30 de abril de 2019

METODOLOGÍA DE INTERPRETACIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN DE LOS PADRES DE LA IGLESIA ORIENTAL

Mag. George Reyes

METHODOLOGY OF INTERPRETATION AND CONTEXTUALIZATION OF THE FATHERS OF THE EASTERN CHURCH

Abstract: La metodología hermenéutica de interpretación de los Padres de la Iglesia Oriental es tanto literal como alegórica/tipológica en un sentido analógico. La metodología de contextualización consistía en explicar la interpretación que Cristo había dado del AT; esta explicación se hacía frente a una situación que desafiaba la fe recibida, y en pro de la evangelización y la santidad personal a fin de que el corazón humano se apropie de las enseñanzas de las Escrituras y así alcance su estado espiritual ideal. En suma, tanto la hermenéutica de interpretación como de contextualización es la misma de Cristo y sus apóstoles.

Key words: Hermenéutica,  Padres de la Iglesia, interpretación bíblica, contextualización bíblica.

Introducción

   Por varias razones, opina le profesor español Merino Rodríguez, la hermenéutica y los escritos en general de los Padres de la Iglesia han venido cobrando relevancia en Occidente en los recientes años.[1] Ya que la hermenéutica patrística ha sido y sigue un tema poco explorado y, por lo tanto, poco conocido en nuestro campo hermenéutico/exegético protestante,[2] la razón que particularmente a nosotros nos mueve a investigar sobre esta hermenéutica es precisamente ese vacío existente mencionado. De esa cuenta, con el fin de contribuir a un mayor conocimiento de la hermenéutica en mención en nuestro contexto hermenéutico, el propósito de esta investigación es describir fenomenológicamente, y sin pretensiones sistemáticas, la metodología hermenéutica mayormente de los Padres de la Iglesia Oriental[3];  pero lo haremos fenomenológicamente y sin pretensiones sistemáticas.   
    
    Los Padres de la Iglesia constituyen un testimonio antiguo valioso e imperecedero de la interpretación ortodoxa o correcta, pero cuando todos ellos interpretan de una sola y única manera los textos bíblicos, basados en la revelación de Cristo;[4] además, lo constituyen también en cuanto  a santidad de vida, aprobación eclesiástica  y a la fe de la Iglesia antigua sobre la veracidad de los hechos históricos bíblicos. 

  En los Padres de la Iglesia, e incluso en algunas teorías hermenéuticas y exégesis protestantes contemporáneas, el procedimiento metodológico de contextualización  sigue  al exegético. De esa cuenta, nuestro ensayo comienza  describiendo en su respectivo orden ambos procedimientos de los Padres.    

Metodología patrística de interpretación 

     Hablar sobre los Padres de la Iglesia Oriental y de su procedimiento de interpretación y contextualización requiere clarificaciones previas.  Es básicamente a partir del siglo II, y particularmente en el contexto oriental  —escenario de los siete Concilios Ecuménicos: Nicea 325, 787; Constantinopla 381, 553, 680; Éfeso 431; Calcedonia 451—,  donde se viven con intensidad los debates doctrinales tocante sobre todo a la divinidad y humanidad de Cristo, y a la divinidad del Espíritu Santo. Y allí aparecen los Padres quienes, con sus escritos basados en las Escrituras y Tradición Apostólica recibida desde la antigüedad,  fijan la teología/doctrina ortodoxa de la Iglesia, no como producto de elaboración académica conciliar,  sino como algo recibido desde la antigüedad; esta doctrina es luego sancionada —en el sentido de aprobar lo que les era común a todos—  por los Concilios mencionados, cuyas decisiones forman la base inamovible de las enseñanzas  de la Iglesia Católica Ortodoxa.  Además, los Padres  protegieron esa doctrina de las herejías de su época, anatematizadas en  los Concilios Ecuménicos; las más comunes de tales herejías eran el arrianismo, nestorianismo, monofisismo, macedonianismo, sabelianismo y  apolinarismo.[5]

    Hay Padres que se habrían de convertir en el punto de referencia de toda reflexión y explicación de la teología/doctrina ortodoxa. Entre ellos están san Atanasio el Grande (297 +373 d.C.) y san Cirilo, en Alejandría (375 + 444 d.C.); en Asia Menor, los Capadocios san Basilio de Cesarea (nace en 329/330 + 379 d.C.), san Gregorio Nacianceno (329/330 +390 d.C.), san Gregorio de Nisa (331 +394 d.C., hermano menor de san Basilio)[6] y muchos otros más tiempo previo a los ya mencionados Concilios, tales como Ireneo de Lión (nace entre el 120 + 202 d.C.), Tertuliano (155 +222 d.C.), Gregorio el Taumaturgo (nace hacia el 213 d.C.), Luciano de Antioquía (martirizado en 312 d.C.), Hipólito de Roma (+ 235 d.C.), cuyas obras se han perdido. Estos Padres, y todos los de la Iglesia griega, africana, palestinense, antioqueña, alejandrina y romana indivisa —aquella antes de desgajarse definitivamente de la Iglesia Católica Ortodoxa en 1054—, constituirán el cimiento imperecedero de la doctrina y hermenéutica bizantina y católica ortodoxa.

   Por otro lado, cuando leemos a los Padres de la Iglesia, incluidos algunos de los llamados Apostólicos   —san Clemente de Roma (30-100 d.C.), Papías (70-155 d.C.) y san Ignacio de Antioquía (30-107 d.C.) —,[7]  percibimos que ellos no manifiestan uso alguno de métodos hermenéuticos/exegéticos y de contextualización creativos propios del rabinismo judío y de la academia occidental contemporánea. Pareciera más bien que solamente seguían el sentido común de los textos del AT, tal como lo haría Cristo —quien reveló el sentido correcto del AT— como cuando leyó mesiánicamente esos textos, animando a sus apóstoles a que vieran en su persona y obra el cumplimiento del AT  (Lc 24:25-27, 44-46 cp. Lc 4:17-21);[8]  además, los Padres resaltaban aquellos textos neotestamentarios en  los que un apóstol (cp. Gál 4:24), pero sobre todo Jesús se mostraba maestro de exégesis y contextualización. En este sentido, es posible afirmar que “el origen de la llamada ‘exégesis patrística’ se encuentra en el Nuevo Testamento”,[9] y que la noción patrística/ortodoxa de hermenéutica es simplemente transmisión de sentido.  

    No obstante,  pensamos que es posible observar en ellos un procedimiento metodológico no solamente hermenéutico/exegético, sino también de contextualización; pero este no sería diferente al de Cristo, sino el mismo, si todo lo anterior es así (y creemos que lo es).  Y este procedimiento, como diríamos hoy, no puede ser sino uno repleto de inquietudes espirituales, pastorales y teológicas al servicio de la ortodoxia, la evangelización y la fe de los fieles. Procuraremos, pues, describir ese procedimiento complejo, esperando ser fieles a la tradición hermenéutica patrística; pasaremos por alto asuntos que responden únicamente al debate hermenéutico académico posmoderno contemporáneo. Antes de adentrarnos a la descripción mencionada, ayudaría bastante considerar, primera y brevemente, el estatus que las Escrituras tenían entre los Padres ortodoxos en general.[10]            
      Desde su fundación por Cristo, la Iglesia tuvo una Biblia (AT) que era la misma Sagrada Escritura del pueblo hebreo.[11] Pero la Iglesia de los dos primeros siglos, incluidos los Padres, no la leía de igual modo que los judíos,[12] sino a la luz de la obra de Dios en la persona y obra de Jesucristo. Aunque no haya sido estrictamente un Padre, y su teoría hermenéutica en muchos aspectos fue elaborada a la luz de su tendencia alegórica extrema y contraproducente, tomemos el ejemplo de Orígenes (185-253/4 d.C.), ya que se sabe que él fue quizás el único de su tiempo en formular una teoría hermenéutica.[13]     

En su obra  de teología/doctrina  Tratado de los principios IV, 1 ―redactada hacia el 220-230―, afirma la lectura cristológica de la Biblia;[14]  también allí él afirma la convicción común entre todos los Padres, recibida por la Iglesia vía Tradición, sobre la  naturaleza ontológica de la Biblia: su inspiración, incluso verbal. En la parte IV, 6 de esa obra declara:
    Habiendo establecido brevemente estos puntos, a saber, la deidad de Cristo y el cumplimiento de todo lo que ha sido profetizado sobre Él, pienso que esta posición también ha sido hecha buena, a saber, que las Escrituras mismas, que contienen esas predicciones, han sido inspiradas divinamente…A esta observación hay que añadir que la divinidad y la inspiración de las predicciones de los profetas y de la ley de Moisés han sido claramente reveladas y confirmadas, sobre todo desde el advenimiento de Cristo al mundo…Si alguien, además estudia las palabras de los profetas…es seguro que en el examen cuidadoso y atento de los escritos proféticos sentirá al leerlos un aliento divino y este sentimiento le persuadirá de que lo que creemos ser las palabras de Dios no son escritos de hombre, y por sus propias emociones sentirá que estos libros no han sido compuestos por la habilidad humana, ni por la elocuencia mortal, sino que, por así decirlo, su estilo es divino.
         Desde esta óptica de la fe, los Padres parecieran no subrayar el nivel humano de las Sagradas Escrituras ni, por ende, el papel activo de sus autores humanos. Mas esto podría deberse a que centraban su atención en el momento en que se producía oralmente la profecía; esto es cuando los hagiógrafos, guiados por el Espíritu Santo, se hallaban unidos como instrumentos al Verbo de Dios, de modo que no predicaban ni releían posteriormente los textos conforme a sus deseos u opiniones personales; en este sentido, aun si las palabras de las Escrituras fueran vistas como palabras humanas, opina el patrólogo romano Decock[15], este aspecto humano no era de su interés, ya que su objetivo era teológico y espiritual: oír la Palabra de Dios.  Basados en esta comprensión de la Biblia como Palabra de Dios inspirada verbalmente es que los Padres ven en ella el alma, norma y medida de todos los dogmas y de todo discurso verdadero sobre Dios; ella es, pues, el criterio seguro de la verdad con el cual distinguir entre las opiniones que les son conformes y las que les son ajenas.  Hablando sobre las limitaciones de la filosofía pagana, san Gregorio de Nisa sostenía que las Escrituras son la guía de la razón y el criterio de la verdad, y que, por eso,  no nos está permitido afirmar lo que nos plazca. La Sagrada Escritura, decía él, es para nosotros la norma y la medida de todos los dogmas. Aprobamos solamente aquello que podemos armonizar con la intención de estos escritos.[16]  
    
      No obstante, valdría la pena señalar, ni los Padres ni la Iglesia Apostólica en general de aquel tiempo promulgaban el principio reformador moderno de la “sola Escritura”. Esto es porque la Santa Tradición oral recibida —proveniente de la antigua Iglesia de los tiempos apostólicos—  tuvo y tiene hasta hoy en la fe ortodoxa un lugar determinante; esta fe sostiene que, en esa Tradición, el Espíritu Santo ha preservado intactas las enseñanzas no solamente del Señor y de sus Apóstoles ―en tanto no registradas en las Escrituras―, sino también las consensuadas entre los Padres de la Iglesia, que están conformes al significado recibido desde los Apóstoles y aceptadas por los Concilios; esta convicción es lo que, en el contexto de la fe ortodoxa,  hace innecesario un trabajo hermenéutico/exegético académico que, tal como se lo lleva a cabo hoy en Occidente, convierte en principio metodológico una exploración exegética inacabable de una verdad  que ya ha sido revelada y recibida por la Iglesia.  Por eso es que, en sus prescripciones contra las hermenéuticas gnósticas, Tertuliano  —Padre, apologista  y erudito latino, nacido hacia el año 145—  afirma que para los cristianos esa búsqueda ha finalizado, pues Cristo ya ha revelado el sentido de la verdadera fe y lo que resta es defenderla del peligro que implica una búsqueda indefinida de la misma.[17]  

     Pero ¿cómo los Padres leían y contextualizaban las Sagradas Escrituras? Este lugar no permite sino, como ya dijimos,  un análisis fenomenológico de una hermenéutica tan variada y compleja como la de los Padres, que no es suficiente para dar razón de todo lo que se podría descubrir en una investigación de tal hermenéutica.[18] A pesar de esto, y  atendiendo a nuestros objetivos, lo primero que de entrada debemos tener presente es que, si bien en las Escrituras no hay  más que un solo significado entendido desde la esfera concreta física hasta la abstracta y espiritual,  si uno lee las obras exegéticas de los Padres comprobará que compartían la convicción de un segundo significado en las Escrituras, más allá del estrictamente literal e histórico: el pretendido por el Autor bíblico principal. Debemos, además, tener presente que la hermenéutica patrística tiende a ser no totalmente literal ni alegórica, pese al reduccionismo erróneo hecho en un debate llevado a cabo a mediados del siglo XX por dos patrólogos jesuitas franceses, J. Daniélou y H. de Lubac; el primero la redujo a tipología, y el segundo a alegoría.[19] La literal, peculiar de la escuela exegética de Antioquía,[20] es identificada como aquella que expresa la letra del texto y que entendió el autor humano inspirado en su momento histórico; la alegórica, en cambio, es la que el lector cristiano vislumbra en los textos y es propia de la escuela de Alejandría. Pero esta última es identificada por la mayoría de patrólogos como anagógica, mística, real y espiritual y a la vez también como tipológica que por definición tiene que ver con el misterio de Cristo y de la Iglesia.[21] Mientras el sentido literal expresa el pensamiento del autor/editor mediante las palabras, el tipológico lo prefigura con las realidades que se expresan con las palabras, y que son el término de las mismas; dicho de otro modo, los personajes, sucesos, instituciones del AT tienen, además del sentido que le atribuyó el autor humano, un sentido que les confiere el autor divino, aunque, de nuevo, hay un único sentido — el divino— escondido  en las palabras humanas que procuran explicarlo. De esa cuenta, explica  Gargano,[22]    el sentido querido por el autor humano puede entenderse entonces como profecía, figura o sombra del sentido que tiene para el autor; “así”, piensan De Tuya y Salguero, “el cordero pascual es ‘tipo’ de Cristo inmolado. Cordero pascual es término del ‘sentido literal’, y ahora este término —cordero pascual— es ordenado por Dios a significar la inmolación de Cristo”.[23]   

     Los Padres destacan, y prefieren a veces, el sentido espiritual o típico. Ellos reconocían que por razón de su origen, que es la inspiración de Dios, tienen todos [el literal y el  tipológico] la misma dignidad, el típico, por naturaleza, es más espiritual, pues está ordenado al mesianismo; por ejemplo,  san Jerónimo (345-420), sin negar la historia, prefería la comprensión espiritual.[24]  Aun la línea principal de la hermenéutica alegórica de Orígenes se desarrolla, conforme a la tradición tipológica, en la relación entre el Antiguo Testamento y Cristo. El Logos encarnado ha puesto de manifiesto el sentido espiritual de toda la Escritura;[25] pero desafiado por  las desviaciones de los heterodoxos —quienes usaban la interpretación literal para tales desviaciones—, Orígenes caería en una alegorización extrema que suscitaría la reacción de muchas voces[26] y, repitiéndolo,  daría lugar a que sus enseñanzas fueran anatematizadas en el quinto Concilio Ecuménico de Constantinopla (553).[27]  ¿Por qué,  entonces, el sentido tipológico es denominado alegórico?  La razón, según  Hamman,[28]  es porque este sentido se desliza, sin que se perciba, del sentido global a la alegoría, procedimiento hermenéutico propio de la filosofía griega —particularmente la platónica, en el caso de Orígenes y san Gregorio de Nisa—[29]  que busca el sentido escondido del texto; esto hace difícil precisar, concluye Hamman (misma obra y página), dónde comienza una y termina otra. Por su parte, De Tuya y Salguero piensan que se la denomina alegoría porque en el NT se la llamada así (Gál 4:24, allēgoroumena), además de hypodeigma, skid o sombra  (Heb 8:5) y  parabolé (Heb 9:9).[30]  
      Ahora bien,  ¿en qué sentido la exégesis patrística no es totalmente literal ni totalmente alegórica/tipológica?  Nuestra opinión es que es un sentido analógico como lo afirma correctamente respecto a los Padres la hermenéutica analógica contemporánea.[31]   Esto es así, puesto que  los Padres procuraban mantenerse en un término medio, sin dispersarse totalmente en el literalismo ni en el alegorimo/ tipologismo. Así, los alejandrinos no desmerecían la interpretación literal; incluso Orígenes, el alegorista más extremo, no negaba sin más el sentido literal, contrario a lo que alegan algunos autores;[32] en tanto el historiador y exégeta Eusebio de Cesarea (+ 360) se esfuerza por encontrar una vía media entre la exégesis literal y la alegórica, por ejemplo, en su Comentario sobre los Salmos y Comentario sobre Isaías;[33] san Cirilo de Alejandría, campeón de la ortodoxia en la lucha con la herejía nestoriana, interpretaba el AT alegórica/tipológicamente, pero el NT lo interpretaba literalmente. Tampoco los antioqueños desmerecían la alegórica/tipológica; por ejemplo, san Juan Crisóstomo (347-407 d.C.) y Teodoro de Mopsuestia, tenían cuidado de explicar el texto, incluso críticamente, sin recurrir a la alegoría/tipología para evitar una reducción monofisista del Evangelio; pero recurrían a ella con moderación, pues los antioqueños no renunciaban a la hermenéutica propia del contexto patrístico: leer el AT a la luz del NT, esto es,  a la luz de Cristo;[34] este uso analógico equilibrado de la alegoría/tipología les evitaría caer en herejías a las que sucumbió, entre otros, el obispo literalista antioqueño Pablo de Samosata,  por lo que sería condenado por el tercer sínodo de Antioquía del 268.[35] 

      También en los Capadocios san Gregorio Nacianceno, san Basilio y, especialmente, en su hermano san Gregorio de Nisa  se puede ver una exégesis que no es totalmente la alegórica de Alejandría ni totalmente la literal de Antioquía, aunque revelan un alto grado de influencia de Orígenes, su maestro en teología;36 ellos parecieran colocarse en un lugar intermedio entre ambas exégesis, manteniéndose así dentro de los límites del sentido común y académico para no salirse del contexto de la Tradición, pero conciliando los datos teológicos y el pensamiento científico;37  esto obedecía, continúa Gargano (misma obra y página citada) a la convicción de que había de tenerse siempre estrechamente unidas entre sí una correcta confesión de la fe cristiana (regula fidei) con una metodología exegética que fuese a la vez expresión de la ortodoxia e instrumento puesto a su servicio. Así, en algunas de sus obras exegéticas ─Hexaemeron y De opificio hominis─, san Gregorio de Nisa  cuida de hacer una interpretación histórico-literal de las Escrituras; pero en otras —De vita Moysis y Exacta interpretación del  Cantar de los Cantares— hace uso de la alegoría/tipología/mística, aunque sobre la base de la literal.[38]  

Metodología patrística de contextualización

        ¿Qué de la contextualización patrística de las Escrituras? ¿Cuál era el método usado para ese fin? Todos los Padres, como ya lo hemos observado, sostenían la presencia en las Escrituras de un segundo significado más allá del literal.  La identificación de este significado, sostiene correctamente Gargano, estaba, sin embargo, 

    estrechamente vinculada, para cada uno de ellos, con la problemática apologética, teológica o espiritual del hic et nunc histórico-existencial en que los Padres se encontraban en concreto. De aquí la necesidad de distinguir diacrónica y sincrónicamente, de la forma más precisa posible, el contexto histórico, teológico y espiritual desde el que se realizaba la exégesis de un texto bíblico determinado. Así, el mismo Padre de la Iglesia podía utilizar métodos y claves hermenéuticas distintas en la exégesis de un mismo texto, leído en situaciones diversas, sin ninguna turbación intelectual frente a las eventuales contradicciones o incoherencias.[39]
     En efecto, cuando uno lee las obras de los Padres se da cuenta que lo que les interesaba no era el significado objetivo literal de los textos bíblicos. Les interesaba el sentido que poseían para el hoy histórico, teológico o espiritual en que se leía; si  se tiene claro que la preocupación real de ellos  era preservar la fe cristiana, no transformar la realidad sociopolítica, este hoy histórico, teológico o espiritual tenía que ver básicamente con los enemigos de la fe cristiana, fueran herejías, enemigos sociopolíticos, o filosofías humanas contrarias a la fe.[40] Cualquier referencia a la historia pasada, o cualquier referencia a la precisión de la dicción literal de los textos, era únicamente instrumental y secundaria tocante al acontecimiento Cristo-historia de la Iglesia.[41]  De ahí que podría decirse que el método de contextualización de los Padres ortodoxos orientales se basaba en preguntas que se debían hacer a los textos; estas preguntas nacían, por ejemplo, de 1) un desafío herético contra la fe tradicional, 2) de una situación contextual nueva de la época que intentaba destruir la fe, o 3) de una experiencia personal que necesitaba la luz de la enseñanza escritural recibida; pero en esta esta metodología estaba implícita la evangelización y conversión del no cristiano, y la vida santa del cristiano.  Este método de contextualización es evidente en casi todos los Padres (la primera serie de interrogantes); en Eusebio Pánfilo (la segunda serie de interrogantes); y en san Gregorio de Nisa, Crisóstomo y, según algunos autores,[42] en los Hiero-Monjes (Padres-monjes) de los monasterios (la tercera y última serie de interrogantes).[43] Entre los últimos, piensa Gargano,
    El exégeta no tenía que preocuparse solamente de descubrir la consecuencialidad (akolouthia) objetiva del texto, sino de recibir el sentido revelado por el texto en una mente y en un corazón que tendrían el don de una visión en profundidad (theoria) únicamente con la condición de que los ocupase plenamente la ausencia de pasiones (apatheia) y la serenidad (galanē). Por otra parte, la exégesis de un texto determinado no podía pretender haber alcanzado el  skopós último de todo el trabajo, si no había llevado al descubrimiento de su opheleia (o utilitas) para la vida concreta del creyente o de la comunidad de la Iglesia. La garantía y la verificación de que se había alcanzado ese estado ideal del corazón y de la mente las daba luego la adhesión a la orthodoxia y a la orthopraxis que la Iglesia quería.[44]
     En conclusión, nuestro objetivo ha sido describir fenomenológicamente el trabajo hermenéutico y de contextualización, en resumidas cuentas, de la época de oro de los Padres de la Iglesia oriental. Y esperamos haber ofrecido al menos una idea sobre ese complejo trabajo  hermenéutico que perseguía la correcta interpretación cristológica (trinitaria) y pastoral  de las Escrituras inspiradas, la fidelidad y defensa de la tradición doctrinal recibida contra las herejías y  enemigos sociopolíticos de la fe. 

        El método hermenéutico/exegético es tanto literal/histórico como tipológico/alegórico a la luz del primero; los exégetas de la escuela antioqueña y alejandrina privilegiaban ambos métodos, si bien, en su ardor apologético y pastoral, los alejandrinos concederían una ligera atención al sentido literal e histórico, sin anularlo totalmente. Pero este método no era académico, sino una explicación tocante a la interpretación que Cristo diera del AT transmitida vía Tradición.

      En cuanto a la contextualización del texto, entre los Padres que hemos investigado,  tampoco se percibe un uso de  alguna metodología académica ni de algún intento de hacer relevante el texto al contexto de su tiempo, por lo menos, al modo y visión de la hermenéutica académica protestante occidental.[45] Lo que se percibe es una metodología con un fin que bien podríamos llamarlo utilitario, orientado a la apología, la evangelización y la santidad personal.  Preocupados como estaban por la utilidad anterior, esta metodología hermenéutica consistía en hacer preguntas a los textos. Y estas preguntas nacían ya sea de un desafío herético contra la fe, de una nueva situación del contexto que desafiaba la fe recibida de la Iglesia, o de alguna  experiencia personal que había que iluminarse con la luz de la enseñanza escritural recibida; siendo así, la metodología consistía en explicar la interpretación que Cristo diera del AT a cualquiera de las situaciones señaladas que se dieran. Pero esta metodología hermenéutica de contextualización se constituye en una hermenéutica de apropiación, ya que perseguía una apropiación de las Escrituras, incluyendo la vida piadosa de los personajes bíblicos como Moisés;46 el deseo era de que sobre todo el corazón humano alcance su estado espiritual ideal; ese estado ideal es la santidad, al no solamente recibir la luz de la intención comunicativa del texto  —de nuevo, explicada por Cristo y  recibida vía Tradición de Cristo por la Iglesia—, sino también asimilar esa intención y, desde luego, unirse a la Iglesia regida por la Tradición de Cristo.  

      A la luz de lo anterior, podemos concluir que para los Padres  la fase final real del proceso hermenéutico bíblico es la santidad del interlocutor;  no era, pues, la contextualización del texto a la realidad total presente, aunque no se puede negar que la realidad histórica era el punto de partida de la metodología patrística de contextualización. Y, siendo la santidad  parte y parcela de la salvación, esa fase final es eminentemente soteriológica trasformadora y a nivel personal. Es que en los Padres de la Iglesia, afirma correctamente Decock, la Palabra de Dios en las Escrituras “mueve al lector a un servicio purificado de Dios, no meramente a una acumulación de conocimientos de correctas y claras ideas acerca del servicio a Dios, de lo cual carece la exégesis moderna histórica e incluso literaria”.[47] 

        Finalmente, podemos concluir afirmando también algo peculiar y fundamental  de la hermenéutica y contextualización patrística: que el procedimiento metodológico de esta  hermenéutica y contextualización es el mismo de Cristo y de sus Apóstoles.
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Notas Píe de Página

[1]   M. Merino Rodríguez,  “Los comentarios patrísticos a la Biblia”. En Theologica 47 (2012), pp. 415-436. En este mismo ensayo y página ya señalados, Merino Rodríguez menciona algunas razones de esta relevancia en el campo católico-romano; entre las razones que este autor menciona están la insistencia del Concilio Vaticano II, en sus Constituciones y Decretos; las periódicas enseñanzas de los recientes Pontífices,  juntamente con los documentos de los distintos Dicasterios de la Santa Sede y la importancia que los diversos centros educativos superiores de la Iglesia vienen dando a las investigaciones patrísticas.  Ahora bien, continúa Merino Rodríguez (mismo ensayo y mismas páginas), la causa primera del interés actual por los Padres de la Iglesia es el hecho de que la identidad cristiana hoy, como en los tiempos patrísticos, se hace muy necesaria, y que, consecuentemente, no basta vivir conforme a esa identificación,  sino que también se hace imprescindible demostrarla científicamente de algún modo. Finalmente, en su caso particular, nos confía este autor (mismo ensayo y página), la razón es la insatisfacción que él siente frente al método histórico-crítico, que ha dominado en los estudios bíblicos, y que ha llevado a un buen número de cristianos a  investigar un método de lectura que sea menos rígido y pueda alimentar mejor su vida espiritual. No pocos de esos cristianos han visto en la aproximación patrística una alternativa satisfactoria para sus inquietudes espirituales, sin olvidar esos otros caminos exegéticos que satisfacen otras ansias del ser humano. Ver también P. Eduardo Torres Moreno,  “San Gregorio de Nisa De Vita Moysis: Estudio estructural”. Tesis Doctoral. Universidad Complutense, Madrid, 1998, pp. 17-19,  http://www.biblioteca.ucm.es/tesis/19972000/H/3/H3074501.pdf. [consulta: 27/12/2018], quien argumenta las razones filológicas que en los recientes años han conducido al estudio de los clásicos orientales como san Gregorio de Nisa. 
[2]   Una razón de ello quizás sea el hecho de que en el campo protestante la tendencia es tener presente en la historia de la hermenéutica únicamente los precedentes occidentales griegos y modernos a partir de la Reforma, pasando por Schleiermacher, Dilthey y otros; ver A.C. Thiselton, “Los estudios bíblicos y la hermenéutica teórica”, en J. Barton (Ed.), La interpretación bíblica, hoy (pp. 120-139), (J.P. Tosaus Abadía, trad.). Santander, Sal Terrae, 1988, pp. 120-121; M. Beuchot,  Historia de la filosofía del lenguaje. México, D.F., Fondo de Cultura Económica, 2005, pp. 20-47; A. Grabner-Haider, Semiótica y teología, (J. Pérez, trad.), Navarra, Verbo Divino, 1976, pp. 105-119.  Ahora bien, ya que en el ámbito hermenéutico occidental sobre todo protestante, la hermenéutica, ciencia y arte de la interpretación de textos bíblicos, está relacionada estrechamente con la exégesis, estudio minucioso del texto que aplica los principios y metodologías que provee la hermenéutica, el lector notará que, a lo largo del ensayo, no hacemos una distinción tajante entre ambas ciencias; de ahí por qué escribimos hermenéutica/exégesis. El lector notará también que no reducimos nuestra concepción de hermenéutica a la fase última del proceso interpretativo que es la contextualización del mensaje/teología del texto/autor.    
[3]  Aun cuando históricamente sus territorios han sido orientales, después del Gran Cisma, la Iglesia Ortodoxa, rechaza enfáticamente la idea de ser una expresión "parcial" u oriental de la fe cristiana; al contrario, confiesa su fe, plena, católica universal. Ahora bien,  los Padres del Occidente Latino se sitúan en el plano hermenéutico/exegético y teológico como herederos y seguidores tanto de la exégesis como de teología oriental; y esto por lo menos durante la época patrística o durante los años de la Iglesia indivisa, es decir, antes del cisma definitivo entre Oriente y Occidente. Igualmente podría decirse de los Padres de otras jurisdicciones, como la copta y aramea, pues su hermenéutica/exégesis era y es sustancialmente análoga a la de los Padres griegos y occidentales. Con todo, sería bueno recordar que, en cuanto a teología se refiere, los Padres latinos se muestran menos interesados que los orientales en la especulación pura; cf. I. Gargano, “La metodología exegética de los Padres”. En H. Simian-Yofre (ed.), Metodología del Antiguo Testamento. (pp. 203-229), (A. Ortiz García, trad.). Salamanca, Ediciones Sígueme, 2001, pp. 205-206; M. De Tuya y J. Salguero, Introducción a la Biblia II: Hermenéutica bíblica, Historia de la interpretación de la Biblia, Instituciones israelitas, Geografía de Palestina. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1966, p. 204. 
[4]  Esta es la razón por qué en diferentes ocasiones en el contexto romano latino se ha enfatizado la importancia y valor de los Padres en cuanto a interpretación bíblica y teología se refiere; cf., entre otros, Merino Rodríguez, “Los comentarios patrísticos”, pp. 415-436. Por ser los Padres testigos de la fe y tradición de la Iglesia, ya el Concilio de Trento prohíbe entender las Escrituras contra el consentimiento unánime de ellos, aun cuando habrían estado a veces menos pertrechados de erudición, si se los ve  a la luz de los intérpretes de hoy; en este contexto no se piensa que las interpretaciones bíblicas de los Padres hayan sido superadas; las Catenae lo confirman;  ver De Tuya y Salguero, Introducción a la Biblia II,  pp.162-165, 212-214. Debido a que los Padres constituyen el testimonio mencionado, cuando interpretan de una sola y única manera los textos sagrados,  De Tuya y Salguero, Introducción a la Biblia II,  p. 165, recomiendan no citárselos en forma masiva, sin control estricto y sin tener en consideración que los Padres tienen la autoridad interpretativa mencionada solo cuando hay unanimidad entre todos ellos; para corregir este error, recomiendan que, antes de citárselos, se los analice a todos detenidamente, para evitar tomar como autoritativa la mera opinión de un solo Padre.  
[5]  Cp. Socrates Scholasticus, The Ecclesiatical History. En P. Schaff (ed.), Nicene and Post-Nicene Fathers Series II, Vol. 2: Socrates and Sozomenus Ecclesiastical Histories. (A. C. Zenos, rev.). Grand Rapids, Michigan, Christian Classics Ethereal Librayy, 1890,   http://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf205.htm [consulta: 17/12/2018]. Estos defensores son los llamados Apologistas y Mártires a la vez, quienes también cuidaban de que no hubiera enseñanzas equivocadas hasta entre los mismos cristianos; es en este contexto que respondían ampliamente con celo al desafío de las ideas filosóficas paganas de su tiempo. San Atanasio, Justiniano el Filósofo (+ 166 d.C.) y Orígenes de Alejandría (siglo III) son apenas tres de ellos; ver F. Saliba, Héroes de la fe. (C. F. De Conte, trad.). Ciudad de México, Talleres de Impreconfección, 1997, pp. 93-94.
[6]  San Atanasio, a quien se le atribuyó erróneamente hasta el siglo  XVII el Símbolo Atanasiano — usado por algunas confesiones protestantes—  habría de ser posteriormente reconocido por la Iglesia griega como “Padre de la Ortodoxia” y la romana lo habría de contar entre los cuatro grandes Padres del Oriente. San Cirilo, por su parte, habría de quedar ligado para siempre con la segunda gran controversia cristológica que llevaría al Concilio de Éfeso (431) y a la condenación de Nestorio; J. Quasten, Patrología II: La edad de oro de la literatura patrística griega. (I. Oñatibia, trad.). Madrid, España: Biblioteca de Autores Cristianos. 1960, pp.23, 35-36, 126. Y los tres Capadocios habrían de ser considerados los más brillantes representantes de la teología-doctrina ortodoxa, con quienes la obra de san Atanasio continuaría y llegaría a su cumbre. Hombres brillantes y provenientes de familias piadosas; Basilio ha merecido el sobrenombre de “Grande” por sus extraordinarias dotes como estadista eclesiástico y organizador, gran exponente de la doctrina cristiana y segundo Atanasio en la defensa de la ortodoxia, padre del monacato oriental y compositor de la liturgia conservada hasta hoy; Gregorio Nacianceno, poeta, de amplia cultura literaria y filosófica; Gregorio de Nisa, teólogo especulativo que lo llevaría a una presentación de la fe en la que hace gala de lo mejor de la filosofía de su tiempo; pero  su intención, al igual que la de Basilio y del Nacianceno (y de los apologistas-mártires), no era filosofar al modo antiguo y contemporáneo, sino citar las cosas buenas que, sin luz clara de revelación divina, elucubraban los filósofos de su tiempo. No obstante, por encima del conocimiento filosófico y espiritual heleno que poseían, los tres, al igual que san Atanasio, no solamente fueron eruditos piadosos y santos, sino que también antepusieron la fe a la razón; así, su teología no es, como en occidente, un discurso intelectual sobre Dios, sino una experiencia espiritual, una participación en la actividad contemplativa divina, aunque no al modo helénico en el que la perfección se adquiría en la quietud e inmovilidad del alma contemplativa; F. Saliba, Héroes de la fe, pp. 99, 104; J. Quasten, Patrología I: Hasta el concilio de Nicea. (I. Oñatibia, trad.). Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1961, pp. 223-333; P. Schaff, Gregory of Nissa, Dogmatic Treatise, Etc. En P. Schaff (ed.), Nicene and Pos-Nicene Fathers Series II, Vol. 5: Gregory of Nyssa, Dogmatic Treatises, Etc. Grand Rapids, Michigan, Christian Classics Ethereal Library, 1892, p. 21,  http://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf205.htm [consulta: 16/12/2018].   
[7]  Se llaman Padres Apostólicos los escritores cristianos del siglo I o principios del II (100-200 d.C.), cuyas enseñanzas transmiten con certitud la predicación de los Apóstoles del Señor Jesús, a quienes conocieron personalmente o mediante las enseñanzas de sus discípulos. La tradición incluye a Bernabé, Policarpo de Esmirna, Pastor de Hermas y el autor de la Carta a Diogneto, además de los ya señalados. Sus escritos son de carácter pastoral y ellos son considerados eslabones entre la época de la revelación en Cristo y la de la tradición, y como testigos importantes de la fe y doctrina cristiana de final del siglo I; A. Roberts and J. Donaldson (eds.), Ante-Nicene Fathers Vol. 1: The Apostolic Ftahers with Justin Martyr and Irenaeus. (A. Roberts and J. Donaldson, trads.). Grand Rapids, Michigan: Christian Classics Ethereal Library 1867,   http://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf205.htm [consulta: 5/11/2018]; B. Altaner, Patrología.  (Eusebio Cuevas y Ursicino Domínguez-del Valle, trads.). Madrid,  Espasa-Calpe, S.A., 1962, pp. 105-117.  
[8]  Con todo, Cristo leyó el AT también literal  (Mr 2:25-26) y tipológicamente (Mt 12:39-40; Jn 3:14), a fin de dar el sentido real de los textos, e interpretó el AT  a la luz de su persona, pero también del Padre y del Espíritu Santo. Ahora bien,  viéndolo a la luz de la hermenéutica contemporánea, en Lucas 24, y en otros textos sobre todo de Isaías, Cristo estaría haciendo una producción de sentido, pero la única y autorizada, sobre otro discurso que es el de Isaías. Por su parte, R. N. Longenecker.  Biblical Exegesis in the Apostolic Period. Grand Rapids,  Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1975, pp. 207-209, confirma lo dicho cuando opina que los primeros creyentes miraron la manera en que Jesús usó el AT como fuente, paradigma y guía normativa para su propia lectura de las Escrituras; así, leerían el AT en clave cristológica y tendrían una nueva comprensión del curso de la historia redentora y de su propio lugar en ella. ¿Esto mismo hicieron también los Padres? Se podría afirmar que sí, pues también ellos leían el A T en clave cristológica al modo de Cristo mismo, pero sin una metodología hermenéutica intencional ni creativa. Con todo, agrega Longenecker, Biblical Exegesis, p. 218-220,   la exégesis sobre todo de Jesús (pesher) — y la judía del NT: pesher, midrash y alegoría— es irrepetible; entre las razones que él aduce está de que, como intérprete autorizado del AT, la exégesis de Jesús es única porque, agregaríamos nosotros, clausura el sentido del AT, y  aquellas de los judíos porque responden estrictamente a un contexto cultural y físico. Pero Longenecker olvida que los Apóstoles y, posteriormente, los Padres se limitaron a seguir la hermenéutica de Cristo o a explicar lo que ya habían recibido de Él, sin intentar renovar ni, mucho menos, superar nada con mayor academia.
[9]   Gargano, “La metodología exegética de los Padres”, p. 2004; Paul B. Deckock, “Or the Value of Pre-Modern Interpretation of Scripture for Contemporary Biblical Studies”. En  Neotestamentica 39, 1 (2005), p. 60.  Pese a ello, en consonancia con la hermenéutica patrística y ortodoxa en general, este origen no está realmente en el Nuevo Testamento; está en la Tradición, ya que, en la hermenéutica ortodoxa, la Biblia es parte de esa Tradición.. 
[10]   El lector, sin embargo, notará que el procedimiento metodológico general de unos cuantos Padres investigados aquí no necesariamente podría ser el de todos ellos, especialmente cuando se exageraba la explicación del texto haciéndola oscura o contraproducente en lugar de iluminarla como sucedió con Orígenes; se sabe que este siervo de Dios fue ordenado sacerdote, pero, al serle invalidada esta ordenación, no habría de ser considerado Padre en su totalidad, y, por sus excesos, algunas de sus doctrinas serían anatemizadas. Con todo, aunque conscientes de lo mencionado, citaremos a Orígenes porque, por ejemplo, en su bibliología fue un ortodoxo genuino. Por otro lado, algunos de los Padres aquí investigados, como los Capadocios (san Basilio, san Gregorio Nacianceno y san Gregorio de Nisa), son representantes destacados de la ortodoxia canónica y constituyen, por lo tanto, lo que ya dijimos: el punto de referencia y cimiento imperecedero  de toda la reflexión y explicación de la teología/doctrina y hermenéutica bizantina y católica ortodoxa. Tener acceso directo a las obras directas de los Padres orientales es complicado, pero hemos intentado espigarlas aquí y allá; las fuentes secundarias occidentales, incluso laicas,  que las estudian filológica, filosófica y teológicamente son algo numerosas, pero no tan accesibles; con las que tenemos algo de acceso, tienden a basarse no solo en lo que ha quedado de las originales, sino también en historiadores eclesiásticos antiguos de comienzos del siglo IV, como Eusebio de Cesarea (o Eusebio Pánfilo), nacido aproximadamente en 260 d.C. y con quien empieza el registro veraz de la historia de la Iglesia, desde los tiempos apostólicos hasta el suyo propio; P. Schaff (ed),  Nicene and Post-Nicene Fathters Series II, Vol. 1: Eusebius Panphilius: Church History, Life of Constantine, Oration in Praise of Constantine.   (A. Cushman Mcgiffert, trad.). Grand Rapids, Michigan, Christian Classics Ethereal Library, 1890, pp. 4, 46-5, http://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf205.htm [consulta: 5/11/2018] cp. P. Schaff (ed.), Nicene and Post-Nicene Fathers Series II, Vol. 2: Socrates and Sozomenus Ecclesiatical Histories. (A. C. Zenos, rev.). Grand Rapids, Michigan, Christian Classics Ethereal Library, 1890, pp. xiii-xiv, http://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf205.htm [consulta: 6/11/2018].  
[11]   No obstante, la base textual antiguotestamentaria de esta Iglesia no era la hebrea, sino prioritariamente  la griega  o  Septuaginta  (LXX); una traducción hecha por "setenta intérpretes" a mediados del siglo tercero antes de Cristo, a beneficio de los judíos alejandrinos y de los de la diáspora en general que ya no entendían el idioma hebreo. Posteriormente,  los judíos la habrían de rechazar; así, fue sustituida por las traducciones griegas   de Áquila, Símaco y de Teodoción (revisión de la Septuaginta). La mayoría de las citas del AT en el NT, incluso paulinas y juaninas, proceden de la Septuaginta, no del texto hebreo;  R. N. Longenecker, Biblical Exegesis in the Apostolic Period. Grand Rapids,  Wm. B. Eerdmans Publ. Co., 1975, Hoy se arguye, entre otras cosas, que esta es una traducción inadecuada (tendenciosa) de las Escrituras hebreas, cuyo alegado origen carece de bases históricas; ver A. C. Thiselton, Hermeneutics: An Introduction. Grand Rapids, W.B. Eerdmans Publishing  Company, 2009,  pp. 65-66.
[12]   Ya de suyo lectura bloqueadora de la cristológica del Antiguo Testamento como lo fue la interpretación targúmica de Isaías 53; ver J. S. Croatto, Hermenéutica Bíblica: Para una teoría de la lectura como producción de sentido. Buenos Aires,  Ediciones La Aurora, 1994, pp. 53-54.
[13]   Esta fue la razón por la cual Alejandría de Egipto, donde radicó en sus primeros años de vida, habría de convertirse con él a la cabeza en el centro indiscutible de la exégesis cristiana. Pero Orígenes no solamente fue un teórico de la hermenéutica sagrada, ya que, además de escribir comentarios de casi todos los libros de las Escrituras, también realizó una edición crítica erudita y monumental de la Biblia llamada Hexaplas en la que ofrecía en seis columnas paralelas el texto hebreo, el texto hebreo en caracteres griegos y las cuatro versiones griegas de Aquila, Símaco, los LXX y Teodoción. Con esta edición, que se conservó durante muchos siglos en Cesarea, Orígenes establecería el texto original, comparando los diversos manuscritos; es así que con él  se habría de inaugurar la crítica textual.  Después de su muerte, un extracto de su obra fue incluido en otra denominada Filocalia, por parte de san Gregorio Nacianceno y san Basilio el Grande.  
[14]   Esta lectura cristológica en Orígenes era complementada con la literal/histórico y la moral, si bien su interés principal estaba en la primera que era conocida con otros nombres como lo veremos más adelante.  
[15]   Deckock, “Or the Value of Pre-Modern Interpretation of Scripture”, p. 61.
[16]   Gregory of Nyssa, Dogmatic Treatises, Etc., pp. 35-383. En P. Schaff (ed.), Nicene and Pos-Nicene Fathers Series II, Volume 5: Gregory of Nyssa: Dogmatic Treatises, Etc. (William Moore and Henry Austin Wilson, trads.).  Grand Rapids, Michigan, Christian Classics Ethereal Library, 1892, http://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf205.htm [consulta: 9/11/2018].
[17]  Tertullian, The Prescription Against Heretics, pp. 248-251. En A. Menzies (ed.), Ante-Nicene Fathers Volume III: Latin Christianity: Its Founder, Tertullian. (s. t.). Grand Rapids, Michigan, Christian Classics Ethereal Library, 1885, http://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf205.htm [consulta: 9/11/2018]. Sin embargo, para algunos ortodoxos contemporáneos a nosotros, como el arcipreste canadiense Lawrence R. Farley, “Take Up and Read”- How to Read the Scriptures- Part II”. Canadien Orthodox Messenger 31:2, 8-9, 2012, pp. 8-9,  es posible una lectura académica de las Escrituras en tanto esta sea hecha en oración y con humildad de corazón —que le permita al exégeta ser enseñado y corregido por Dios—, y en concordancia con las interpretaciones consensuadas entre los Padres. Pero esto no significa, piensa Farley (misma obra y páginas), que debamos coaccionarnos de aquella libertad que los Padres sí disfrutaron; lo que significa, prosigue él, es que sus conclusiones consensuadas, recibidas vía Santa Tradición, son autoritativas y deben ser seguidas.
[18]   No da razón, por ejemplo, de la hermenéutica “lectio divina”, bastante presente en el período patrístico, sobre todo, en el contexto monástico; tampoco da razón sobre el procedimiento exegético detallado de los Padres ni de alguno en particular. Es que explicar la hermenéutica patrística es explicar la hermenéutica apostólica y explicar la hermenéutica apostólica es explicar la hermenéutica de Cristo, lo cual requeriría de otro trabajo extenso y pormenorizado.
[19]   Contraponiéndoselas también así la una con la otra; Gargano, “La metodología exegética de los Padres”, pp. 208-214; ver una bibliografía que Gargano ofrece sobre estos dos jesuitas, en la nota 27 de la página 208), al igual que en el protestantismo occidental; ver J. Martínez, Hermenéutica bíblica. Barcelona: CLIE, 1984,   pp. 68-74, aunque, al parecer, él se refiere a la aberrante alegorización que priva sobre todo en ciertos sectores del  neopentecostalismo protestante y que es muy diferente a la de los Padres, excepto de la extremista de Orígenes. Sin embargo, la hermenéutica apostólica abarcaba ambas técnicas al mismo tiempo para explicar un pasaje. Y, como veremos enseguida, ambas son una sola y misma exégesis patrística, pero diferenciada de la literal.
[20]   Fundada alrededor del año 280 cuando la de Alejandría —primera escuela cristiana ortodoxa fundada hacia el año 180, que comenzó a interpretar científicamente las Escrituras —  comenzaba a declinar hacia finales del siglo III; ver más detalles sobre ambas escuelas, sus representantes y principios hermenéuticos, en De Tuya y Salguero, Introducción a la Biblia II, pp. 180-201, quienes a la vez afirman que no es lícito exagerar la oposición entre estas dos escuela, pues, como veremos enseguida, ambas hacían uso de la literal y  de la alegórica, respectivamente.
[21]   Ver Gargano, “La metodología exegética de los Padres”, p. 212, quien se opone a identificarla con la tipológica,  la define como “doctrina exegética de los cuatro sentidos” en la que ve tres dimensiones: 1) dogmática, 2) moral, y 3) anagógica; ver también en las páginas 212-214 de ese mismo trabajo de Gargano los corolarios contraproducentes del método alegórico extremista de Orígenes, por enfatizar más que cualquier otro la presencia en el texto del segundo significado que es el alegórico. 
[22]   “La metodología exegética de los Padres”,  p. 209; De Tuya y Salguero, Introducción a la Biblia II, pp. 4, 108, 109, 191; R. Trevijano, Patrología. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2004, p. 182. 
[23]   De Tuya y Salguero, Introducción a la Biblia II, p. 108.
[24] Jerome, Letter LXXX. To Paulinus, pp.  96 -102. En P. Schaff (ed.), Nicene and Post-nicene Fathers Series II, Vol. 6: Jerome: The Principal Works of St. Jerome. (W.H. The Hon, trad.). Grand Rapids, Christian Classics Ethereal Library, 1892, http://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf205.htm [consulta: 18/10/2018].Recordar que para los Padres ortodoxos la libros sagrados son primeramente libros históricos que describen acontecimientos reales, cuya cronología es desmenuzada por la ciencia histórica.   
[25]   Orígenes, Tratado de los principios. En A. Ropero (ed.), Lo mejor de Orígenes: Tratado de los principios.    Barcelona, Editorial CLIE, 2002, pp. 311-316.
[26]  Eusebius Pamphilius, Church History, pp. 266 (n. 1915), 267. En Philip Schaff (ed.), Nicene and Post-nicene Fathers Series II, Vol. 1: Eusebius Pamphiliu: Church History, Life of Constantine,Oration in Praise of Constantine.  (Arthur C. Mcgiffert, trad.). Grand Rapids, Christian Classics Ethereal Library, 1890, http://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf205.htm [consulta: 21/10/2018];  A. G. Hamman,  Leer la Biblia en la escuela de los Padres. Bilbao,  Editorial Desclée de Brouwer, S. A., 1999, p. 34; ver también Quasten, Patrología I,  p. 415;  De Tuya y Salguero, Introducción a la Biblia II,  p. 191; A. C. Thiselton, Hermeneutics,  p. 105. Hamman considera que tal alegorismo de Orígenes suscitó la reacción de la escuela exegética literal de Antioquía.

[27]   Ver P. Schaff  and Henry R. Percival (eds.), Nicene and Post-Nicene Fathers Series II, Vol. 14: The Seven Ecumenical Councils. (s.t.). Grand Rapids, Michigan, Christian Classics Ethereal Library, 1889, pp. 318-320, especialmente, http://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf205.htm [consulta: 03/01/2019].  Ahora bien, vale notar que también dos grandes exégetas antioqueños serían acusados de herejes y condenados post mortem: Diodoro de Tarso (+ 394) y Teodoro de Mopsuestia (+428); Quasten, Patrología II, pp. 441-442, 446. Respecto a Orígenes, afirman De Tuya y Salguero, Introducción a la Biblia II,  p. 192), que “siempre reconoció a la Iglesia el derecho de interpretar auténticamente las Escrituras”; ver también Eusebius Pamphilius, Church History, p. 272, n. 1968.  Por otro lado, si nos atenemos a Quasten, Patrología II, pp. 4-5, la tendencia extrema de Orígenes sería superada por sus seguidores cuando la escuela exegética alejandrina experimenta en el siglo IV, con Atanasio a la cabeza, una segunda primavera; en esta nueva fase, se privilegia con mayor fuerza la interpretación histórico-gramatical de las Escrituras, propugnada desde siempre por la escuela de Antioquía, ya que el alegorismo extremo resultaba insuficiente en la apología especialmente contra Arrio. Sin embargo, continúa Quasten (en esa misma obra y páginas ya citadas), “la fidelidad a los viejos principios de interpretación dio lugar a confusas especulaciones del tipo del monofisismo y del monotelismo”.      
[28]   Hamman, Leer la Biblia en la escuela de los Padres, p.33. 
[29]   Sin embargo, como ya lo dijimos (nota 6), pese a que, como heredero del pensamiento de su maestro Orígenes, consideraba un deber hacer un uso discreto de la sabiduría pagana, san Gregorio de Nisa de ningún modo hacía de la fe y la nueva vida en Cristo dependientes del sistema racional filosófico; ver Schaff (ed.), Nicene and Post-Nicene Fathers Series II, Vol. 5,  p. 8. Para san Gregorio la filosofía de su tiempo  no puede ser absoluta ni independiente y la comparaba con la hija estéril y sin hijos del rey egipcio: “… ¿No es verdad que todos [los frutos de la filosofía pagana] son vacíos, imperfectos, y se malogran, como abortivos que son, antes de llegar a la luz del conocimiento de Dios?”, Quasten, Patrología II, p. 316, citando a Gregorio de Nisa, De vita Moysis 2,11: PG 44, 329).
[30]    De Tuya y Salguero, Introducción a la Biblia II, p. 108. En el campo protestante occidental contemporáneo, el uso de la alegoría en el NT es un tema debatido y, repitiéndolo,  se distingue entre alegoría  y tipología. Así, respecto a Gálatas 4:24,  la perspectiva común es que, puesto que Pablo no anula en ese texto la realidad histórica de los eventos, lo que está usando es tipología no alegoría, pese al uso que hace allí del participio allēgoroumena de allegorein (hablar alegóricamente); ver más detalles en Thiselton (2009, pp. 83-87). Hay que tener presente, además, aquello que confirmaría lo argumentado arriba que la hermenéutica de los Padres se funda en el NT y que  tanto en los Padres como en san Pablo la alegoría tomó la forma de tipología escatológica. Esto es así pues Pablo emplea las palabras typos (1Co. 10:6; Ro. 5:14) y tipikós (1 Co. 10:11) que han sido traducidos como “ejemplo”; de este modo, los eventos de la historia judía serían leídos como prefiguraciones de los eventos del fin de los tiempos ya comenzados con Jesucristo en quien reconoce la “roca espiritual” de la que bebían los israelitas durante su marcha por el desierto. Posteriormente otros autores neotestamentarios complementaron esta lógica (1P. 3:21;   Heb. 9:23-24). Se podría pensar, entonces, que los Apóstoles usaron frecuentemente ambas hermenéuticas en un mismo pasaje, pero manteniéndose dentro de la Tradición recibida que venía desde Jesucristo, el maestro.  A este sentido alegórico/espiritual/tipológico los Padres, como san Gregorio de Nisa, suelen denominar “teoría”; las realidades visibles (la historia del texto) son símbolos de las realidades espirituales (teoría) que la exégesis procura descubrir. El objetivo de la teoría es superar los acontecimientos históricos y de retener la enseñanza espiritual.
[31]   G. Reyes, “Epistemología analógica: Hacia una hermenéutica analógica del texto bíblico”. Kairós 58-59 (2016), pp. 243, 245, notas a pie de página n° 21, 25.
[32]   Aunque Orígenes critica la interpretación literal de los judíos,  no niega la utilidad del sentido literal de las Escrituras; ver su obra Tratado de los principios. En A. Ropero (ed.), Lo mejor de Orígenes, p. 312, 313-315, respectivamente.
[33]   P. Schaff (ed.), Nicene and Post-Nicene Fathers Series II, Vol. 1: Eusebius Pamphilius: Church History, Life of Constantine, Oration in Praise of Constantine, p. 40, http://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf205.htm [consulta: 6/12/2018]; contra Quasten, Patrología II, p. 376-378), quien piensa que, en su exégesis, Eusebio seguía la escuela de Alejandría en ambos comentarios, aunque alude a su acumen crítico en la obra Comentario sobre  los Salmos.
[34]  Quasten, Patrología II, pp. 447-450, 482; Trevijano, Patrología, p. 244; Gargano, La metodología exegética de los Padres, p. 205. Cantar de los Cantares de Salomón es interpretado alegóricamente por exégetas literales como Diodoro de Tarso, Crisóstomo y Jerónimo, por mencionar unos. Para estos Padres, Cristo es el Novio y la Iglesia la Novia en el libro. 

[35] Eusebius Pamphilius, The Church History, pp. 312-316. 
[36]  Habría que recordar que, de los tres Capadocios, el verdadero exégeta fue san Gregorio de Nisa; en cambio, san Basilio fue hombre de gobierno y de acción, no necesariamente exégeta, y san Gregorio Nacianceno fue mayormente teólogo y poeta de gran cultura helenística, por lo cual escribió pocos tratados exegéticos. Aunque Gregorio, por ejemplo, deja ver en su exégesis la influencia de su maestro Orígenes, se aparta significativamente de la teoría y práctica exegética de su maestro.
[37]  Como se percibe en sus obras en general, san Gregorio en su hermenéutica procura, por un lado, integrar el sentido literal y el teológico, historia y alegoría/tipología mística o moral, y por otro, conciliarlos datos teológicos con los científicos de su época; así piensan también De Tuya y Salguero, Patrología II, p. 203; Gargano, La metodología exegética de los Padres, p.205. 
[38]  Coincidimos en esta evaluación hermenéutica con Hamman, Leer la Biblia en la escuela de los Padres, pp. 37-38; Gargano,  La metodología exegética de los Padres, p. 205; Quasten, Patrología II, pp. 294, 296; De Tuya y Salguero, Introducción a la Biblia II, p. 203; Richard A. Norris, “Introduction: Gregory of Nyssa and His Fifteen Homilies on Song of Songs”, Society of Biblical Literature 13 (2012), pp. xiii-xliv, http://www.sbl-site.org/assets/pdfs/pubs/061613P.front.pdf [consulta: 28/12/2018]. En De vita Moysis Dios es la gran pasión terrena de cada humano, como la respuesta única a las cuestiones humanas sobre el sentido de la vida. Y la vida de Moisés (no los detalles particulares de esa vida, sino lo que enseña el texto de la misma) es el modelo/tipo de la ascensión del alma hasta Dios a la que cada cristiano está llamado a imitar, a fin de alcanzar una vida abierta a la perfección o transformación continua que conduce a la semejanza y conocimiento de Dios. En todo el discurso exegético, Filipenses 3:12-14 juega una función clave decisiva, así como también la figura de Jesucristo quien es un eje teológico fundamental en la obra. Es así también cómo en san Gregorio el AT es prefiguración y preparativo del NT y  la alegoría/tipología un ascenso de lo literal a lo espiritual (“teoría”), de lo particular a lo universal. La alegoría/tipología elucida del texto los misterios de la fe cristiana.
[39]   Gargano, La metodología exegética de los Padres, p. 206. 
[40]   Es el caso de, por ejemplo, san Gregorio de Nisa; ver P. Schaff (ed.), Nicene and Post-Nicene Fathers Series II, Vol. 5: Gregory of Nyssa: Dogmatic Treatises, Etc.,  p. 1. 
[41]    El significado contextual, no obstante, estaba fundamentado en el literal histórico, esto es, en el que el autor/editor estaba consciente, o en la intención comunicativa literal del texto y de su autor/editor. Y esta intención autoral está unida a la del Autor divino.
[42]   Gargano, La metodología exegética de los Padres, pp. 2007-2008, 217 cp. De Tuya y Salguero, Introducción a la Biblia II, p. 192. Gargano incluye en esta última serie a los latinos san Jerónimo, san Agustín y san Gregorio Magno con sus émulos medievales.
[43] Leyendo las múltiples biografías sobre San Gregorio de Nisa uno puede constatar las experiencias dolorosas que tuvo que padecer él y personas cercanas, como su hermano san Basilio y su amigo san Gregorio Nacianceno, por causa de la envidia de sus adversarios. No obstante, él no habría de ser vengativo, sino que asumió una actitud suplicante ante Dios por sus hermanos. 
[44]   Gargano, La metodología exegética de los Padres, p. 217.
[45]   No deberíamos, sin embargo, olvidar que los Padres, como los Capadocios, se inspiraron en los paradigmas académicos hermenéuticos especialmente griegos, aunque a los ojos hermenéuticos occidentales contemporáneos puedan, repitiéndolo, vérselos menos pertrechados de erudición. Tal vez esto último sea la razón por qué se tiende a pensar hoy que la hermenéutica y teología patrística oriental ha sido superada y carece de relevancia e incluso de autoridad. Pero su autoridad interpretativa y teológica fue reconocida, aceptada y respetada por los Concilios Ecuménicos, incluso por los propios Padres como san Cirilo de Alejandría; Quasten, Patrología II, p. 146, citando a Cirilo Ep. 4) cita la segunda carta que san Cirilo escribiría a Nestorio en la que decía: “Esto [explicar rectamente la doctrina de la fe a los que buscan la verdad] lo conseguiremos  si es que recurrimos a las afirmaciones de los Padres y ponemos cuidado en apreciarlas grandemente y en constatar con ellas las nuestras para ver si estamos en la fe, como está escrito (2Cor 13,5), y si modelamos nuestras creencias en conformidad con sus doctrinas sanas e irreprensibles”. Este procedimiento hermenéutico de san Cirilo, continúa Quasten (misma obra y página), se convirtió en el procedimiento clásico de todas las argumentaciones teológicas en el Oriente.   
[46]   Es el caso de, por ejemplo, san Gregorio de Nisa en su obra De vita Moysis.
[47]   Decock, “Or the Value of Pre-Modern Interpretation of Scripture”, p. 62.


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