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19 de febrero de 2013

JURAMENTOS NEFASTOS


Mercedes Reátegui
INTRODUCCIÓN

"A Dios pongo por testigo que no podrán derribarme. Sobreviviré, y cuando todo haya pasado, nunca volveré a pasar hambre, ni yo ni ninguno de los míos. Aunque tenga que mentir, robar, mendigar o matar ¡A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre!"

De pie, con el puño en alto y el rostro bañado en lágrimas, Scarlett O’Hara, personaje principal de la película “Lo que el viento se llevó”, pronunció este juramento en medio de su hacienda devastada por la guerra. Aquel juramento cargado de rabia e impotencia marcó posteriormente su vida de manera trágica. ¿Alguna vez ha hecho usted un juramento semejante en medio de circunstancias adversas? Nos preguntamos entonces ¿Qué puede llevar a una persona a proferir este tipo de juramento?

¿Qué son los juramentos? Según el Diccionario Real de la Academia Española un juramento es la afirmación o negación solemne de una cosa; donde se pone generalmente a Dios por testigo. En un diccionario teológico podemos leer lo siguiente:

Los juramentos son principalmente una maldición de uno mismo en caso de que uno no esté diciendo la verdad. (…) El AT tiene dos palabras para el juramento; una en el sentido básico (…) y la otra significa literalmente ‘maldecir’. (1)

ACCIONES QUE GENERAN RESENTIMIENTOS
Las personas que juran con facilidad cuando se hallan bajo una fuerte carga emocional no miden las consecuencias de sus actos y, consciente o inconscientemente, se dejan arrastrar a lo largo de su vida por los sentimientos negativos, que se suscitaron a raíz de eventos dolorosos o humillantes que no decidieron superar.

En cierto programa de televisión, vimos el caso de una adolescente acusada de efectuar bullyng en su escuela, y que estaba a punto de recibir una drástica sanción de las autoridades competentes. Ella confesó: “Fui golpeada siendo niña, y juré que nunca más nadie volvería a golpearme”.

Como esta joven no son pocas las personas que día a día toman la triste decisión de vengar humillaciones sufridas durante la niñez o la adolescencia, lastimando a aquellos que se atraviesen en su camino. Y el delito, como se ve en el ejemplo, tiene su origen –aunque algunos no quieran verlo- en un juramento hecho. Felizmente la Biblia también trata acerca de este problema que cada vez es más creciente en el mundo de hoy.

LOS ABUSOS CONTRA LOS POBRES E INDEFENSOS
En la carta de Santiago se condena el abuso que cometían los ricos contra los jornaleros que contrataban para que trabajasen sus tierras, situación de la que no escapaban algunos miembros de la iglesia:

He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos (…) Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia. (Santiago 5:4, 6).

¿Puede usted imaginar cómo se sentían aquellos jornaleros y sus familiares que dependían de ellos? ¿Tenían derecho a enojarse contra semejantes injusticias? Por supuesto que sí. El problema es que la rabia contenida contra los abusos de los acaudalados e influyentes patrones estaba generando también problemas al interior de la iglesia: afectando seriamente la comunión entre sus miembros, así como el testimonio y la vida espiritual de los afectados.

LA IRA PECAMINOSA
El enojo o la ira en sí no son pecados. Veamos lo que dice la Biblia al respecto:

Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. (Efesios 4:25-27).

El Dr. James Dobson afirma que “la ira no es sólo un sentimiento, sino que es también una reacción química” (2) frente a un acto que consideramos una amenaza grave o de algo que nos cause indignación.


Scarlett O´Hara
Por cierto, hay situaciones desagradables que nos toman de sorpresa y podemos llegar a reaccionar con ira debido a la adrenalina que produce nuestro organismo a modo de defensa; pero eso no nos da licencia para dejarnos dominar por la ira. Una dolencia física, una gran preocupación, o aún la fatiga extrema pueden hacer que las personas se vuelvan justificadamente irritables, pero no necesariamente a esas actitudes se les puede catalogar como “ira”.

Sin embargo, sí debemos diferenciar lo que es la ira pecaminosa es decir aquella que motivada por una naturaleza corrompida se deja crecer voluntariamente, acerca de la cual el Dr. Dobson señala lo siguiente: “Considero ira inaceptable la que nos incita a herir a nuestro prójimo: Cuando queremos infligir dolor a la otra persona”. (3) La Biblia advierte que “la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:20).

No solamente se hace violencia a nivel físico sino también a través de las palabras. Por eso un juramento –en el que se pone a Dios como testigo- en base a una decisión cargada de ira y deseos de venganza, es una blasfemia. Es necesario pues tener sumo cuidado con el lenguaje que usamos bajo un estado emocional alterado. Con toda razón Santiago también advierte: “Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta” (Santiago 5:8).

Asimismo el apóstol Pablo, que no se libró de maltratos y críticas ordenó lo siguiente:

Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y toda maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. (Efesios 4:31-32).


PACIENCIA ANTE EL ABUSO
Dios que es llamado también “Dios de la paciencia y la consolación” (Romanos 15:5) llama al cristiano a ejercer la virtud de la paciencia como evidencia de su fe en Cristo Jesús:

Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca (…) He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo. (Santiago 5:8, 11).

Ante el desánimo y la impaciencia, Santiago nos recuerda el ejemplo de Job que supo esperar en Dios, siendo finalmente restaurado y bendecido en gran manera.

Es probable que alguno de los destinatarios de Santiago llevado por la ira, la impaciencia o la desesperación haya caído también en la pecaminosa costumbre de hacer juramentos impropios; de ahí la prohibición del apóstol:

Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación. (Santiago 5:12).

NO JUREN, OREN 
Hacer juramentos nefastos era muy común en un sector fanatizado de la sociedad judía. Para ilustrar esta pecaminosa costumbre producto de la falta de temor a Dios, leemos lo siguiente:

(…) más de cuarenta hombres de ellos ( judíos) le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte (a Pablo); y ahora están listos esperando tu promesa. (Hechos 23:21).

Un grupo de judíos habían hecho un juramento de odio y venganza contra el apóstol Pablo porque no cesaba de predicar a Cristo aún estando preso.

¿Entonces es malo hacer juramentos? Santiago prohíbe a sus lectores jurar –tanto en sus conversaciones ordinarias donde se usa sin temor y vanamente el nombre de Dios- así como proferir aquellos de los cuales nos estamos refiriendo en este artículo y que consideramos blasfemia.

La intención de Santiago, en el presente contexto, es evitar que sus lectores, llevados de la impaciencia, prorrumpan en juramentos que impliquen tomar en vano el nombre de Dios. Dice Salguero: ‘Los judíos eran muy inclinados a jurar, y esto mismo había introducido abusos deplorables. Había muchos que no les importaba perjurar, sobre todo, después que la casuística rabínica había regulado cuándo se podía quebrantar el juramento. (4).

En el Antiguo Testamento, se prohíbe tomar el nombre de Dios en vano o para jurar en falso (Éxodo 20:7; Levítico 19:12), pero era muy común hacer juramentos ‘correctos’ que luego devinieron en abusos. Pero el Señor Jesús ordenó a sus discípulos no hacer juramento alguno:

Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede. (Mateo 5:33-37).

Santiago nos manda orar en medio de la aflicción a Aquel que puede cambiar las cosas para bien, en tanto hagamos lo correcto. “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración”. (Santiago 5:13 a).

CONCLUSION
Aprendamos a controlar nuestras emociones entendiendo que las decisiones que tomemos bajo determinadas circunstancias marcarán nuestro futuro y de aquellos que no rodean.

El buen manejo de nuestras emociones permitirá que podamos estar al servicio de la reconciliación y la paz al interior de nuestra familia, en nuestro trabajo, dentro de la iglesia y en todo lugar donde nos relacionamos con los demás.

Finalmente, ante la ligereza de hacer algún juramento mejor es que levantemos los ojos al cielo y oremos a Dios, quien es el único que puede ayudarnos a salir de cualquier situación por más difícil que parezca. Recuerda que mejor es orar antes que jurar.

BIBLIOGRAFÍA
(1) Gerhard Kittel, Gerhard Friedrich y Geoffrey Bromiley. COMPENDIO DEL DICCIONARIO TEOLÓGICO DEL NUEVO TESTAMENTO. Libros Desafío: Grand Rapids, 2002, p. 709
(2) James Dobson. EMOCIONES ¿PUEDE CONFIAR EN ELLAS?. CLIE: Barcelona, 1982, p. 90.
(3) Ibid., p. 96.
(4) COMENTARIO BÍBLICO DE MATTHEW HENRY. Traducido y adaptado por Francisco Lacueva. CLIE: Barcelona, 1999, p.1838.



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Canción: "No puedo vivir sin ti"
Intérprete: Puerto Seguro

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