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6 de noviembre de 2011

HABACUC, UNA FE INCONMOVIBLE

Mercedes Reátegui
Introducción

Lo que está pasando hoy en el mundo es como para dejar preocupado a cualquiera: desastres naturales, guerras, atentados terroristas, disturbios, violencia social y familiar, desempleo, hambruna, creciente índice de criminalidad, impunidad y otra suerte de males más.

Y a todo esto ahora se suma una inminente crisis internacional que amenaza con tocarnos a todos; y se dice ya que el “nuevo orden mundial” ha empezado a hundirse. Frente a estos sucesos la percepción que los entendidos tienen del futuro es totalmente fatalista. El mundo está temblando frente a un futuro incierto. Hay indignación, impotencia y miedo.

El profeta Habacuc también sintió impotencia, indignación y miedo al ver lo que sucedía en su nación.

¿Hasta cuándo Señor permitirás todo esto?

Se pregunta Habacuc: ¿Señor, cómo puedes soportar a esta gente tan malvada?

“Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás” ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia” (1:1-4)

Habacuc clama y Dios no es indiferente, pues en respuesta a su oración le revela a Habacuc que ya está en camino una nación poderosa que Él va a usar para castigar los pecados de su pueblo.

“Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas” (1:6).

Esta nación –los caldeos- iba a invadir Judá e iba a arrasar con todo; y entonces Habacuc se postra ante Dios. “¿Qué pasará con nosotros, Señor?” parece decir Habacuc. Había mucha violencia e injusticia en su país, pero lo que se viene parece todavía aún peor.

El justo se salvará por su fidelidad a Dios

¿Qué pasará con nosotros? Es la gran pregunta, pero ¿Qué dice Dios al profeta Habacuc?

“…Más el justo por su fe vivirá” (2:4).

Esa es la respuesta de Dios y es la promesa que también leemos en el Nuevo Testamento, de modo que está más vigente que nunca y trasciende a todos los tiempos.

Cuando sobrecoge el temor

“…Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia” (3:1-2).

Habacuc sabe ahora lo que va a suceder, pero esto no lo exonera del miedo natural en el ser humano, sin embargo no se olvida de que Dios es misericordioso:

“Muéstranos tu compasión aún en medio de tu enojo Señor”.

Habacuc expresa su temor frente a lo que se viene:

“Oí, y se me conmovieron mis entrañas; a la voz temblaron mis labios; pudrición entró en mis huesos, y dentro de mí me estremecí” (3:16 a)

Habacuc tuvo miedo, se puso a temblar y perdió las fuerzas. Sin embargo algo empieza a cambiar en Habacuc: El temor da lugar a la confianza:

“Aún así estaré quieto, esperaré tranquilo en el día de la angustia cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas” (3:16 b).

Dice el profeta acerca de aquel que ha puesto su confianza en Dios:

“Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová” (Jeremías 17:7).

Alguien dijo con mucha razón que la seguridad no está en la ausencia del peligro, sino en la presencia de Dios en nuestra vida. Solamente en Dios podemos hallarnos verdaderamente seguros y Él desea que confiemos en Él, pase lo que pase.


El Señor es quien da seguridad y alegría

Las impactantes palabras de Habacuc demuestran una fe inconmovible:

“Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación”.

“Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar” (3:17-19).

Los higos y las uvas eran símbolo de bienestar y prosperidad en la Palestina del tiempo del profeta Habacuc. El olivo era un producto básico en la economía que se usaba como cosmético, combustible, medicina y como alimento.

Del ganado obtenían la carne, la leche, la mantequilla, el queso, la lana, el cuero y demás productos.

Habacuc es realista y sabe que enfrenta la posibilidad de perderlo todo, pero en vez de quejarse y renegar o deprimirse, Habacuc alaba a Dios y manifiesta su confianza en Él. Eso me recuerda al apóstol Pablo y a Silas cantando alabanzas a medianoche, en la húmeda cárcel y con los pies en el cepo, a pesar de haber sido duramente maltratados (Hechos 16:23-25).

¡Cuánto gozo produce la confianza en Dios!

¿Cuál sería nuestra actitud ante la posibilidad de perder lo que tenemos, o ante la eventualidad de que los productos comenzasen a escasear en los mercados (leche, arroz, azúcar, aceite, huevos, carne, frijoles, el pan, las carnes y el pescado); o si las chacras y los huertos, todos los campos de cultivo dejasen de producir las frutas y las verduras; o si desapareciese la gasolina de los grifos, o el gas para el uso doméstico? ¿Cómo reaccionaríamos? Eso puede suceder tarde o temprano.


Habacuc no sólo reafirma su confianza en Dios, sino que se alegra en Él

“A pesar de todo, pase lo que pase saltaré de alegría porque mi delicia es el Dios de mi salvación” (3:18).

El verdadero gozo no está en las cosas que poseemos, sino en la presencia de Dios.

John Newton, un pastor y predicador del siglo XVIII dijo que “un estado de prueba, usado correctamente, es para el creyente ‘UN PUESTO DE HONOR’”. En ese puesto estaba Habacuc.

Amados hermanos, que cuando llegue la prueba, estemos listos para actuar tal y como lo hizo Habacuc.

¿Sabía usted que…? 

El nombre de Habacuc significa: “abrazo” o “uno que abraza”

Habacuc hizo honor a su nombre pues se abrazó de Dios, y halló en Él el consuelo, la fortaleza y la seguridad para afrontar el futuro. Dios permitió que Habacuc anduviese en lugares aparentemente peligrosos para el hombre común y corriente, pero no para él, porque Habacuc había puesto su confianza en Dios. Aprendamos de este siervo de Dios y confiemos en el Señor nuestro Dios y alegrémonos en Él. En otras palabras, abracémonos de Dios para siempre.

Que Dios los bendiga.


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Canción: "Paz en la tormenta"

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