Pastor Martín Ocaña |
Nota introductoria
Puesto que el tema que desarrollaré es de carácter mayormente histórico, y en menor medida teológico, intentaré ser lo más exacto en los datos al desarrollar el tema. Aunque he leído a diversos autores –evangélicos, católicos y algunos sin confesión religiosa- soy deudor de todos ellos, aunque citaré unos pocos nombres para no aburrirlos con esta exposición. Sí debo indicar que sigo el bosquejo y los planteaientos de Villalpando pero para, sobre esa base, desarrollar mi tema.
Planteamiento y límites del tema
Nuestro tema tiene que ver con los efectos políticos y sociales de la Reforma Protestante. Por un asunto de precisión histórica es mejor hablar de Reformas Protestantes (en plural). Éstas comenzaron en Europa y se extendieron por todo el mundo. Por razones de tiempo sólo voy a hacer referencias a la época de “los inicios” y no a “la expansión” de los protestantismos, lo cual nos daría otros matices teológicos y efectos sociales.
Debo aclarar que todos los reformadores –Martin Lutero, Ulrico Zwinglio, Juan Calvino y todos los que hubieron antes y después de 1517- tuvieron aciertos como errores, por lo que no hay que engrandecerlos ni maltratarlos tanto. Debo indicar también que Lutero fue buen teólogo, pero mal “político” y peor “economista” (bastar ver su ingenuo tratado sobre la usura). Calvino, por su parte, fue también buen teólogo y aún mejor “político” que Lutero, pero no estuvo exento de errores y abusos en el gobierno de Ginebra.
Por otro lado, urge mirar a Lutero y a las Reformas en sus respectivos contextos históricos y culturales. Existe en algunos evangélicos, hasta el día de hoy, la idea que las Reformas trajeron grandes cambios en la sociedad como jamás antes los hubo. No fue tanto así. Las diversas repercusiones hay que ubicarlas como parte de una serie de cambios que ya se daban en la sociedad europea desde tiempo atrás y que las Reformas Protestantes dieron una particular perspectiva teológica. Algo así como que “el espíritu de la Reforma” ayudó a aceptar y/o propagar dichos cambios.
Intentos de falsificar la Reforma
En el contexto de la celebración de “los 500 años” (2017) aparecieron varias lecturas inaceptables de la Reforma las que permanecen hasta hoy, tres años después.
(1) La católica contemporánea que sostiene que no hubo ninguna decadencia, ni moral ni teológica, en la Iglesia de Roma. Las indulgencias siendo vendidas son tan sólo mitos que inventaron los protestantes en su fantasiosa imaginación. Aunque esto parezca una broma de pésimo gusto, así lo han indicado algunos estudiosos de la Iglesia Católica Apostólica y Romana (ICAR).
(2) La neo-pentecostal que reduce groseramente la Reforma Protestante a la “interioridad religiosa” sin ningún efecto social o político, por lo que Dios, según ellos, va a traer en el siglo XXI la renovación social, política y –sobre todo- económica al mundo entero por medio de los nuevos apóstoles. Esto explica por qué éstos pomposamente se autodesignan como “la Nueva Reforma Apostólica”.
(3) La ecuménica radical que “olvida” adrede que los protestantismos proclamaron la autoridad de la Escritura como Palabra de Dios. También “olvidan” que la ICAR se convirtió en 1929 –en el contexto de la Italia del fascista Benito Mussolini- en el Estado Vaticano y que teológicamente no ha avanzado un milímetro pues, a pesar del Concilio de Trento (1545-1563) y el Vaticano II (1962-1965), aún sostienen oficialmente las mismas doctrinas que Lutero enfrentó hace cinco siglos.
He mencionado estas tres interpretaciones equivocadas por cuanto creo que urge leer a los reformadores en sus contextos y comprender, hasta donde sea posible, los alcances y límites de sus pensamientos.
Entender a Lutero en su tiempo
Para comprender a Martín Lutero hay que situarlo en su contexto cultural, social y político. Lutero nació en 1483 en Eisleben, Sajonia, es decir en el Sacro Imperio Germánico que, además de ser el Estado más poblado de Europa era un mosaico de estados y ciudades libres, sin una autoridad común. Es una época, además, donde las estructuras medievales se están resquebrajando y apuntando a algo nuevo. Por tanto, la vida de Lutero transcurre en un contexto de transición entre dos mundos, donde coexisten tanto la sociedad medieval como la Europa nueva o “moderna”. Sólo desde esa tensión es posible entender las Reformas.
En ese cambio de época adquieren un rol importante el Renacimiento y el Humanismo, es decir nuevas formas de ver el mundo y que se exteriorizan en lo intelectual, cultural, religioso y artístico. El Renacimiento (que comienza en Italia como un estilo artístico) y el Humanismo que –como su nombre lo indica- enfatiza la confianza en el hombre y su capacidad crítica, imprimieron en la sociedad una mentalidad signados por el antropocentrismo y el “Yo”; se difundieron de forma rápida gracias a las universidades y la recientemente inventada imprenta. Entre los humanistas más destacados se encuentran Erasmo de Rotterdam (“Elogio de la locura”), Tomás Moro (“La utopía”) y Nicolás Maquiavelo (“El Príncipe”).
Las indulgencias como metáfora de Europa
Todos tenemos la imagen de Lutero lidiando contra las indulgencias que vendía Juan Tetzel quien, además de acompañarse de empleados del Banco Fugger de Augsburg, era el comisionado del Papa León X –proveniente de la familia Medici- para recaudar fondos destinados a construir la basílica de San Pedro en Roma.
Tanto el propósito como el medio de Tetzel van a ser interpretados por Lutero como inadmisibles pues, además de ser una flagrante explotación al pueblo representaba el abuso papal, no se podía sostener con la Escritura. De ahí que las 95 tesis de Lutero (1517) sean una protesta contra las indulgencias y el Papa (quien al momento no tenía la “infalibilidad” que después le otorgaría la ICAR). La tesis 33 de Lutero dice: “Hemos de cuidarnos mucho de aquellos que afirman que las indulgencias del Papa son el inestimable don divino por el cual el hombre es reconciliado con Dios”.
El dato histórico (Lutero contra el Papa por el asunto de las indulgencias) es una metáfora de la corrupción reinante en la vida religiosa y política de Europa en el siglo XVI. Sin ello no se puede entender los efectos o repercusiones políticas, sociales y económicas de la reforma luterana. La crítica de Lutero a las indulgencias era algo en lo que, además, concordaban –por evidentes razones económicas- los campesinos, los burgueses y, por supuesto, los señores feudales (príncipes y duques) germanos. La protesta de Lutero va a ahondar una crisis en la ICAR –que bien se puede graficar con el no lejano Papa Borgia- y en la cual los renacentistas y humanistas hallarán un magnífico apoyo.
¿Por qué prendió tan rápido la reforma en Alemania y ganó el apoyo de los señores, como es el caso de Federico el sabio de Wartburg? ¿Por qué Lutero le dedicó a Federico su traducción alemana del Nuevo Testamento? Ese es el contexto en el que hay que entender la posición de Lutero respecto a las guerras campesinas alemanas (1523–1526), y en donde participaron algunos ex-discípulos suyos como Ulrico Zwinglio y Tomás Müntzer, quienes aprobaban la rebelión de los siervos contra los tiranos.
En todo esto hay que tener en cuenta la situación política de Alemania, ya que el Sacro Imperio tenía una cabeza, el emperador Carlos V, con una autoridad más honorífica que real. Cuando éste intentaba hacer efectiva su dignidad imperial surgían conflictos con los distintos señores locales que querían hacerse con el control de los bienes de la Iglesia. Los príncipes alemanes utilizarán entonces convenientemente a Lutero como aliado político-económico, y Lutero –de forma bastante pragmática- se servirá también de ellos para extender las ideas reformistas. Ambos ganaban, el Papa León X y el emperador Carlos V perdían.
La protesta de Lutero se extendió rápidamente debido al nacionalismo de los príncipes alemanes que vieron la posibilidad de controlar todas las riquezas de la Iglesia. Uno de ellos, el duque de Sajonia, protegió a Lutero tras el Edicto de Worms (1521) en la cual había sido excomulgado. Muchos señores “se convirtieron” de forma convenida para apropiarse de los bienes de la Iglesia. Además se impuso el principio de “en cada territorio, la religión del señor”. Hubo Dietas para solucionar las crisis, como la de Worms, Spira o Augsburg. Entonces Carlos V intentó llegar a una solución negociada, pero ya era demasiado tarde.
Mientras esto sucedía, los príncipes “protestantes” anticipándose a Carlos V, se unieron -con apoyo francés e inglés- en la llamada Liga de Schmalkanda (1531), con carácter defensivo frente al emperador. En 1547 Carlos V los venció en la batalla de Muhlberg pero no pudo aprovechar estos triunfos por la constante amenaza de los turcos y de Francisco I de Francia. En 1548 se acordó que se respetarían ambas confesiones (católica romana y luterana) mientras que no hubiera un concilio que solucionase la querella.
En 1552 los príncipes alemanes se sublevaron y Carlos V tuvo que huir y firmar la paz (Tratado de Passau). No será hasta 1555, en Augsburg, donde la ICAR tan sólo en el papel “aceptará” el luteranismo después de mucho derramamiento de sangre. Luego vendrían otras reformas, como las de Juan Calvino quien creó en Ginebra (entre 1541 y 1563) un gobierno de corte “teocrático”. Cabe resaltar que la reforma calvinista se extendió a Flandes, a Alemania occidental, a Escocia y a Francia de forma bastante rápida.
Repercusiones de las Reformas Protestantes
Es difícil separar los efectos sociales y políticos que proceden “estrictamente” de la fe luterana de las que tienen otra matriz, como es el Renacimiento y el Humanismo. Por otro lado, en aquel momento no existía –como en las sociedades “modernas”- una separación entre “lo religioso” y “lo político”, pues todo estaba fusionado. Hacer una separación es cometer anacronismo. Por eso es un error hablar de las Reformas Protestantes como “reformas religiosas”, dado que ellas afectaron cada aspecto de la vida humana. Nada escapó a la nueva fe reformada.
Un ejemplo: Alguien sale de la religiosidad católica, pues ha entendido a Cristo bajo la enseñanza de los reformadores. Ahora sabe que sólo la fe le salva (y no los rituales católicos). Ha decidido, además, romper con las numerosas fiestas religiosas de su comunidad, las cuales interpreta como paganas. Por añadidura, esa toma de distancia le hace que ahorre dinero el cual invierte en la educación o en un negocio familiar. Su nueva fe “protestante” tiene evidentes secuelas no sólo culturales sino también monetarias. Fe y economía se unen. Y la decisión racional de romper religiosamente con su entorno lo afirma como persona, como sujeto. Ha nacido el “yo” protestante en contra de una religión de “masas” (el catolicismo).
En la Reforma luterana, específicamente, se puede recordar lo siguiente:
1) Para Lutero los cristianos son ciudadanos de “dos reinos”. Uno es un reino celestial y el otro un reino político terrenal. A causa de esta doble ciudadanía el cristiano tiene obligaciones y lealtades dobles. Lutero con esta doctrina apoyaba la división entre “lo espiritual” y “lo material”, poniendo bajo los príncipes todo el poder político y dejando las cuestiones de fe en manos de Dios. Además, pretendiéndolo o no, Lutero liberó de “normas divinas” la política entera, tanto estatal como eclesiástica. Con ello, se deshizo de las jerarquías religiosas y reforzó el poder político en manos de las autoridades “seculares”. La política empezó el camino de la secularización”, y con ello también el derecho positivo.
2) Lutero –con su tratado “La libertad cristiana”- dio un aporte significativo al concepto de libertad, pues desarrolla la idea de que un cristiano es un “libre señor” de todas las cosas y no está sujeto a nadie, pero a la vez es un “servidor de todas las cosas”, sujeto a todos. ¿Quién es ese “libre señor”? Todos los que ejercen un oficio, desde el príncipe hasta el humilde campesino. Todos de ahora en adelante tienen ante Dios y los hombres una misma tarea: servir a los demás. La fe conduce a los actos de misericordia y servicio.
3) Lutero realizó una radical diferenciación entre el “interior” y el “exterior” del ser humano, que es la base de la teología protestante. No es “lo externo” (las obras, los sacramentos, los rituales) lo que salva. Es lo que opera en “lo interno”: la fe y la gracia de Cristo (Sola Fide, Sola Gracia). Si para el protestante el andamiaje ritual de la ICAR –con sus enormes gastos para los fieles- quedaba sin efecto salvífico, entonces con ello se generó una severa crisis económica para las arcas romanas. La ICAR no tuvo entonces más alternativa que buscar en los príncipes leales a León X los ingresos que perdieron con los protestantes.
4) Lutero al traducir la Biblia de sus idiomas originales (hebreo, arameo y griego) al alemán, no sólo invalidó la versión oficial católica (La Vulgata, en latín), sino que con ello le dio un impulso al idioma alemán que él hablaba (y que era tan sólo una de las “variantes lingüísticas” en el Sacro Imperio Germano). Sin pretenderlo, “la Biblia de Lutero” (y sus otros libros) le dio identidad al idioma alemán.
5) La traducción de Lutero tenía otras implicaciones. Si la Biblia –que difundía la imprenta- se entrega al pueblo, éste entonces se torna sujeto en la interpretación de las Sagradas Escrituras, con lo que se derriba el monopolio de la lectura e interpretación del magisterio de la ICAR. La doctrina luterana del “sacerdocio universal de los creyentes” vino a reforzar esta perspectiva. Además, los numerosos escritos de Lutero fortalecieron la educación y, particularmente, la alfabetización de la población. Las letras liberaban a las personas.
6) Lutero –y no así Calvino ni Zwinglio- contribuyó decisivamente en el arte musical. Él mismo era un compositor de himnos (entre los que destaca “Castillo fuerte”). Lutero era un buen conocedor de la música, ejecutaba el laúd, admiraba el canto gregoriano y apreciaba a los famosos compositores y sus melodías populares, algunas de las cuales se convirtieron en cánticos de contenido religioso.
Bien dice Juan Stam: “El paso de la Edad media al mundo moderno significó un cuestionamiento radical del autoritarismo medieval e impulsó la evolución de una serie de libertades humanas que hoy día damos por sentadas. En ese proceso, Martín Lutero desempeñó un papel decisivo. Su mensaje de gracia evangélica nos libera del legalismo (autoritarismo ético). Su insistencia en la autoridad bíblica, interpretada crítica y científicamente, nos libera del tradicionalismo (autoritarismo doctrinal). Su enseñanza del sacerdocio universal de todos los fieles comenzó a liberarnos del clericalismo (autoritarismo eclesiástico)”.
En ningún momento hemos querido exaltar a Lutero y los otros reformadores. Tuvieron virtudes y defectos. Lutero no fue ni un ángel ni un demonio. Pero sí es cierto que cuando nació (1483) toda Europa estaba sometida al Papa, y cuando él murió (1546) la mitad de Europa profesaba la fe protestante. Concluyo citando a Hans Küng: “La Reforma de Lutero fue un cambio mayúsculo del paradigma católico romano medieval al paradigma evangélico protestante. En teología y en el ámbito eclesiástico equivalía a un alejamiento del “eclesiocentrismo”, humano en demasía, de la iglesia poderosa hacia el “cristocentrismo” del Evangelio”.
Bibliografía mínima:
Josef Janacek. La reforma protestante. Buenos Aires: Cartago, 1966.
Luis Villalpando. “Consecuencias político-sociales de la Reforma Protestante”, Valparaíso, Chile: PUC, 1967.
Hans Küng. La iglesia, Barcelona: Herder, 1968.
José Comblin. Tiempo de acción. Lima: Centro de Estudios y Publicaciones, 1986.
Justo González. Historia del cristianismo. Tomo 2. Desde la era de la reforma hasta la era inconclusa. Miami, FL: Unilit, 1994.
Les Thompson. El triunfo de la fe. Martin Lutero y su vigencia hoy. Grand Rapids, MI: Portavoz, 2003.
Juan Stam. “Sobre la teología de los reformadores: unas reflexiones”, Haciendo teología en América Latina, vol. 1, San José de Costa Rica: Visión Mundial y otros, 2004.
Carl Wisloff. A la luz del evangelio. Teología de Martín Lutero. Sucre, Bolivia: Siembra, 2013.
Javier Campos, edit., Lutero, su obra y su época. Madrid: Estudios Superiores del Escorial, 2017.
José Castanyé. Martín Lutero, monje y reformador. Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica, 2017.
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