7 de mayo de 2021

JESÚS TRANSFIGURADO, MESÍAS GLORIFICADO

Por: Martín Ocaña Flores

TEXTO BÍBLICO (Mateo 17:1-13)

“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. 

Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. 

Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos. Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista”. (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Este pasaje está unido al anterior, donde el Señor Jesús dijo que algunos de los discípulos verían al Hijo del Hombre viniendo (erjómenon) en su Reino (16:28). Prueba de ello es la conjunción con que inicia este relato: “Y” (Kaí), la cual omiten la mayoría de las traducciones -por razones que desconocemos- a excepción la Biblia Textual y el Nuevo Testamento de Pablo Besson. Pero “esa conjunción es importante, puesto que une las palabras finales del capítulo 16 con el relato de la transfiguración en el capítulo 17”. (Carballosa 2010:100).

Los otros evangelios sinópticos registran el acontecimiento (Mc 9:2-13 y Luc 9:28-36). Y Pedro menciona la transfiguración de esta manera: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo”. (2 Ped 1:16-18). 

Todo esto significa que este hecho tuvo en los primeros cristianos un profundo efecto. Pero, ¿Qué significa la transfiguración de Jesús? Puesto que en la historia anterior los discípulos no entendían del todo la naturaleza sufriente del Mesías (16:22), el Señor retomará el tema mediante esta “visión” (hórama, 17:9). A pesar de esta insistencia, después de la sanidad del joven endemoniado (17:14-21) nuevamente el Señor volverá a recalcar la naturaleza de su mesianismo: “El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; más al tercer día resucitará.” (17:22-23). La cruz y la resurrección eran inevitables.

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

“y se transfiguró delante de ellos” (v. 2)

La palabra griega metemorfóthe es un aoristo en voz pasiva que debe traducirse literalmente “fue transfigurado”, como bien traduce Pablo Besson. Es decir, la acción no provino de Jesús mismo sino de Dios Padre, quien hablará a los tres discípulos-testigos de este hecho. El verbo principal es morphé (forma, figura), lo que significa que Jesús “se transformó” (PDT) en su aspecto o apariencia: “resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz” (v. 2). Todo esto aconteció en un monte alto (v. 1), que ciertas tradiciones identifican como el Monte Tabor.

El relato de la transfiguración de Jesús tiene muchos elementos que recuerdan simbólicamente los acontecimientos que acompañaron al éxodo de Israel: monte (v. 1), rostro que resplandece (v. 2), enramadas (v. 4), nube (v. 5), voz del cielo (v. 5), el mandato a oír (v. 5), temor (v. 6). Si Jesús apareció como un “nuevo Moisés” en el sermón del monte (caps. 5 al 7), ahora se evidenciará la distancia real entre Jesús el Mesías con Moisés y Elías (v. 3).  

“les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él” (v. 3)

El que fue transfigurado fue Jesús (no hay que perder de vista esto), no Moisés ni Elías. Pero “ambos son personajes de suma importancia en el desarrollo del drama de las edades. Uno de ellos, Moisés, es la personificación de la ley de Dios. El otro, Elías, es considerado como el más grande de los profetas. ¡La ley y los profetas dan testimonio de Él!” (Carballosa 2010:103). ¡Su nacimiento, su ministerio, su mesianismo sufriente habían sido anticipados por la ley y los profetas! Jesús, además, desde que inició su ministerio señaló claramente que él no vino a derogarla (5:17).

Según el profeta Malaquías, Moisés y Elías están vinculados al “día de Jehová” (4:4-5), el cual es una referencia al futuro Reino de Dios en tanto juicio e inicio del mismo: “Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, el cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel. He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible”. Pero hay una gran diferencia entre Jesús y los personajes mencionados. Jesús el Mesías es el Hijo amado (v. 5). Y su transfiguración, según los evangelios, es “algo así como un anticipo de la gloria del cuerpo resucitado” (Carballosa 2020:102).

“Entonces Pedro dijo a Jesús…” (v. 4)

Observamos nuevamente al impetuoso Pedro. Él habla, y no Jacobo ni Juan. Pero sus palabras muestran un evidente sentido de complacencia, en el cual él involucra a los otros discípulos (“bueno es para nosotros que estemos aquí”). No sabemos si sus palabras sólo muestran un deseo personal o si de verdad era un deseo de los demás. Como fuese, hay una notoria desviación en la propuesta de hacer enramadas para cada uno de los tres. Pedro se equivoca una vez más.

“La sugerencia de Pedro tenía que ver con la construcción de “enramadas” o “refugios” como los que los hijos de Israel hicieron en el desierto en tiempos de Moisés (ver Dt. 16:13-16). La idea de Pedro era que Moisés, Elías, Jesús y los tres apóstoles permanecieran en aquel monte por un tiempo largo. Pedro no era consciente de que la transfiguración era un acto pasajero y no una cuestión permanente. Jesús todavía tenía que enfrentarse a la experiencia de la cruz”. (Carballosa 2010:105).

“Mientras él aún hablaba…” (v. 5)

Dios Padre entonces interviene en esta visión (o teofanía). Y con ello interrumpe la propuesta de Pedro. Jesús no ha sido transfigurado para que se le haga una enramada. Se le ha visto resplandeciente tanto en su rostro como en sus vestiduras porque anticipa su resurrección y su cuerpo glorificado, es decir el Reino de Dios en su esplendor. Pedro, Jacobo y Juan son privilegiados testigos de ello, pero como es evidente no han captado del todo el sentido de tal visión.

Dios habla como lo hizo en el bautismo de Jesús (3:17). “El bautismo es la confirmación de la mesianidad a nuestro Señor, mientras que la transfiguración es la confirmación de esa mesianidad a los discípulos”. (Carballosa 2010:106). Pero no es suficiente saber eso de Jesús el Hijo amado, debe ser escuchado (“a él oíd”, v. 5). ¡Pero hasta ahora no han querido escuchar que el Mesías debe padecer en Jerusalén! Si en 16:22 Pedro le pidió a Jesús que no vaya a la cruz, en 17:4 quiere –tal vez sin pretenderlo- desviarlo de su destino, ofreciéndole una enramada (junto a las otras dos erigidas a esos personajes ilustres del Antiguo Testamento).

Los discípulos al escuchar a Dios Padre se postraron y tuvieron un gran temor (v. 6). Se debe recalcar que solo tuvieron miedo después que Dios habló. La visión que deslumbró a los discípulos fue puntual, pero al final Moisés y Elías desaparecieron. Jesús quedó solo (v. 8). Por supuesto, él debía seguir el ministerio trazado por Dios Padre. Nada debía oponérsele o distraerlo. El Mesías debía morir y ser resucitado. El Reino de Dios ya vino en Jesús transfigurado, y tres discípulos han sido testigos de tal acontecimiento (16:28). Nada detendrá que su cuerpo sea glorificado.

“La voz celestial ordena que Jesús sea escuchado como el nuevo Moisés (Dt 18,15), y los discípulos caen con el rostro en tierra en actitud reverente ante el Maestro (cf. Mt 28,17). Al término de la visión, cuando los discípulos alzan los ojos, Jesús está solo porque ya no hace falta nadie más: él es el perfecto y definitivo Maestro de la Ley. Sin embargo, su gloria es solo pasajera, porque Jesús es también el Servidor del Señor, que debe sufrir y morir antes de entrar, por su resurrección, en la gloria definitiva (cf. 12,17-21; 16,21-23)”. (Levoratti 2007:359).

“Cuando descendieron del monte” (v. 9)

Por orden de Jesús los testigos de la transfiguración no debían testificar de la visión “hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos”. Allí está la clave del relato. La transfiguración realmente habla de la glorificación del resucitado. Al momento resulta difícil de entender, pero como les indicó el Padre, deben oír a Jesús (v. 5), y por tanto obedecerle. Ahora, más bien, los discípulos tienen otro interrogante, pero es sobre algo que enseñan los escribas (v. 10).

“Entonces los discípulos comprendieron…” (v. 13)

Los escribas no estaban equivocados cuando enseñaban (en base a Mal 4:5), que era necesario que venga Elías en el contexto de la llegada del Reino de Dios (v. 10). El punto era que ellos no lograron identificar al “Elías” que “ya vino y no le conocieron” (v. 12). De hecho, muchas personas tenían el mismo problema que los escribas, de ahí la indicación que Juan el bautista era el “Elías que había de venir” (11:14). Observe que este último versículo guarda relación con el Reino de Dios (11:11-12).

Los tres discípulos, con la aclaración que les hizo el Señor, al fin comprendieron la naturaleza de la misión de Juan (v. 13). Pero así como éste padeció y murió (14:1-12), de igual manera el Hijo del Hombre padecerá a causa de los escribas (v. 12). De esta manera, una vez más Jesús les reitera su mesianismo sufriente.

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

La transfiguración de Jesús a tres de sus discípulos es un anticipo de su resurrección o glorificación. La presencia de Moisés y Elías remiten -según el profeta Malaquías- al futuro Reino de Dios (que ahora se hace presente en Jesús). Los discípulos no sólo escucharon la voz de Dios Padre, sino que vieron anticipadamente el Reino el cual exigía que Jesús pase primero por la cruz.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

El Señor Jesús, mediante su transfiguración, muestra a tres discípulos que el Reino de Dios se hace presente en él. Dios Padre ordena a los discípulos que le escuchen. 

La transfiguración de Jesús nos muestra el plan de Dios Padre para su Hijo amado. Será glorificado, pero primero tendrá que padecer en la cruz.

Lecciones para todos:

Los cristianos no podemos desviarnos de la forma cómo Jesús se revela. Hay que oír al Padre y a Jesús su Hijo. Tampoco debemos distraer a Jesús con ofrecimientos, él tiene una misión que cumplir. Así lo dice la ley y los profetas.

Fuentes usadas:

Carballosa, Evis. (2010). Mateo: La revelación de la grandeza de Cristo. Tomo II. Grand Rapids, MI: Portavoz.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

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