Por: Martín Ocaña Flores
Diego Thomsom |
Muchos siglos antes, el Obispo de Neocesarea -y padre de la iglesia- Gregorio Taumaturgo (aprox. 213-275) había escrito un libro con el sugerente título de ELOGIO DEL MAESTRO CRISTIANO, y con el subtítulo “Discurso de agradecimiento a Orígenes”. Efectivamente, el libro es un elogio a su maestro Orígenes. Gregorio dice de él: “Así, pues, este hombre no nos explicaba sólo la teoría de las virtudes mediante discursos, sino que nos exhortaba sobre todo a practicarlas; y nos incitaba más con los hechos que con las palabras.” (Madrid: Ciudad Nueva, 1994, pág. 135).
Sin duda encontramos, a lo largo de nuestras vidas, notables maestros y maestras que dejaron profundas huellas y de quienes nos sentimos deudores en todo el sentido de la palabra. Claro está que les agradecemos porque fueron importantes instrumentos que Dios usó para que podamos crecer en todo sentido (y no sólo en “lo espiritual”). Personalmente, debo decir que he tenido maestros y maestras que han sido de gran inspiración. Sus enseñanzas y memoria aún se encuentran presentes en nosotros. Nos acompañan continuamente.
En la gran comisión (Mateo 28:19-20) está de forma explícita el mandato de nuestro Señor a desarrollar el ministerio de maestros: Ir por todos los pueblos, hacer discípulos y enseñarles ¡Que tarea tan grande y sublime nos dejó el Maestro de maestros! Y así lo entendió también el apóstol Pablo, otro ilustre maestro formado a los pies del afamado rabino Gamaliel (Hechos 22:3), quien dirá que Dios en su gracia ha dejado a los maestros de la Palabra para la edificación de la iglesia (Efesios 4:11-12).
Más allá de los festejos y celebraciones a nivel nacional de este 6 de julio, en muchas iglesias evangélicas se recordará también a los maestros y maestras. Agradezcamos a Dios por ellos y ellas. Tienen una tarea permanente y de gran responsabilidad. Sus enseñanzas, basadas en la Palabra de Dios, son un verdadero alimento irremplazable que el pueblo de Dios recibe y, a la vez, transmite par que otros lleguen a conocer a Jesucristo. Mi gratitud a los maestros y maestras del Reino de Dios.
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