Por: Martín Ocaña Flores
TEXTO BÍBLICO
“Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre (purénsusan). Y tocó su mano, y la fiebre (puretós) la dejó; y ella se levantó, y les servía (diekónei).” (Mateo 8:14-15)
CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL
“la suegra… postrada… con fiebre” (v. 14)
Llama la atención no que Pedro haya sido casado, por lo demás algo común entre los discípulos de Jesús (1 Cor 9:5), sino que su suegra viviese con él. Esta no era la costumbre entre los judíos, a menos que la suegra hubiese enviudado y ya no tendría a nadie quien la cuidara. (B. Malina & R. Rohrbaugh. Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Navarra: Verbo Divino, 10996, p. 59). Este dato pone a la mujer, además de postrada, en una condición de suma fragilidad social y emocional. (Aquellos que tienen una suegra viuda, o una madre viuda, entienden mejor esta situación).
El texto bíblico describe a la suegra como postrada (bebleménen) y con fiebre (purénsusan). El término bebleménen ya había aparecido antes para describir al hó país (niño-criado) del centurión (bébletai, 8:6), palabra que significa “alguien derribado” o “alguien arrojado al piso”. La fiebre de la suegra de Pedro -gran fiebre, puretó megálo, según Lc 4:38- la había arrojado a la cama y no se podía valer por sí misma. Es posible que al lector moderno -habituado a la medicina occidental y a las farmacias ubicadas cerca de su casa- les parezca un “mini-milagro”, algo de poca valía hecho por Jesús. Pero no es así. En la antigüedad la gente moría por mucho menos que una “fiebre”.
El término “fiebre” (gr. purétos) proviene de la voz pur (fuego, algo que quema), y se refiere a lo mismo que la voz hebrea kaddahath (ardor, inflamación). En la Biblia tiene el sentido de “enfermedad, o género de enfermedades, caracterizada por la disminución de las secreciones, la elevación de la temperatura, de la sed, aumento del ritmo del pulso, y otros síntomas.” (Art. “Fiebre”, en: Vila & Escuain. Nuevo diccionario bíblico ilustrado. Barcelona: CLIE, 1985, p. 387). La fiebre siempre es señal de que algo fuera de lo común está pasando y podría estar vinculada a un virus, una infección o ciertas enfermedades inflamatorias. En algunos casos podría ser el síntoma visible de algo mortal. ¿Y si la suegra de Pedro tenía una complicación mayor de lo que a simple vista era una fiebre?
PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR
“tocó su mano” (v. 15)
Jesús tocó la mano de la mujer y al instante la fiebre la dejó. No dice que Jesús le tocó y le ayudó a levantarse. No. Ella se levantó por sí misma. Esto debe resaltarse dado que, cuando la fiebre se retira, el cuerpo queda débil por algunas horas (y a veces por más de un día). La mujer había quedado sana por el poder del que le tocó la mano. Y es que Jesús no compartía la creencia absurda, de muchos varones de su tiempo, que tocar a una mujer enferma los hacía inmundos. (Craig Keener. Comentario del contexto cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. El Paso, TX: Mundo Hispano, 2003, p. 60).
Jesús al tocar la mano de un enfermo no lo hacía como parte de un ritual de sanación “que se pudiera considerar como la clave para utilizar algún poder curativo mágico. (…) Las curaciones de Jesús apuntaban al poder de Dios que moraba dentro de él, no animaba a las personas a buscar rituales de curación mágica, sino que eran parte de su proclamación del Reino”. (Art. “Enfermedades y medicina en el mundo antiguo”, en: Biblia de estudio NVI Arqueológica. Miami, FL: Vida, 2009, p. 1716). Efectivamente, el Reino de Dios se mostraba en las sanidades (8:17) conforme ya lo había anunciado el profeta Isaías (Isa 53:4).
“y les servía” (v. 15)
La mujer, una vez sana, se puso a servirle (a Jesús). La palabra que aquí se usa es diekónei, que más adelante describirá el accionar de la iglesia (Hch 6:2, diakoneín – servir a las mesas, repartir las provisiones), dando así lugar a un nuevo ministerio eclesial (el diaconado, diakónous, 1 Tim 3:8). Hay que observar que el verbo diekónei “se halla en imperfecto y señala una acción continuada. Es decir, es como si a partir de ese momento la suegra de Pedro comienza a «servirle» con un matiz de continuidad y con la carga de un servicio cultual que este verbo también contiene”. (Marta García. Mateo. Navarra: Verbo Divino, 2015, p. 155).
No hay que ver el diekónei de la mujer en un sentido negativo. La mujer sana no está “cumpliendo un rol tradicional que la sociedad machista le ha asignado” (como algunos dicen hoy día). No. Aquí el servirle a Jesús tiene el sentido de “atenderlo”, como bien parafrasea la PDT. Y esto es algo que todos haríamos, mujeres o varones, cuando alguien nos llega de visita: atenderlo, servirle. La paráfrasis BLS aún va más allá, pues dice: “Entonces ella se levantó y dio de comer a Jesús.” Su servicio era un acto de gratitud.
IDEA CENTRAL DEL TEXTO
Jesús tiene poder para sanar. Nadie queda al margen de ese poder, ni siquiera una mujer postrada y con fiebre. Ese poder es acorde a su mesianismo, es decir al Reino de Dios que ha llegado a este mundo y, en particular, a la vida de las personas enfermas.
LECCIONES QUE APRENDEMOS
Acerca de Jesús:
Jesús se acerca a los enfermos -una mujer viuda en este caso- con el propósito de llegar con su poder sanador (y de testificar con ello que el Reino de Dios ha llegado a esa vida).
Acerca de la mujer enferma:
Su respuesta, es decir su servicio, testifica que la sanidad obtenida fue tan real como inmediata. Ella pasó de la postración al servicio. ¿Ha pasado algo similar con nuestras vidas?
Pastor, Martín Ocaña Flores
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