13 de junio de 2020

APUNTES PARA UNA TEOLOGÍA BÍBLICA DEL BIENESTAR HUMANO

Pastor Martín Ocaña Flores
Planteamiento del tema

Parece ser que el tema de la prosperidad material es un tema relevante hoy en las iglesias evangélicas. Nuestra propuesta bíblica es que podamos entender la prosperidad a partir del propósito original de Dios hacia su creación: la vida plena o bienestar integral, que se resume posteriormente en la voz hebrea shalom. Este es el hilo conductor que nos guiará en esta reflexión. La prosperidad material es sólo un aspecto de algo más integral (el shalom). Justamente porque es un aspecto del bienestar integral, y no el todo, es que la Biblia hace un llamado constante a cuidarnos de buscar la riqueza. Salomón escribió: “No te afanes por hacerte rico; se prudente y desiste. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas de águila, y volarán al cielo” (Prov 23:4-5), mientras que Agur en el mismo espíritu clama al Señor: “No me des pobreza ni riquezas, mantenme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios” (Prov 30:8-9). 

1. Bienestar humano en el Antiguo Testamento

En esta parte hacemos un breve recorrido histórico para descubrir cuál es el concepto y cuáles son las implicancias del shalom en el Antiguo Testamento. Es necesario señalar que en el libro de Génesis (capítulos 12-50) se describe la Época Patriarcal, y abarca las historias de Abraham, Isaac, Jacob, e incluso José. Se evidencia en el texto bíblico cómo la vida diaria de los patriarcas estaba regida por una serie de costumbres de la época, en la que, por ejemplo, el padre como jefe de familia tenía grandes facultades sobre la familia o clan. Se podría decir que los patriarcas fueron, en términos actuales, ricos, es decir tenían muchas posesiones. 

De Abraham se dice que “era riquísimo en ganado, en plata y en oro” (Gén 13:2), además que tenía más de 300 criados (Gén 14:14). Cabe señalar, sin embargo, que en el Oriente Antiguo las posesiones significaban poco si el patriarca, por ejemplo, carecía de honor y respeto. Incluso era preferible tener el reconocimiento social a la tenencia de posesiones. Esto se verifica en Gén 12:1-2, donde la promesa de Dios se refiere a tierras, numerosos hijos y honor (“engrandeceré tu nombre”). Abraham, además, era temeroso de Dios. Su vida espiritual lo hacía justo. Eso también era parte del shalom.

Es en este periodo que posiblemente vivió Job, aunque la historia se puso por escrito mucho tiempo después. Este varón llevaba una vida justa ante Dios. ¿En dónde radicaba su bienestar? No sólo en su enorme hacienda y sus numerosos criados (Job 1:2), sino en su familia numerosa, su salud corporal, y su comunión con Dios (Job 1:5). Su riqueza no era sólo material, era también espiritual. Su prosperidad era integral. Cuando perdió a sus hijos y sus tierras realmente no lo perdió todo. Su ruina vendría cuando fue confinado a la soledad quebrantada, cuando su esposa lo abandonó, y cuando los amigos se tornaron infieles. Pero al final, Dios en su gracia lo bendijo abundantemente, restituyéndole el doble de lo que había tenido antes (Job 42:10). Dios lo bendijo, además, con una nueva familia (Job 42:13), es decir lo reintegró a la sociedad y le dio la posibilidad de seguir extendiéndose generacionalmente (Job 42:17). Su bienestar fue mayor.

A esta época también corresponde la historia de José. La Biblia cuenta cómo Dios preservó la vida de este joven vendido como esclavo por sus envidiosos hermanos. En Egipto –posiblemente gobernado por los hicsos- logró ascender debido a su integridad moral, a su capacidad administrativa y a la dirección de Dios, al cargo de asesor del Faraón, siendo el segundo en todo el Imperio. Un texto que describe la experiencia de bienestar, primero de José mismo, luego de Egipto, y finalmente de su familia, es el siguiente: 
    Porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá ni arada ni siega. Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida, por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios (Gén 45:5b-8a).
Con la presencia de José en Egipto se garantizaba el bienestar (shalom) de la familia de Jacob, quienes emigraron a ese país (Gén 46:27). A la muerte de José los hijos de Israel siguieron multiplicándose en Egipto (Ex 1:7), y es posible que la gran mayoría hayan sido esclavizados. Con el ascenso del nuevo Faraón (Ex 1:8) se inició una política anti-natal y de abuso inmisericorde contra los esclavos hebreos con el propósito de lograr mayor producción de la tierra y garantizar la mano de obra en las construcciones. 

Sin embargo, Jehová levantó a Moisés para que conduzca al pueblo a su liberación. La miseria, la postración y la muerte de los hijos de Israel no estaban en el plan de Dios, pues estaba la promesa hecha a Abraham: la Tierra Prometida y la descendencia numerosa como la arena del mar. Con el éxodo Israel inició una nueva etapa en su historia: la etapa de la libertad y de la vida plena. Dios les dio la Ley en el Sinaí para garantizar el éxodo y para que se organicen como nación de una manera distinta a la que habían conocido en Egipto (modelo conocido como Ciudad-Estado). Israel debía organizarse en tribus, cuyos núcleos serían los clanes y las familias liberadas. 

Del Israel Tribal dan cuenta los siguientes textos: 
    No tendrás dioses ajenos delante de mí. No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano (Ex 20:3,7).
    Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres. Y comerás y te saciarás, y bendecirás a Jehová tu Dios por la buena tierra que te habrá dado. Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a sus padres, como en este día (Deut 8:1,10,11,18).
    La justicia, la justicia seguirás, para que vivas y heredes la tierra que Jehová tu Dios te da (Deut 16:20).
    Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán (Deut 28:1,15).
En la perspectiva bíblica la nación toda, y no sólo individuos aislados o pequeños segmentos sociales, están llamados a vivir una vida de bienestar integral. El shalom es producto del reconocimiento de Jehová como Dios, del cumplimiento de su voluntad expresada en la ley, y de la práctica de la justicia entre los seres humanos. No cumplir con la ley era abandonar al Dios que los liberó de Egipto y traicionar al pueblo organizado en tribus que anhelaba la posesión de la Tierra Prometida. Por eso es que se habla del incumplimiento de la ley en términos de maldición. Dios de ninguna manera bendeciría el volver al estilo de vida que tuvieron en Egipto. Dios no prosperaría a la nación. Este llamado de Moisés al Israel liberado fue recordado numerosas veces por Dios a su pueblo por medio de sus voceros: los jueces. Israel conoció en este mismo periodo tribal épocas de sequía material y espiritual. La idolatría hizo que cayeran en manos de sus enemigos (los filisteos y otras naciones) numerosas veces. Pero Dios, quien es rico en su misericordia, los levantó una y otra vez. 

En el Israel Monárquico el rey Saúl –que en realidad más parecía un juez- tuvo que enfrentar a numerosos enemigos internos y externos. El pueblo vivió una época de zozobra debido a la inestabilidad política y la escasez económica. Definitivamente fueron momentos muy duros para Israel. Sin embargo, con el rey que le sucedió, David, comenzaron a cambiar las cosas prontamente. Sus victorias militares permitieron que consolide su poder y anhele construir un templo a Jehová para unificar a la nación (2 Sam 7-8). Dios no permitió que él le edifique casa. Aún así, en medio de sus quehaceres políticos y militares, David compuso diversos cánticos, setenta y ocho de los cuales están en los Salmos.[1] Aquí citamos sólo tres en los que aborda el tema del bienestar humano: 
    Confía en Jehová, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad. Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él, y él hará. Exhibirá tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía (Sal 37:3-6).
    Bendice, alma mía a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila. Jehová es el que hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia (Sal 103:2-6).
    Jehová es mi pastor, nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebozando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días (Sal 23:1-6).
Para David, el creyente que busca bienestar en su vida tiene que comenzar a confiar y temer a Jehová. Esto se traduce necesariamente en una vida caracterizada por la justicia [social, se entiende]. Es decir, el bienestar o vida plena tiene que ver con la construcción de relaciones humanas basada en la justicia. Dios se acordará de este creyente cuando caiga en faltas, en enfermedad u otra situación angustiante, que por cierto nunca está libre. Dios mismo lo rescatará. Pero también, según el Salmo 23, el creyente debe tener la seguridad que Dios lo confortará, protegerá y proveerá, como si fuera un pastor. El bienestar (shalom) que encuentra el creyente en Dios va más allá de todo interés monetario: la presencia de Dios llena toda expectativa humana, sea física-corporal, emocional o espiritual.

Después de David se posesionó del trono su hijo Salomón. Este inició su gobierno lleno de sabiduría y del temor de Jehová. Pronto fue conocido por su trato justo y generoso. Dios lo bendijo más allá de lo que Salomón necesitaba (1 Rey 3:11-15). Dios le dio riquezas y le exigió que guarde el pacto. Pero, con el transcurrir del tiempo, se alejó de Dios y de su pueblo. Se ensoberbeció por la riqueza acumulada y se comportó con sus súbditos de una manera contraria a la voluntad de Dios: hizo una purga de sus rivales políticos, mandó al exilio a los enemigos, introdujo tributos nunca antes visto, fortaleció el ejército profesional iniciado por David, y entabló vínculos comerciales-religiosos-políticos con naciones diversas. Estos vínculos tuvieron un alto precio: la idolatría, que con el tiempo llegó a convertir a Israel en una nación pagana aunque paradójicamente a la vez confesara su fe en “Jehová”. La prosperidad de Salomón se trastocó en maldición. 

De este periodo la Biblia conserva dos textos que subrayan la “neutralidad” de las riquezas, ya que provienen de Dios: “Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos” (1 Cró 29:12) y “El rico y el pobre se encuentran; a ambos los hizo Jehová” (Prov 22:2). Es también durante esta época que se escribe gran parte de la literatura sapiencial. Juan Kessler lo resume así: 
    El problema con las riquezas es que no duran para siempre (Prov 27:24), ocasionan críticas contra los poseedores (Prov 13:8), no ofrecen ninguna protección en el día del juicio (Prov 11:4) y dan una popularidad falsa (Prov 19:4). Hay el peligro de que las riquezas desparezcan de un momento a otro (Job 27:19) y que otros gocen de ellas (Ecl 6:2). Por esto hay amonestaciones contra el deseo de enriquecerse (Prov 23:4 y 30:8-9) y sobre todo contra el deseo de enriquecerse rápidamente (Prov 28:20,22) y por medio de la injusticia.[2]
Definitivamente los monarcas buscaban un bienestar para la clase gobernante y con ello la miseria para el pueblo. Es en ese contexto que Dios levantó a sus voceros: los profetas. Estos alzaron su voz de crítica social y política buscando conversión y justicia. El bienestar que Dios quería era para todos y no para una minoría, además que no debía estar fundada en la mentira, en el abuso, en la opresión y el robo. La ingobernabilidad, miseria generalizada y descomposición social a la que habían llevado los reyes no puede ser llamado de ninguna manera shalom. Israel dividido en dos naciones (Israel y Judá) conoció el exilio.

Israel en el Exilio no conoció el shalom. El Salmo 137 pone de manifiesto con crudeza cómo vivía el grueso de los exiliados en Babilonia: “Juntos a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos y llorábamos acordándonos de Sión”. El Israel del Post-Exilio igualmente tampoco llegó a concretar un modelo de sociedad donde todos podían considerarse satisfechos y con bienestar, ni siquiera en la época de las reformas de Nehemías.

2. BIENESTAR HUMANO EN EL NUEVO TESTAMENTO

Pobres y ricos en el siglo I

Al igual que en la gran mayoría de las sociedades que se hallaban ubicadas en la provincia romana del Asia Menor, Palestina y las otras poblaciones que aparecen en el Nuevo Testamento estaban divididas en dos grupos: los ricos y los pobres. La sociedad se caracterizaba por ser piramidal, es decir, en la cúspide estaba la aristocracia, y en la base estaban las masas de pobres. Según Eduardo Arens: 
    La aristocracia estaba conformada por las familias del emperador y de los senadores, por los ecuestres y los decuriones, muchos de los cuales ocupaban cargos administrativos importantes. A estas categorías sociales romanas hay que añadir la nobleza local en las provincias romanas y su propia aristocracia. Por principio todos eran acaudalados, como se esperaba de ellos. Como siempre, la aristocracia era minoría en la población. R. MacMullen ha calculado que, de una población aproximada de cincuenta millones de habitantes en los territorios que constituían el Imperio Romano hacia fines del siglo I d.C., el orden (ordo) senatorial ocupaba aproximadamente una milésima del uno por ciento, la mayoría de cuyos miembros vivía en Roma y alrededores. El orden ecuestre estaba formado por aproximadamente un décimo del uno por ciento de la población, lo cual, según J, Gagé, no representaba más que unas decenas de miles de personas. (...) Los decuriones eran los miembros de los consejos y de la magistratura de una ciudad; eran ricos y con frecuencia estaban cubiertos de honores por sus éxitos. Solían ser terratenientes y grandes comerciantes. Generalmente eran los ricos de la ciudad y a su vez constituían una especie de aristocracia local.[3]
Si estos eran los ricos, ¿quiénes eran los pobres? Todos aquellos que no poseían suficientes recursos como para poder vivir sin tener que trabajar (penes, pauper), y también todos los que no podían sobrevivir sin mendigar (ptojos, indigens, fames y mendicitas). Ese era el panorama económico en que Jesús y las primeras comunidades cristianas actuaron.

La vida material de Jesús y su enseñanza del shalom

Muchas páginas se han escrito acerca de la condición económica de nuestro Señor Jesús. Resumidamente diremos que mientras por un lado están los que lo describen como un pobre y oprimido, por otro lado se encuentran aquellos que lo ven como un hombre rico que tenía hasta tesorero y vestía ropas caras. Sin embargo, la exégesis actual –a partir de los aportes de la antropología cultural- no cae en estereotipos, sino que ve que el asunto es más complejo y que hay que considerar las coordinadas socio-culturales del mediterráneo para una evaluación seria. Jesús, pues, no era ni pobre ni rico, según nuestras categorías modernas occidentales. Tal vez lo más importante en este punto no sea ese asunto, sino con quiénes se relacionaba y cómo anunciaba del reinado de Dios (shalom). 

Nadie pondrá en tela de juicio que el mensaje del reinado de Dios tiene enormes implicancias terrenales, aunque no se limite a ésta. Como tal, el mensaje de Jesús toca los diversos aspectos de la vida humana. En su enseñanza encontramos un texto clave y que forma parte del Sermón del Monte:  
    No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan, sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón. (...) Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. Por tanto os digo: no os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o que habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, que habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Más buscad continuamente que reine la justicia de Dios, y todo esto os será añadido [4]. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal (Mat 6:19-21, 25-34).
El mensaje de Jesús es un llamado a la confianza en Dios, a la búsqueda del shalom y a la renuncia de la riqueza material y sus afanes propios. ¿O es que es muy difícil entender que “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”? (Luc 12:15). Pero a su vez, el texto revela que el bienestar humano sólo es posible si hay satisfacción de las necesidades materiales, antes no. 

Comunidades cristianas y propuestas de shalom

El gran mensaje del Nuevo Testamento es el reinado de Dios proclamado y vivido por Jesucristo. En conformidad a este nuevo orden de Dios, Lucas cuenta cómo la Iglesia creció y se expandió por diversos lugares geográficos según el Espíritu Santo les guiaba (Hch 1:8). Pronto la Iglesia conoció diversas experiencias de fe en distintos lugares. Así, para mediados del siglo I la Iglesia se encontraba en lugares tan distintos culturalmente como el Norte de Africa, Siria, y posiblemente España y Etiopía, además de la “Iglesia madre” de Jerusalén. Es la época en que también van a comenzar a escribirse diversos textos que hoy conforman el Nuevo Testamento. 

Si bien los textos reflejan diversas experiencias eclesiales, todas ellas tenían problemas internos y externos: las herejías habían entrado a las comunidades, habían peleas entre líderes, diversas inmoralidades manchaban el honor del Cuerpo de Cristo, y por si fuera poco, comenzaron a ser perseguidos tanto por los judíos como por las autoridades romanas. Parecía que el shalom estaba lejos de la vida de la Iglesia. En esas circunstancias volvieron a enfatizar en su predicación, liturgia y práctica comunitaria el reino del shalom. Esa es la historia del Nuevo Testamento. 

En la comunidad de Mateo, donde había una fuerte influencia del judaísmo, muy pronto se presentaron problemas de orden ético y legal (legalismo del Antiguo Testamento reinterpretado por el rabinismo). Los cristianos fueron desafiados a tener una ética de justicia y paz. Tenían que ser constructores del shalom en este mundo para ser reconocidos como hijos de Dios. Los escribas y fariseos -líderes religiosos judíos- con su práctica enseñaban que las personas podían ser halladas justas ante Dios siendo, a la vez, cumplidores de las tradiciones religiosas así como espectadores de la pax romana. Mateo corregirá esa pretendida neutralidad política y recordará las siguientes palabras de Jesús:

    Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos (Mat 5:9-10). Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos (Mat 5:20).
El adjetivo “pacificadores” (lit. hacedores de paz) indica tanto el comportamiento cristiano como su vocación. En el tiempo de Mateo el “pacificador” era, como dijimos antes, el Emperador y sus legiones, así que la adopción de ese calificativo para designar al cristiano equivalía a desautorizar a todos los falsos “hacedores de shalom” y a reivindicar para el cristianismo una misión de paz y bienestar humano fundado en Dios, arraigado en el corazón de la persona y construido a partir de una nueva forma de relación entre los hombres.

En la comunidad de Pedro se experimentó desde muy temprano fuertes pruebas y persecuciones. Incluso fueron dispersados por varias provincias (1 Ped 1:1). Judíos, y algunas autoridades locales romanas, habían dividido a la iglesia causando estragos. La comunidad necesitaba ser reconstruida “desde adentro” y “desde abajo”. Si la iglesia es sal y luz del mundo está llamada, en consecuencia, a ser primero señal del shalom que Dios quiere para la humanidad entera. Por ello es que Pedro escribe lo siguiente: 
    El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal (1 Ped 3:10-12).
Y aunque la carta está dirigida a los cristianos, no por ello está restringida a este círculo. Todos los hombres y mujeres están llamados a vivir en bienestar integral. En esa misma perspectiva, el autor de la carta a los Hebreos escribirá “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Heb 12:14). Se trata, sin duda, de una exigencia espiritual, comunitaria, cuyo propósito es alertar a las iglesias a la construcción del shalom. Son imperativos que buscan crear una cultura de paz, es decir, que el shalom fluya en cada aspecto de la vida social, tocando a individuos, grupos sociales e instituciones. El shalom de Dios no se puede esperar pasivamente, sino aceptarla interiormente y, desde ahí, esforzarse por proclamarla y construirla en todos los ámbitos de la vida humana y del cosmos.

Por su parte Pablo, a partir de su experiencia misionera y su clara vocación a favor de los pobres, sentaría las bases bíblicas para una “teología del shalom”. Sus cartas, dirigidas a líderes e iglesias de distintas localidades, darán testimonio y exhortarán a construir relaciones fraternas. Veamos algunos textos: 
    Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Gal 5:22-23). Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros (2 Cor 13:11). Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo (Rom 5:1). El ocuparse del Espíritu es vida y paz (Rom 8:6). Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres (Rom 12:18). Porque él [Cristo] es nuestra paz, que de ambos pueblos [judíos y gentiles] hizo uno, derribando la pared intermedia de separación (Efe 2:14). Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor (2 Tim 2:22).
Los textos intencionalmente han sido colocados en orden cronológico. Como observamos, desde un inicio Pablo exhorta a los cristianos a vivir una espiritualidad, una vida inundada del Espíritu cuyo fruto sea –entre otros- la paz o bienestar integral. Y es que una auténtica vida en el Espíritu no está reñida con los asuntos sociales, por el contrario lo requiere, para de esa manera ser un canal por el cual fluya el Espíritu de Dios en toda la tierra habitada. Jesucristo está en el origen del shalom que los cristianos tienen ante Dios. Finalmente, los pueblos y las naciones, por más conflictos que tengan, pueden rehacer sus vidas gracias a Jesucristo quien derriba todo obstáculo que impide la unidad y la paz. Respecto al deseo de algunos cristianos que deseaban vivir como las minorías privilegiadas del primer siglo, Pablo les advierte con un espíritu pastoral: 
    Nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores (1 Tim 6:7-10).
Un poco más adelante, hablando a los que ya son ricos les dice: 
    A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos, atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna (1 Tim 6:17-19).
Finalmente, en la tradición profética del Nuevo Testamento encontramos dos escritos: la parénesis de Santiago y el Apocalipsis de Juan. El primero corresponde a un autor que con mucha razón ha sido llamado “el Amós cristiano”. Su prédica fustiga a los cristianos, mayoritariamente de origen judío, porque admitían en su seno la falta de solidaridad con los pobres, la discriminación, el mal uso de la lengua, la doble vida o doble moral y el abuso del fuerte contra el débil (Stg 1:19-27; 2:1-13; 3:1-12; 4:1-12; 4:13-5:6). Esto último ampliamos.

Cuando escribe Santiago algunos cristianos se dedicaban a grandes negocios (Stg 4:13), además de poseer fincas (Stg 5:4), los cuales les reportaban suculentas ganancias (Stg 5:1-3). El problema con estos cristianos no radicaba en que eran ricos, sino en que su riqueza no era producto de la bendición de Dios sino del despojo sistemático e indiscriminado a sus peones. Incluso habían llegado a dar muerte a algunos de ellos (Stg 5:6). Junto con esa explotación (Stg 5:4), estos ricos se caracterizaban por llevar una vida disoluta, de pecado y vicios (Stg 5:5). ¿Qué iba a pasar con ellos? El juicio de Dios les aguardaba: 
    ¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos, y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros (Stg 5:1-3).
Para Santiago el shalom se manifiesta en la construcción de una fraternidad basada en la fe en acción, en la práctica de la justicia (Stg 2:14; 3:18). Esta debe incluir a todos: huérfanos, viudas, pobres, afligidos y enfermos (Stg 1:27; 2:14-16; 5:13-15). La bendición, el bienestar que viene de Dios, es integral ya que ningún aspecto de la vida humana queda afuera. Dios está preocupado por la vida espiritual y corporal de sus hijos, por eso levantó a Santiago a que proclame un mensaje que hoy parecería a algunos “social”, cuando en el fondo no es más que evangelio del Reino de Dios.

El segundo escrito profético es el Apocalipsis de Juan. El último libro de la Biblia describe vívidamente la destrucción de los poderes de este mundo, y la instauración de su Reino. El caos, el hambre, las guerras, la persecución y la muerte tienen las horas contadas, a las cuales le sucede la plenitud de vida, el shalom irrestricto. Juan lo describe de la siguiente manera: 
    Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron (Apoc 21:1-4).
Posiblemente este sea el cuadro más completo que existe en la Biblia para describir la plenitud de vida (shalom) que Dios traerá sobre su nueva creación. La plenitud de la creación se realiza en la morada con Dios. Dios hará su tabernáculo en medio de los hombres, pero esta vez para siempre. Y El será el Pastor del rebaño (como anticipara el Sal 23), el Príncipe de los pastores (1 Ped 5:4). Ya no habrá en la nueva creación nada que atente contra el bienestar humano. Si al inicio de la historia Adán rechazó el proyecto de Dios (shalom), en Cristo Jesús obtendremos vida plena. Esa es la esperanza cristiana.
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Pie de Página

[1] Según la SANTA BIBLIA. Reina-Valera 1995. Edición de Estudio. Bogotá: SBU, 1996, p. 45 de las “Ayudas Suplementarias”. 
[2] EL DINERO A LA LUZ DE LA BIBLIA. Lima: Instituto Bíblico de Lima (Iglesia Evangélica Peruana) – La Casona, 1992 (Separata), p. 2.
[3] ASIA MENOR EN TIEMPOS DE PABLO, LUCAS Y JUAN. Córdova, España: El Almendro, 1995, pp. 59, 61.

[4] He optado por hacer una traducción literal del vs. 33, ya que ninguna que conozco en español se ajusta al texto griego. 



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