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21 de mayo de 2021

JESÚS Y EL PERDÓN ENTRE HERMANOS

 Por Martín Ocaña Flores

TEXTO BÍBLICO (Mateo 18:15-20)

“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.

De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. RV 1960).

 CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Aunque a primera vista el relato (vv. 15-20) parece autónomo, no lo es. La pregunta de Pedro a Jesús y la respuesta correspondiente (vv. 21-22), dan lugar a la parábola de “los dos siervos deudores” (vv. 23-35) donde la enseñanza final enfatiza el perdón entre hermanos (v. 35). Entonces, el relato completo va hasta el final del capítulo 18. Dicha parábola grafica bien el perdón como una expresión del Reino de Dios (Malina & Rohrbaugh 1996:94).

Es interesante observar que el relato, que inicia en el v. 15, se vincula al párrafo anterior (vv. 1-14). “Por tanto” (dé), indica que hay una continuidad de ideas, pero añadiendo un nuevo término que aparece tres veces: “hermano” (vv. 15, 21, 35). Entonces los “pequeños” (vv. 6, 10, 14) son los “hermanos”, es decir son parte de la iglesia (ekklesía, v. 17). Así como se recibe a los niños (o “pequeños”) en el nombre de Jesús (v. 5), de igual manera la iglesia se reúne en el nombre de Jesús con un propósito definido (v. 20).

Nota: El Señor Jesús ya había enseñado sobre el perdón en el contexto de la oración del Padrenuestro: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (6:14-15). Ahora, el Señor amplía su enseñanza pero en relación a la comunidad eclesial (18:18-20).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

“si tu hermano peca contra ti” (v. 15)

El Señor Jesús ahora plantea una situación que es común en el marco de las relaciones personales: el pecado de un hermano contra otro, el cual se menciona mediante dos verbos (“peca”, v. 15; “peque”, v. 21). ¿Pero a qué tipo de pecado se refiere? Si se observa el v. 35 entonces queda claro que se trata de las “ofensas” que cometió un hermano. Pero aquí hay un problema de fondo (y no sólo de formas) que hay que abordarlo lo más objetivamente posible.

Nota de traducción: Ninguna versión de la Biblia dice “sus ofensas”, salvo la RV en sus ediciones autorizadas de 1960 y 1995, y la Versión Moderna (de 1929). En el texto griego no aparece tal expresión. Por razones que desconocemos, estas traducciones especifican el tipo de pecado con un añadido injustificado (las ofensas, v. 35). Carecen de base textual -las variantes de los manuscritos- para incluirlo. Por su parte, la RV Actualizada de 1989 y la RV Contemporánea de 2009, corrigiendo a las versiones mencionadas, han quitado la expresión “sus ofensas”. 

El texto original entonces deja abierto el sentido del pecado cometido, pues intenta sostener que entre los hermanos se pueden dar diversos tipos de faltas (y no sólo las ofensas con palabras). La parábola de los dos siervos deudores, por lo mismo, ratifica eso: el pecado del siervo malo no es una ofensa verbal al consiervo, sino el abuso de poder -lo manda a la cárcel- así como la falta de solidaridad y de misericordia. Frente a ello, dice el v. 35, hay que perdonar de corazón.

Bien miradas las diversas situaciones en una congregación, ¿las faltas o los pecados entre hermanos sólo son de carácter verbal? Las cartas del Nuevo Testamento y la experiencia eclesial dirían que no. El Señor Jesús en su enseñanza no sólo menciona al hermano que peca (es decir, ofende, estafa, maltrata psicológicamente, abusa, calumnia, roba, explota económicamente, engaña sentimentalmente, agrede físicamente, etc.), sino que delega la tarea reconciliadora al maltratado-ofendido.

En los vv. 15-17 se encuentran “tres formas de solución de conflictos: «enfrentamiento» (v. 15), «negociación» (v, 16) y «sentencia judicial» (v. 17)”. (Malina & Rohrbaugh 1996:94). Estas formas tienen un procedimiento gradual, en caso que el ofensor-pecador no quiera corregir su falta o pecado. Lo primero está en el nivel personal e implica una amonestación, la cual él debe oír, es decir aceptar su falta (v. 15). Sin duda es un enfrentamiento, pero de manera personal. Nadie tiene por qué enterarse de tal encuentro.

El segundo procedimiento, en caso de no funcionar el primero, involucra a dos o tres “testigos”. Esta era una práctica que venía desde los tiempos de Moisés (Dt 19:15-21). Se trata de un pequeño grupo de personas con madurez -sacerdotes o jueces, según ese texto- convocados para ayudar en la resolución del conflicto. El maltratado-ofendido, como es evidente, intenta dar solución a un hecho que afecta a la comunidad de fe. Pero si el ofensor-pecador no oye a los testigos (v. 17), entonces se lleva el caso a la iglesia, la comunidad de fe (vv. 17-19).

La iglesia también tiene una opinión, pero “si no oyere a la iglesia” ésta tiene el poder de emitir una sentencia judicial (eclesial) contra el ofensor-pecador: tomarlo como un pagano que no conoce a Dios ni su ley (es decir, un gentil), como alguien de mala fama a quien se mira con sospecha (un publicano). La congregación hizo lo que pudo (Rom 12:18), pero la culpa recae en el ofensor-pecador, pues éste nunca tuvo la intención de reconocer su falta-agravio (v. 17).

Pero, ¿cómo se llegó a esa situación? “La severa medida disciplinar se aplica solamente al miembro recalcitrante, que se resiste incluso a escuchar a la comunidad. La expresión gentil y publicano puede resultar chocante, pero no implica desprecio sino que se refiere en general a las personas que no pertenecen a la ekklesía”. (Levoratti 2007:363).

“todo lo que atéis en la tierra… y todo lo que desatéis…” (v. 18)

La iglesia tiene un poder espiritual, que el Señor Jesús le ha delegado, para arreglar los conflictos entre hermanos. (Todo esto se explica con un lenguaje metafórico: atar, desatar, tierra, cielo). Y aunque la autoridad es de la iglesia y sus autoridades, se depende del Padre que está en los cielos” (v. 19).

“En el contexto de 18,15-17, atar y desatar aluden a la misma tarea de establecer una conducta apropiada. (…) En concordancia con la voluntad de Dios (18,10-14), la comunidad trabaja en la difícil tarea de restablecer la armonía. Por esto debe rogar mientras realiza su labor reconciliadora (18, 17). El verbo pedir denota plegaria en 6,8. Ponerse de acuerdo en rogar por la rehabilitación del ofensor expresa la disposición de los miembros de la comunidad (¿también del ofendido?) de llegar al perdón y a la reconciliación”. (Carter 2007:533).

“dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (v. 20)

Nuevamente nos encontramos con un problema en la traducción de la RV 1960. El término sunenménoi significa “reunidos”, aunque más literalmente “los que se juntan”. De ahí que casi todas las versiones de la Biblia traduzcan como la DHH: “donde dos o tres se reúnen en mi nombre”. La RV 1960 al traducir “congregados” da la idea de un culto aunque se hallen presentes tan sólo dos o tres hermanos. Así se ha interpretado este texto en muchas iglesias evangélicas. 

Pero el sentido de sunenménoi hay que encontrarlo en relación al v. 19 (“dos de vosotros”), e incluso al v. 16 (“dos o tres testigos”). Es decir, sunenménoi se refiere a la iglesia mediante sus autoridades que se reúnen en el nombre de Jesús para tratar las situaciones judiciales-eclesiales por resolver. Lo correcto es que dos o tres autoridades aten o desaten, orando al Padre que está en los cielos, y tomando las decisiones en el nombre de Jesús. De esta manera se arreglan los conflictos y se procura la reconciliación.

Pero no siempre los conflictos se arreglan. Un ejemplo triste se encuentra en 1 Cor 5 donde se dio un caso escandaloso de inmoralidad sexual. El apóstol Pablo escribió lo siguiente: “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás…” (vv. 4-5). “La iglesia es esencialmente santa, pero existencialmente, y mientras dure el mundo, vivirán en ella justos y pecadores, a quiénes habrá que corregir según cierto “orden”: corrección secreta, corrección privada ante testigos, denuncia pública ante la autoridad constituida en la iglesia”. (Cantera & Iglesias 2000:1104, nota de pie).

Después de la lección que el Señor había dado, Pedro se le acercó para hacerle una pregunta algo insólita: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? (v. 21). “Es posible que Pedro pensara que estaba siendo enormemente generoso al sugerir “siete veces” como el límite del perdón. Quizá esperaba alguna alabanza o que el Señor redujese su sugerencia magnánima de perdonar siete veces” (Carballosa 2010:145). Pero no fue así. Si creía que siete era una cifra exagerada para otorgar el perdón, pues se equivocó. Mejor no hubiera preguntado.

Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (v. 22)

La exigencia de perdonar a un “hermano” de la congregación por 490 veces “no es una cifra que se ha de tomar al pie de la letra. De lo que se trata, en realidad, es de no poner límite al perdón” (Levoratti 2007:364). Paso seguido, el Señor grafica la lección que le da a Pedro con la parábola de los dos siervos deudores (vv. 23-35). (Debo recordar que una parábola es una ilustración o ejemplo donde se debe ubicar tan solo la enseñanza central sin darle significado a los detalles. Una parábola no es una alegoría).

Un rey al hacer sus cuentas notó que un siervo le debía una suma fabulosa (v. 24), por lo que tomó medidas drásticas que afectaban a la familia del siervo (v. 25). Pero ante la súplica de éste, el rey fue movido a misericordia y le perdonó todo (v. 27). Este siervo, sin embargo, tenía un consiervo que le debía una suma menor (v. 28) al cual no perdonó nada y envió a la cárcel (v. 30). El rey al enterarse de lo que hizo el siervo malo (v. 32) le hizo recordar que debió tener misericordia (v. 33). Al final, el rey lo entregó a sus verdugos hasta que pagase lo que debía (v. 34). Lección: el Padre castigará al creyente que no perdona de todo corazón a su hermano (v. 35). Observe que tres veces aparece la palabra “misericordia” (vv. 27, 33). Ésta debe caminar junto con el perdón verdadero. 

“El rey en la parábola representa a Dios que ha perdonado toda nuestra deuda con su obra de gracia. Por eso los discípulos de Jesús deben perdonar sin límites y su perdón debe alcanzar a todos. Quien ha experimentado la misericordia de Dios no puede andar calculando las fronteras del perdón y de la aceptación del hermano”. (Biblia de América 1999:1482, nota de pie).

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

El Señor Jesús enseña a sus discípulos acerca de la importancia de perdonar al hermano que peca contra uno, además de señalar los procedimientos graduales para solucionar los conflictos.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Al Señor Jesús le importa que en el marco de las relaciones personales prevalezca el perdón y, con ello, la reconciliación en la comunidad cristiana. 

Lecciones para todos:

Si reconocemos que hemos sido los ofensores-pecadores, debemos buscar las formas de reestablecer la comunión con el hermano al que le hemos faltado.

Si somos los maltratados-ofendidos debemos buscar las formas de procurar la reconciliación. Y si para ello hay que perdonar las veces que sean necesarias, hay que hacerlo.

Si estamos en un nivel de autoridad eclesial debemos en el nombre del Señor orar, pedir la dirección al Padre celestial y actuar procurando la reconciliación (por más que exista la posibilidad de no encontrar el perdón requerido).

Fuentes usadas:

Biblia de América. (1999). Madrid – Salamanca – Navarra: PPC – Sígueme – Verbo Divino.

Cantera, Francisco & Manuel Iglesias. (2000). Sagrada Biblia. Versión crítica sobre los textos hebreo, arameo y griego. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

Carballosa, Evis. (2010). Mateo: La revelación de la grandeza de Cristo. Tomo II. Grand Rapids, MI: Portavoz.

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

Malina, Bruce & Richard Rohrbaugh. (1996). Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Navarra: Verbo Divino.

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