Lo segundo es que la confusión, desafortunadamente, no ha acabado. En pleno siglo XXI la miopía teológica continúa. Como que ciertos cristianos (de origen no judíos) tienen la misma equivocada preocupación que aparece en Hch 1:6. Peor aún, confunden a “Israel” con el Estado que actualmente lleva ese nombre. Y por lo que se ve no les interesa en absoluto entender a Israel desde el Nuevo Testamento (digamos, Romanos capítulos 9 al 11).
Se ha dado un salto, además, de lo teológico a lo político. Y aunque ambos a lo largo de la historia se han vinculado, hoy es muy notorio cierta apología de aquello que no se debe defender bajo ninguna circunstancia (como es el genocidio actual frente al cual muchos callan por conveniencia). El sionismo, al igual que el nazismo (y algunos otros “ismos” más) no tiene nada que ver con la esperanza en el Reino de Dios.
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