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12 de junio de 2021

JESÚS Y LOS RELIGIOSOS DEL TEMPLO

Por: Martín Ocaña Flores

TEXTO BÍBLICO (Mateo 21:12-27)

“Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; más vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó. Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron, y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza? Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y posó allí.” (vv. 12-17)

“Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre. Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera. Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera? Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.” (vv. 18-22)

“Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad? Respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta. Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y él también les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.” (vv. 23-27) (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

El Señor Jesús sigue su camino a Jerusalén, el centro del poder político y religioso de la nación (20:17). Ahí debía padecer, morir y resucitar (16:21). Para ello tuvo que pasar por Jericó, ciudad donde le dio la vista a dos ciegos (20:29-34). Luego, ya más cerca de Jerusalén, en Betfagé, va a pedirle a dos discípulos que le traigan una asna y un pollino (21:2), los cuales utilizaría para entrar a Jerusalén. Mientras la ciudad se conmovió al ver a Jesús y las multitudes, éstas aclamaban a Jesús como el profeta de Nazaret de Galilea (21:10-11). 

“Con la entrada en Jerusalén, Jesús inicia la última etapa de su vida terrena. Era el tiempo de Pascua: multitudes de peregrinos se reunían en la Ciudad santa para celebrar la liberación de la esclavitud en Egipto, y las expectativas mesiánicas resurgían con fuerza. La espera del inminente reino de Dios se apoderó del grupo que lo acompañaba, y comenzaron a aclamarlo como Mesías (Hijo de David, v. 9). El grito Hosanna está tomado del Sal 118,25-26; su sentido original es «¡Sálvanos!», pero el uso litúrgico lo había convertido en un grito de aclamación o alabanza. (…) Pero en Jerusalén no aclaman a Jesús como Mesías, sino que lo presentan simplemente como el profeta de Nazaret en Galilea (v. 11).” (Levoratti 2007:371).

El texto tiene como eje el templo de Jerusalén, y se divide en tres partes: Jesús, los comerciantes y los dirigentes religiosos en el templo (vv. 12-17), Jesús maldice simbólicamente la religiosidad sin fruto (vv. 18-22), y Jesús debate con los dirigentes religiosos (vv. 23-27). Nuestro Señor Jesús tiene tres tipos de confrontaciones con la elite religiosa, la cual se lleva en el espacio “sagrado” que era el templo. Este relato se completa con tres parábolas (21:28-32; 21:33-46; 22:1-14) con las cuales Jesús juzga a dichos dirigentes (21:45).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

“Y entró Jesús en el templo [de Dios]” (v. 12)

La entrada de Jesús en el templo fue seguida de una gran multitud que lo reconocía como profeta (21:11). Es decir, Jesús no estuvo acompañado tan solo de los Doce. Este dato es clave para comprender por qué Jesús no fue detenido por la guardia que custodiaba el templo. Observe que el pueblo estaba con Jesús, dado que lo tenían por profeta (21:46). La guardia no pudo hacer nada sino observar lo que hacía Jesús.

Jesús al entrar al templo llevó a cabo una acción sorprendente: echó a los mercaderes y compradores, y volcó las mesas de los cambistas de monedas y las sillas de los vendedores de paloma. ¿Por qué lo hizo? Se trata de un acto que puede ser evaluado desde varios ángulos. Un zelote pudo haber visto a Jesús como uno de los suyos, los dirigentes religiosos como un atentado a sus intereses (ellos alquilaban a los mercaderes el espacio que utilizaban), y la guardia romana debió sorprenderse por tan arrojado acto. Eso, dado el contexto hostil que se vivía, pudo generar una matanza.

Pero hay dos elementos a considerar: (1) Los negocios hacían ganar a los cambistas de monedas y a los vendedores de animales para los sacrificios sumas astronómicas. Es decir, abusaban económicamente de los fieles que iban a adorar y sacrificar al templo. En suma, lo que sucedía en el templo era un asalto. (2) El celo de Jesús se evidencia en lo que hace y dice. Al echar, obviamente con la fuerza física, a los negociantes, está diciendo simbólicamente algo que remarcará en su enseñanza: el templo es la casa de Dios, es casa de oración. Jesús no había entrado a un mercadillo sino “en el templo de Dios” (v. 12).

Nota: La RV 1960 añade “de Dios” siguiendo manuscritos tardíos. “Al parecer, la adición toú Theoú es una expansión natural con el fin de recalcar la profanación del lugar santo. (…) Aunque tal frase no tendría mayor importancia para los judíos (ya que para ellos “el templo” solo podía significar una cosa), la expresión más larga no sería intrínsecamente objetable para nadie.” (Metzger 2006:44). 

“Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada…” (v. 13)

Junto con la acción profética y simbólica, Jesús sentenció que la casa de Dios había sido convertida en una cueva de ladrones. La gran mayoría de versiones de la Biblia traducen lestón por “ladrones”, pero ese término literalmente significa “bandoleros” o “bandidos” (como en 27:44, lestaí). De hecho, hace sentido que éstos hayan hecho del templo una “cueva”, la cual les servía tanto para refugiarse como para esconder lo robado. Los comerciantes amparados por los “respetables” líderes religiosos no eran mejores que los dos bandoleros que fueron crucificados junto con Jesús.

“La demostración llevada a cabo por Jesús (…) fue más bien una protesta contra la profanación del Santuario y un gesto profético destinado a atraer la atención sobre las características del verdadero culto.” (Levoratti 2007:371). Por lo mismo, el Señor Jesús no dudó en citar a dos profetas: Isaías (56:7) y Jeremías (7:11). Por lo tanto, su acción no fue el resultado de un momento de furia, como algunos interpretan, sino que expresó el celo de Jesús por la casa de Dios y con una fuerte base bíblica tomada de los profetas. 

Este hecho suscitó algo: vinieron a Jesús las personas enfermas (ciegos y cojos) y él los sanó. ¡El Señor hizo milagros hasta en el mismo templo! Pero, además, algunos muchachos (niños, paídas, v. 15) que también estaban en el templo, exclamaban a gran voz ¡Hosanna al Hijo de David!, es decir reconocieron a Jesús como el Mesías en el mismo recinto dominado por los principales sacerdotes y los demás líderes religiosos (escribas y fariseos). Lo que sucedió en el templo fue demasiado para éstos. Habían perdido el control del templo y sus intereses, al menos por un momento. 

“Pero los principales sacerdotes y los escribas… se indignaron” (v. 15)

No sabemos exactamente cómo expresaron ese sentimiento de intenso enfado los principales sacerdotes y los escribas, aunque sí queda claro que le reclamaron a Jesús por aceptar esa alabanza. Frente a ello Jesús les preguntó si conocían el Salmo 8:2, para luego retirarse a Betania, una pequeña ciudad a 6 kms. de Jerusalén, donde debía reposar.

“La confesión de los niños es peligrosa y amenazadora. Jesús les dijo: “Sí”. Contrariamente a la convicción de los jefes religiosos de que le ha sido indebidamente aplicado ese título y debe rechazarlo, él lo acepta como apropiado. Esos dirigentes se encuentran así opuestos a Dios. (…) Los vulnerables niños de pecho pueden ser una metáfora del pueblo de Dios protegido por Él (Nm 11,12; Dt 32,13).” (Carter 2007:603-604).

“[Jesús] volviendo a la ciudad, tuvo hambre” (v. 18)

Jesús “por la mañana” va a volver a Jerusalén de manera intencionada, tal vez sin desayunar, por lo que le dio hambre (v. 18). En el camino Jesús vio una higuera a la cual se acercará. Pero la higuera aunque tenía hojas no tenía fruto alguno, y por tanto no pudo satisfacer al Señor. Jesús la maldijo y la higuera se secó. Todo esto fue visto por sus discípulos (v. 20) a quienes ahora les da una lección. Lo que hizo el Señor Jesús había sido un acto simbólico.

 “Las acciones simbólicas de los profetas son algo así como «parábolas en acción», que no solo predicen un acontecimiento sino que lo introducen de modo efectivo. A este género pertenece la maldición de la higuera que no tenía frutos. Jesús buscó frutos de justicia en la ciudad santa, pero no los encontró. (…) Jesús realizó esta acción simbólica con la mirada puesta en aquellos que cerraban los oídos a su mensaje y no se mostraban dispuestos a la conversión. Por eso el relato culmina con una invitación a la fe y a la oración confiada.” (Levoratti 2007:372).

Efectivamente, la maldición de la higuera en realidad es la condenación de toda la religiosidad vacía y sin frutos que estaba representado en el templo y su elite religiosa. El templo ya había dejado de ser la casa de Dios, la casa de oración, por lo que de ahora en adelante se puede orar con fe en todo lugar (vv. 21-22). Finalmente, el templo sería destruido (24:1-2). Las referencias al “monte” y al “mar” tienen también un sentido simbólico o figurado (v. 21).

“La maldición de la higuera convierte a Jesús en modelo de esa fe poderosa, y al discipulado en una imitación de él. ¿A qué hace Jesús referencia con monte? (…) La frase arrójate al mar, recuerda el castigo de los cerdos/demonios como representantes del poder militar romano en 8,28-34. Sigue el mismo camino el templo, con su sistema de explotación de los pobres, que beneficia los intereses de la elite. Así pues, la fe es el medio de encontrar el imperio divino y de anticipar, imaginar, vivir y pedir el advenimiento de un nuevo orden mundial bajo el justo y misericordioso reinado de Dios.” (Carter 2007:606).

“¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad?” (v. 23)

Esta última sección aborda el tema de la autoridad (exousía, vv. 23, 24, 27). El reclamo de los principales sacerdotes y ancianos del Sanedrín se da en el templo mientras Jesús enseñaba al pueblo (v. 23). Todavía los líderes religiosos respiran por la herida y abordan a Jesús con dos preguntas: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? Y ¿Quién te dio esta autoridad? Pero el Señor no les responde directamente, sino les hace una pregunta sumamente incómoda, pues les menciona el bautismo y mensaje de Juan, es decir si provenía de Dios o no (v. 25).

“El diálogo está construido de acuerdo con un esquema característico de la discusión rabínica: pregunta, contrapregunta, respuesta. (…). La expresión de Dios o de los hombres propone un dilema: si sus antagonistas decían de Dios, se reconocían culpables de no haber creído en las palabras de Juan; si decían de los hombres, se desacreditaban delante del pueblo, que consideraba al Bautista como un enviado de Dios. La negativa de Jesús corresponde al No sabemos de sus adversarios (v. 27).” (Levoratti 2007:372). Así termina abruptamente este relato conflictivo. 

Y aunque ya no hay nada que discutir el Señor narrará tres parábolas cuyo tema es el Reino de Dios. En la parábola de “los dos hijos” hasta las rameras y los publicanos entran en el Reino antes que los líderes religiosos (21:31), en la de “los labradores malvados” a esos mismos líderes se les quita el Reino (21:43), y en “la fiesta de bodas” -que también es una parábola del Reino (22:2)- hubo invitados no dignos (22:8), los cuales no fueron “escogidos” (22:14). Éstos fueron echados de la boda (22:13). De esta manera, la clase religiosa, de la que eran parte los fariseos, quedan fuera del Reino (23:13). Justamente con éstos proseguirán las controversias (22:15; 22:34), así como su posterior condenación (23:2-36).

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

El Señor Jesús confrontó lo que se hacía en el templo (vv. 12-13) y a los que defendían lo que sucedía allí, es decir al comercio que instrumentalizaba la religiosidad o fe de las personas (v. 23). El concepto que el Señor tenía del templo de Dios era muy elevado y no dudó en sostener un debate con aquellos líderes religiosos.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Jesús tiene un alto concepto del templo, la casa de Dios, el cual le viene de la enseñanza de los profetas (Isaías y Jeremías).

Jesús muestra celo para defender lo que es de Dios (el templo) y para denunciar lo que ofende a Dios (convertir su casa en una cueva de ladrones).

Jesús acepta la alabanza de los niños y los defiende de la indignación de los líderes religiosos que se habían “adueñado” del templo.

Jesús condena la religiosidad que instrumentaliza lo sagrado (el templo) y hace negocios con la fe de las personas que iban a sacrificar a Dios. 

Lecciones para todos:

Si el Señor Jesús condenó la religiosidad que profanaba el templo y no se traducía en frutos, lo sensato es deducir que nuestras vidas deben -además de aceptar el mesianismo de Jesús (21:15)- sintonizar con sus exigencias. Por lo mismo, debemos esforzarnos en mostrar frutos de justicia así como persistir en la oración de fe (21:22).

Fuentes usadas:

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

Metzger, Bruce. (2006). Un comentario textual al Nuevo Testamento Griego. Nueva York: Sociedad Bíblica Americana.

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