Pastor Martín Ocaña
Mateo 2:1-12
vv. 1-2 – Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle (proskunésai).
vv. 3-6 – Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta:
“Y tú, Belén, de la tierra de Judá,
No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá;
Porque de ti saldrá un guiador,
Que apacentará a mi pueblo Israel”.
vv. 7-8 – Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore (proskunéso).
vv. 9-11 – Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron (prosekúnesan); y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.
v. 12 – Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
COMENTARIO:
Esta historia enfatiza de inicio a fin el tema de la adoración a Jesús (vv. 2, 11) por los magos (o sabios, más exactamente). Incluso el mismo rey Herodes, con palabras engañosas, dijo a los sabios que él también quería adorar al niño (v. 8). Todo el relato está revestido de esta idea: el niño Jesús, quien es el Cristo, merece ser adorado. Pero para adorarlo primero hay que encontrarlo (¿Dónde está?, v. 2). Y encontrándolo hay que fijar los ojos en él, no en su madre (observe que el v. 11 dice vieron al niño con su madre María, no que vieron a María con su hijo). La centralidad de Jesús es notoria en todo el pasaje.
Al niño Jesús se le menciona varias veces (vv. 1, 2, 4, 8, 9, 11) lo que ya indica su importancia en el relato. El niño es el rey de los judíos (v. 2, comparar con 27:37), así como Mesías (v. 4) y Pastor de la nación (v. 6). Rey-Mesías-Pastor hablan de su identidad y propósito al venir en carne por designio de Dios. Según Luc 2:1-20 Jesús al nacer recibió la visita de los pastores y de otras personas, seguramente los vecinos de Belén (Luc 2:18). La historia contada por Lucas antecede a la visita de los sabios, quienes habían visto la estrella que apareció sobre Belén desde su lugar de origen, el oriente (Mt 2:1-2).
Los sabios representan a los gentiles temerosos de Dios y que saben de la llegada del niño Jesús quien es el (verdadero) rey de los judíos, el Mesías. Esos sabios, como dice un comentarista bíblico: “estudiaban los astros y veían en ellos signos del curso de la historia humana. El texto no dice cuántos eran los magos. Estos representan anticipadamente a los pueblos no judíos que reconocerán a Jesús como el Mesías”. (Biblia de estudio. Nuevo Testamento y Salmos. Sociedades Bíblicas Unidas, 1990).
Estos sabios, posiblemente debido a que eran extranjeros en la región de Judea (Jerusalén, Belén, vv. 3, 5), fueron poco prudentes pues comenzaron a preguntar abiertamente por el rey de los judíos que ya había nacido (v. 2). Una pregunta como esa debe haber sorprendido a todos los habitantes de la ciudad, además de generar diversas preguntas. ¿Es que habrá nacido alguien en el Palacio de Herodes y nadie lo sabía? ¿Cómo, Herodes acaso no es el rey? ¿O es que ya hay otro rey? Lo cierto es que la gente comenzó a hablar hasta que Herodes se enteró, y “se turbó, y toda Jerusalén con él” (v. 3).
La Biblia de Jerusalén traduce “se sobresaltó” (v. 3). ¿Por qué esta reacción? No hay que olvidar que el rey Herodes ocupaba ese lugar porque cumplía un rol político-militar en Palestina que le había encargado el emperador romano. Una de sus funciones era acabar con todo movimiento de resistencia judío bajo la dirección de su “Mesías”, a quien llamarían “rey de los judíos” y lo entronarían como tal. Por eso, cuando la población se enteró del anuncio de los sabios se sobresaltaron, pues sabían de lo que era capaz de hacer Herodes con tal de desaparecer toda resistencia judía que intentara deponerlo, cosa que pronto comprobarían una vez más (2:16-18).
En ese sentido los sabios, ignorando la crueldad de Herodes, acudieron a él cuando éste secretamente los convocó para explicarle lo que ellos sabían (v. 7), sin imaginar que Herodes ya antes había indagado con todos los principales sacerdotes y escribas acerca de dónde nacería el rey de los judíos (v. 4). Aquí surgen dos preguntas: ¿Por qué la clase religiosa judía fue tan complaciente con Herodes y respondió sus preguntas? (dado que en teoría ellos esperaban también al Mesías). ¿Es posible que hubieran llegado a algún acuerdo beneficioso para ambos poderes (político y religioso) en caso de encontrar al niño Jesús?
Como fuese, Herodes se las ingenió astutamente para que los sabios fueran a Belén a indagar por el niño. Es decir los utilizó. Hasta les dijo que él también quería adorarlo, y al parecer le creyeron (v. 8). Luego los sabios siguieron a la estrella que habían visto en oriente (v. 9) el cual los condujo hasta “donde estaba el niño”. Según el v. 10 los sabios se gozaron al ver la estrella. Pero la estrella no era lo principal, nunca lo fue. El gozo estaba en que vieron la estrella la cual señaló el lugar exacto donde estaba Jesús. La estrella los llevó a Jesús, y si no hubiera sido así no hubiera tenido sentido gozo alguno. El viaje que iniciaron los sabios en tierras lejanas por fin los llevó a la persona por quien estuvieron preguntando.
Según el v. 11 el niño estaba con su madre María. Dos datos llaman la atención de este versículo: (1) José no se encontraba cuando llegaron los sabios, aunque luego aparecerá en los vv. 13-23 en el contexto de la huida a Egipto y el retorno a Nazaret; (2) el niño y su madre están ahora en una casa (oikían), lo que indica otro momento de “la familia sagrada” respecto a su ubicación. Jesús cuando nació no tuvo lugar en el mesón (Luc 2:7), pero cuando pasaron los días lo más probable es que José consiguió una habitación o casa hasta que María y el niño tomasen fuerzas para retornar a Nazaret, su ciudad de origen. (Recuerde que José y María salieron de Nazaret rumbo a Belén por razón del censo, no fueron para quedarse allí. Su hogar siempre estuvo en Nazaret y ahí tenían que regresar, vv. 22-23).
Una aclaración cronológica e histórica: José y María salieron de Nazaret para ser censados en Belén. Ambos debían ser empadronados (Luc 2:4-5). Allí sucedió el nacimiento de Jesús (Luc 2:6-7). Dado que Belén está a unos pocos kilómetros de Jerusalén aprovecharon para inscribirlo como hijo suyo ante el sacerdote encargado del templo. Esto sucedió a los ocho días, conforme a la ley, y lo que implicó que el niño sea circuncidado (Luc 2:21-22). Una vez cumplido el ritual pudieron retornar el mismo día a Belén. ¿En qué momento fueron censados? El texto bíblico no lo dice, pero tal vez ocurrió en el lapso del nacimiento de Jesús y su circuncisión en el templo. Retornaron a Belén y justo ahí llegaron, guiados por la estrella, los sabios y le ofrecieron su adoración y sus dones (Mt 2:9-11).
La “familia sagrada” pasó algunos días más en Belén antes de su retorno a Nazaret, pero el ángel del Señor les advirtió del peligro de muerte y tuvieron que huir a Egipto (Mt 2:13-14). Una vez muerto Herodes retornaron a la región de Galilea -no a la región de Judea, Mt 2:22-, más específicamente a Nazaret (Mt 2:23). Salieron de Nazaret dos personas, volvieron a Nazaret tres. El evangelista Lucas sintetiza esa amplia historia de esta manera: “Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret (Luc 2:39). Pero como sabemos, en ese “volvieron a Galilea” estuvo de por medio un largo viaje desde Israel a Egipto y viceversa (Mt 2:21). ¿Cómo financiaron ese viaje de urgencia a Egipto, dado que José y María eran un matrimonio de condición humilde? Lo más probable es que parte de los regalos que llevaron los sabios lo utilizaron con ese propósito.
Las tradiciones y el cine han desfigurado la historia bíblica. No es que los sabios llegaron con sus regalos a Jesús cuando estaba aún en el establo y con el pesebre a la vista. Tampoco es que se vieron las caras con los pastores, éstos ya habían retornado a sus labores (Luc 2:20), y mucho menos dice el texto bíblico que eran tres los sabios. Tres fueron los tipos de regalo que le ofrecieron: oro, incienso y mirra, y no se sabe el número exacto de los sabios. En el relato lo que importa es que el niño Jesús fue encontrado y adorado por aquellos que supieron entender la señal de la estrella que era, en el fondo, la señal de Dios. Observe cómo también se enfatiza que Herodes buscó a Jesús, pero para matarlo y con ello acabar con la esperanza de los que creían en la llegada del Mesías (como Simeón y Ana, Luc 2:21-38).
Finaliza el relato mostrando cómo fue la adoración de los sabios. La adoración comienza buscando a Jesús (v. 2), lo que incluye una actitud de humildad (los sabios se postraron, v. 11) y el ofrecimiento de dones o regalos (v. 11). Si hubiese una línea descriptiva progresiva sería: (1) búsqueda de Jesús; (2) encuentro con Jesús; (3) humillación ante Jesús; (4) adoración a Jesús; y (5) regalos o presentes a Jesús, el único que lo merece todo.
Se observa que María la madre de Jesús no es objeto de adoración. Pero esto no le quita “mérito”. Dios la eligió en su gracia para así llevar a cabo su voluntad redentora. Las sospechas y el maltrato que recibió en Nazaret, al quedar embarazada antes de casarse con su prometido José, muestra su sufrimiento y su humillación, pero Dios por medio de su ángel también le hizo saber a él acerca de sus planes, y con ello todo cambió. María, junto con José, tuvieron un rol fundamental en la historia de la salvación. Ellos criarían, cuidarían y protegerían al Hijo de Dios, el Salvador.
¿Tiene algún significado el oro, el incienso y la mirra ofrecida en adoración a Jesús? Hay que distinguir entre los presentes materiales y el símbolo que conllevan. Se entiende a primera vista el valor del oro, pero no siempre la importancia del incienso y la mirra. Los presentes ofrecidos a Jesús tenían un alto valor monetario entre los orientales. Y si es que lo hubieran querido vender, digamos en Jerusalén, habrían sido altamente cotizados. Pero simbólicamente dicen algo al dárselo en su adoración a Jesús. El oro es símbolo de realeza, el incienso es símbolo de oración (y por tanto de su ministerio sacerdotal), y la mirra es símbolo de su sufrimiento (en la cruz). Jesús, a la luz de estos símbolos, aunque nació en calidad de Rey tuvo que sufrir por los pecados de la humanidad. Era su ministerio de Rey-Mesías-Pastor.
Finalmente, los sabios fueron advertidos -por revelación divina- que no volviesen donde Herodes, sino que se fueran a su tierra (v. 12). De esta manera los sabios cumplieron su misión: pudieron ver al Rey que buscaban, además de adorarle y simbólicamente describir el ministerio redentor que llevaría a cabo.
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