20 de julio de 2017

LOS SEIS PROBLEMAS PRINCIPALES DE LA FAMILIA MODERNA

Pastor Martín Ocaña
Introducción 

Por familia moderna entendemos a la familia contemporánea que tiene que enfrentar problemas nuevos, propias de la época, así también como situaciones que vienen de lo intrínseco a la familia y que deben ser suplidos (alimentos, vivienda, educación, salud, otros). En realidad hay más de “seis problemas” en las familias de todos los tiempos, pero se ha tomado esa cifra tan sólo como una referencia.

En esta exposición presuponemos lo siguiente:

1. Que la familia está compuesta por: padre + madre + hijo(s). Todo se hace más difícil si hay un cónyuge ausente o hay un cónyuge temporal (“la pareja actual”).

2. Que en la familia hay un concepto mínimamente claro de la autoridad: padre + madre son la autoridad. Si no hay reconocimiento de la autoridad en el hogar está por demás cualquier consejo, oración o ritual mágico para suplir lo infaltable.

3. Que padre + madre desean “lo mejor” para su familia (para ellos y los hijos) en una perspectiva integral que va más allá de lo estrictamente material o económico. Como dijo el Señor Jesús: “La vida no consiste en la abundancia de los bienes que se posee” (o se quiere poseer). La vida incluye necesidades físicas, emocionales y espirituales.

Seis problemas comunes:

Problema N° 1: Creer que se puede convivir con los problemas o dificultades sin que éstos afecten el desarrollo de los miembros de la familia. 

Los padres son los llamados a guiar, a educar, a conducir personas, dándoles valores y modelos sanos de vida familiar. Los valores y modelos de familia perduran toda la vida. Los hijos las reproducirán con algunas variantes en sus familias futuras. Tu hijo es tu espejo. Lo que hoy se siembra se cosecha mañana.

Hay problemas y problemas, como en todo. A los problemas “naturales” le llamaré situaciones. Éstas incluyen todo lo relacionado a la salud (los hijos se enferman), la educación (los chicos se pelean en el colegio), el amor (se enamoran, algunos se quieren escapar temporalmente de la casa), etc. 

A los problemas “mayores” le llamaré disfuncionalidades, tragedias, crisis. No es lo mismo tener una enfermedad, digamos, en el riñón, que adquirir sida o una ETS (enfermedad de transmisión sexual). No es lo mismo reñir en el colegio (todos, o casi todos, nos hemos trompeado en el colegio) que abusar sexualmente de la compañera en un lugar solitario del colegio. No es lo mismo tener un amor escondido de adolescente que ser promiscuo, es decir tener sexo con cualquiera tan sólo por el placer sexual o ser el más, o la más, “popular”.

Con los problemas naturales se puede convivir. Con las tragedias, las crisis, las disfuncionalidades no. Lo primero tiene que ver con la naturaleza y el desarrollo de las personas. Lo segundo tiene que ver con la moral, con lo peor que hay en la naturaleza humana. Los dos tipos de problemas planteados afectan a la familia, sin duda, pero los peores efectos los trae el segundo tipo.

Problema N° 2: Dificultad para definir roles entre la pareja

Cada uno (esposo-esposa) lleva al matrimonio (y familia) su modelo aprendido y dice “a mí me criaron de esta manera, yo repetiré este modelo porque creo que –aunque no es perfecto- es bueno”.

Entre las cosas que los cónyuges necesitan ponerse de acuerdo están, por ejemplo, qué tiempo asignarán a la relación padres–hijos y a la de pareja, y en qué orden; a qué hijo atender primero y por cuánto tiempo, etc. 

Otro factor es la pugna por quién tiene el poder dentro de la pareja y la familia, lo que se termina en una competencia constante de quién tiene la razón, quién manda en cualquier cosa, aún sobre los hijos. 


Problema N° 3: La falta de comunicación (de calidad)

Todo depende del concepto de “comunicación”. Comunicación significa básicamente intercambiar información. En la familia la comunicación constante ha de ser de calidad, de contenido constructivo. Ejemplo: una sobremesa para hablar mal de otros no es comunicación de calidad. Por el contrario, es algo destructivo. Buscar al hijo en su dormitorio para hablar con él sobre un problema que atraviesa sí es comunicación de calidad.

Además de lo anterior, los padres deben aprender a comunicarse. Si ellos no se comunican bien, menos lo van a hacer con los hijos. Hay familias donde los padres pelean ante los hijos. Esto no ayuda en la comunicación. Crean temores, desconfianzas en los hijos, preocupaciones que pueden ser el origen de malos hábitos. La comunicación siempre implica confianza, sinceridad, ganas de aprender, deseos de “ser mejor persona”.

Problema N° 4: Falta de tiempo familiar (de calidad)

Para conocer a alguien hay que dedicarle tiempo, y el tiempo compartido en familia es una forma concreta de demostrar el amor que decimos sentir por los otros.

Lo que atenta contra ella es el estilo de vida actual que implica largas jornadas laborales. A esto se suma una sociedad marcada por el individualismo extremo. 

Se deben buscar los espacios para paseos familiares, actividades conjuntas (ir al cine, ir de compras por ejemplo), buscar “pretextos” para estar juntos y aprovechar a lo máximo los tiempos que permite este mundo acelerado.

Problema N° 5: Equivocado manejo del dinero

Es muy importante para los padres tener claro las necesidades y expectativas de los miembros de la familia. Si es de condición media hay que vivir como clase media. Si se es de bajos recursos hay que adaptarse a esa situación transitoria.

El problema es que las personas, con poca conciencia de la situación económica, quieren vivir un nivel alto de vida sin tener los medios para ello. Hay personas que ganan S/. 3,000 al mes pero viven como si ganaran S/. 6,000. Las deudas a las entidades crediticias entonces se torna una tortura. El matrimonio debe practicar la buena administración del dinero.

Si ambos cónyuges trabajan no pueden estar en competencia el uno con el otro. No ayuda el concepto de quién es “más exitoso”. Hay esposos (y esposas) que no saben cuánto gana en realidad su cónyuge. Ese tema debe ser dialogado con transparencia y trabajar juntos en base a un presupuesto. Los hijos y –sobre todo los padres- deben saber que no todo se puede comprar o hacer a la vez.

Se debe estar consciente que es difícil abstraerse de una cultura en que prima el individualismo, el goce lo material como forma de evidencia el éxito. Por lo mismo, el diálogo o comunicación de calidad entre todos los miembros de la familia se torna urgente.

Problema N° 6: Desacuerdo en la forma de educar y disciplinar a los hijos

Es una de las situaciones más frecuentes de conflicto entre los padres, y que a la vez impacta a los hijos. Generalmente, lo que provoca el problema es el enfrentamiento de dos modelos de educación que no logran un punto intermedio

La pareja, en vez de converger, a veces polariza sus posiciones, uno hacia la permisividad y el otro hacia el autoritarismo. No se puede ser tan laxo o tan drástico. Por eso los padres deben instruirse (esto no es opcional), leer sobre el tema, recibir ayuda de los profesionales.

La peor idea que puede haber es creer que los hijos se educan solos, aprenden solos. Incluso hay quienes dicen “yo me crié solo, sin padre, y soy una persona normal y he surgido en la vida”. Con eso se renuncia la educación y la disciplina de los hijos.

Cuando no hay disciplina se crían monstruos. De hecho, si antes los hijos tenían miedo a los padres hoy hay padres que le tienen miedo a los hijos. “Espera que tenga 15 años, ya vas a ver…”. Tenemos un refrán “Cría cuervos y te sacarán los ojos”. Reaparece así el tema, nuevamente, de la autoridad.


Decálogo de una familia:

Este orden no tiene que ver con prioridades o importancia. Todos son importantes.

1. Los límites generacionales están delimitados por lo que la estructura jerárquica ya está definida (y no es negociable). Los padres (papá + mamá) son padres y no “hermanos mayores” ni “amigos” de sus hijos.

2. Los hijos no deben ser utilizados nunca para resolver problemas conyugales. Menos aún deben ser víctimas de los padres cuando surgen problemas serios.

3. Tiene que haber expectativas realistas de los padres en relación a los hijos y entre ellos (respecto a las capacidades, talentos, etc.). El hijo no es un “príncipe” ni la hija una “princesa”. Menos superboy o supergirl.

4. Primero se es pareja y después se es padre o madre. Esto significa cuidar y privilegiar el espacio conyugal sin dejarlo invadir por los hijos. Cuando los hijos formen su hogar propio, los cónyuges nuevamente se quedarán solos. Hay que estar conscientes de ello.

5. Se debe estimular el desarrollo de la identidad y autonomía de cada uno de los miembros de la familia. Nunca un hijo es igual al otro, ni siendo gemelos. Todos son distintos y necesitan atención distinta. Por lo mismo el proceso de construcción de identidad debe ser “personalizado”. 

6. Se debe expresar constantemente el afecto y la calidez de los miembros de la familia, cultivando además el sentido del humor y la tolerancia. Las palabras bonitas, los gestos de atención y preocupación son fundamentales en el seno familiar.

7. La comunicación ha de ser abierta, franca, directa y explícita para tratar cualquier asunto. No debe haber miedo al “conflicto” ya que esto es inherente a las relaciones interpersonales. No hay que “hacerse de la vista gorda”. Si no se confrontan las situaciones se está generando un problema mayor (y tal vez incontenible).

8. La familia posee la flexibilidad para adaptarse a los cambios que son propios del ciclo de vida familiar y las contingencias que deparan el vivir. Pero para ello hay que reconocer previamente que hay “ciclos de vida familiar”. Los niños se vuelven jóvenes muy rápido. Los padres envejecen igualmente rápido. Llegan nietos y la familia extendida. El tiempo pasa volando. La familia pasa etapas y todos ya tienen nuevas responsabilidades.

9. Hay que saber mantener sanas relaciones con personas ajenas a la familia, tales como parientes, amigos, compañeros. La vida es así. Nos relacionamos por necesidad, por sobrevivencia. Eso exige tener –como en todo- parámetros y límites.

10. Si la familia es cristiana, o al menos los padres, se debe inculcar a los hijos la obediencia a Dios además de desarrollar una sana vida espiritual en torno a su participación y servicio en la iglesia. En eso no hay “democracia”. Los niños no están en capacidad de elegir si deben ser cristianos o no. Se les debe inculcar la fe cristiana.



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