Por: Martín Ocaña Flores
TEXTO BÍBLICO (Mateo 27:11-31)
Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuese muerto. Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás. Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado! Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado! Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.
Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle.” (RV 1960).
CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL
Una vez que los miembros del Concilio llevaron a Jesús ante Pilato (27:1-2), Judas aparece como que se sorprende ante la decisión política tomada (“viendo que era condenado”, v. 3). Se muestra arrepentido al haber entregado a Jesús a la muerte y devuelve el dinero que le pagaron los principales sacerdotes y ancianos (vv. 3-4), pero ya es demasiado tarde. Al final arroja el dinero en el templo y se ahorca (v. 5). Después de ello los principales sacerdotes compraron con ese dinero un terreno que serviría como sepultura de los extranjeros, el “Campo de sangre”. Todo esto ya había sido profetizado por Jeremías (vv. 6-10).
Por otro lado, había una costumbre que sucedía en la fiesta nacional: el gobernador indultaba a un preso, a cualquiera, conforme a lo que el pueblo pidiera (v. 15). Este importante dato aparece a la par de otros comentarios que el evangelista Mateo no oculta: Pilato no sólo sabía muy bien que Jesús había sido acusado por envidia (v. 18) sino que, además, fue presionado por su mujer quien había tenido una pesadilla con Jesús, a quien ella llama “justo” (v. 19).
Todo esto sucedió después de un breve interrogatorio donde Pilato le preguntó a Jesús de forma directa si era o no “el Rey de los judíos” (v. 11). La respuesta lacónica de Jesús fue “Tú lo dices”, con lo que puso en boca de Pilato lo que él quería ver u oír de manera conveniente. Por otro lado, estaban los miembros del Concilio acusándole (v. 12), frente a lo cual Jesús prefirió, una vez más, quedarse callado lo cual provocó una extrañeza en el gobernador (vv. 12-14).
PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR
“¿Eres tú el rey de los judíos?” (v. 11)
La pregunta que Pilato hace a Jesús es sumamente interesante, dado que traduce políticamente el significado de “Cristo” o “Mesías” (Cf. 26:63). Mientras para el Concilio o Sanedrín dicho término tiene una connotación más religiosa-sacral, aunque con obvias implicancias políticas, para Pilato estrictamente significa que Jesús sería un revoltoso judío más, un mesías como los muchos que reclamaron ser “Rey de los judíos” armando revueltas populares contra Roma. De hecho, “Cristo” (vv. 17, 22) y “Rey de los judíos” (v. 11) significaban lo mismo en esa perspectiva.
Nota: Cuando los sabios del Oriente llegaron a Jerusalén no preguntaron dónde había nacido el Cristo sino ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? (2:2). Fue una pregunta equivocada hecha a la persona equivocada. La evidente implicancia política de esa expresión explica por qué Herodes se turbó y con él toda la ciudad (2:3). Observe que en 27:29 aparece nuevamente la expresión con una connotación política, y en 27:37 se dice claramente que la causa de que Jesús esté en la cruz es que era “el Rey de los judíos”.
“Persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás” (v. 20)
Los miembros del Sanedrín, la clase religiosa, van ahora a persuadir a la multitud para que exijan a Pilato el indulto de Barrabás, el preso famoso (v. 16). Esto tenía dos implicaciones: el indulto de uno que ya estaba condenado a la cruz por sus crímenes (Cf. Mc 15:7) y que Jesús el justo sea crucificado (vv. 22-23). De hecho, Barrabás estaba destinado a la cruz junto con los otros dos bandoleros (lestés). La multitud enardecida y guiada por el Sanedrín, a estas alturas, ya no escuchaba a Pilato, quien les preguntó acerca de si Jesús les hizo algún mal (v. 23). Pero la consigna era la muerte de Jesús, y en el fondo Barrabás no les interesaba. De hecho, poco les importaba que Pilato lo liberara a él o a otro bandolero.
“Pilato… se lavó las manos delante del pueblo” (v. 24)
Después que Pilato vio a una multitud alborotada y sin entender de razones se lavó las manos en señal que él quedaba libre de la muerte de Jesús: “Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros” (v. 24). Pero inmediatamente la multitud le respondió: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (v. 25).
En otras traducciones se lee: “¡Nosotros y nuestros hijos respondemos de su sangre!” (NBE); “¡Nosotros y nuestros hijos aceptamos la responsabilidad de su muerte!” (PDT). La idea es que la multitud carga con la muerte de Jesús. Pero no la cargan sólo ellos sino que comprometen a sus hijos o descendientes. Dado que los ánimos estaban caldeados habría que entenderse esas palabras como necias e irresponsables en extremo. Como se dice “se fueron de boca”. No hay que buscar más implicancias de esa nefasta respuesta popular.
La idea de esa respuesta es que la multitud “cegada por sus jefes cree obrar bien reclamando la muerte de Jesús. Ante Pilato sus argumentos son de orden político. Pero sus verdaderas razones son de orden religioso. Tiene que confesar la mesianidad de Jesús o hacerle desaparecer. No hay término medio.” (Bonnard 1976:595). Ante tal hecho Pilato no tuvo más opción que actuar conforme a la costumbre (v. 15). El pueblo quería libre a Barrabás, pues lo liberó. Querían que Jesús muera crucificado, pues fue azotado y entregado a los encargados de la crucifixión (v. 26).
Los vv. 27-31 narran el ritual de muerte previo a la crucifixión. No con todos los condenados los soldados hacían lo que indican estos versículos, pero con Jesús sí hubo ensañamiento. La explicación de esto es que tenían ante ellos a un mesías, un líder de revoltosos que destruiría el templo (v. 40). Comparando, si el criminal Barrabás era un peligro para el orden social, Jesús lo era mucho más. Había que humillar en extremo al que pretendía ser “Rey de los judíos”.
A Jesús, después de disfrazarlo como un rey (con un manto de escarlata, una corona de espinas y una caña como cetro), toda una compañía de soldados le escupió, lo golpeó, lo escarnecieron. Hasta hincaron las rodillas ante él simulando que lo saludaban como si fuera un emperador o un rey. Los golpes en la cabeza -con la corona de espinas puesta- debió provocar un copioso sangrado en Jesús que tiñó parte del manto que llevaba puesto. Lo narrado por el evangelista Mateo hoy se conoce como actos de tortura, como una flagrante violación a los derechos humanos.
“y le llevaron para crucificarle” (v. 31)
Después que escarnecieron a Jesús le quitaron el manto y le pusieron sus vestidos (que le fueron quitados cuando lo disfrazaron de rey). Luego, cuando Jesús ya estaba en la cruz, los soldados se sortearían esos vestidos como un “trofeo de guerra” (v. 35) y no precisamente porque fueran ropas finas y costosas. Jesús no sólo tuvo un trabajo humilde (téktonos, 13:55) en un pueblo pequeño (Nazaret), sino que debe haber vestido ropas acordes a su región, es decir ropas sencillas como el común de los galileos.
La cruz era el instrumento de suplicio y muerte a la que estaban destinados los revoltosos sociales (lestés). Cabe destacar que Roma sólo crucificaba esclavos aunque hubo excepciones (romanos que cometieron atrocidades). La “pena capital se ejecutaba mediante la fijación del reo a una cruz. Se ataban las manos y los pies o, de manera más cruel, se usaban clavos, traspasando manos y pies.” (Vila & Escuain 1985:222). La crucifixión era una cruel muerte que servía para escarmentar a los revolucionarios así como a las masas empobrecidas. Nunca el cuerpo de un crucificado era bajado de su cruz. Todos debían ver el posterior espectáculo que daban las aves de rapiña.
IDEA CENTRAL DEL TEXTO
En el juicio político a Jesús y su condenación a la muerte participaron los miembros del Sanedrín, quienes azuzaron a las multitudes para que exigiesen al gobernador Pilato la muerte de crucifixión. Jesús nunca se defendió, sino más bien sufrió el castigo y el oprobio que se aplicaba a los reos destinados a la cruz.
LECCIONES QUE APRENDEMOS
Acerca de Jesús:
El Señor Jesús tuvo una sola palabra o expresión: “Tú lo dices” (v. 11). Fuera de eso no hay más. Lo que sí hubo fueron abundantes maltratos, escarnio y humillaciones contra él. Jesús el justo (vv. 19, 24) sufrió en su humanidad como el Mesías, el cordero de Dios, aunque sus crucificadores convirtieron su mesianismo en algo estrictamente político: “el Rey de los judíos” (vv. 29, 37).
Lecciones para todos:
Se debe entender que el juicio político a Jesús fue el resultado de una atrocidad cometida por el Sanedrín, quienes manipularon a las multitudes para direccionar la decisión de Pilato para condenar a la muerte a Jesús. En este sentido las personas “religiosas” no son necesariamente sinónimo de decencia y moralidad. Una lección general es que los cristianos debemos estar alertas sobre los juicios políticos que ocurren hoy, y tratar de entender las causas reales de los mismos.
Fuentes usadas:
Bonnard, Pierre. (1976). Evangelio según san Mateo. Madrid: Cristiandad.
Vila, Samuel & Santiago Escuain. (1985). Nuevo diccionario bíblico ilustrado. Barcelona: CLIE.
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