13 de febrero de 2017

EL DIEZMO EN LA IGLESIA

“SIN DEJAR DE HACER AQUELLO”

El diezmo en la iglesia. Una reflexión bíblico-pastoral 

Planteamiento del tema

Ps. Martín Ocaña Flores
Estamos ante un tema que toca de forma directa la administración del dinero, por tanto el contenido puede ser sensible a algunos oídos. Como he escuchado en repetidas ocasiones: “hablar de plata en la iglesia es difícil”; “el tema económico puede provocar reacciones adversas, mejor ni tocarlo”. Personalmente no entiendo esas afirmaciones por cuanto los cristianos nos definimos como administradores de lo que Dios nos ha dado y/o encomendado. Además, si Dios es nuestro Rey y Señor –y esto lo reconocen todos los cristianos- ¿Por qué el Rey de reyes y Señor de señores no debía tener injerencia en lo que respecta nuestros bolsillos, particularmente en la forma cómo usamos lo que él nos ha provisto en su fidelidad y misericordia?

No entendiendo lo que es el diezmo

Creo que parte del problema para no entender de forma correcta lo que es el diezmo bíblico pasa por la persona que piensa, reacciona o critica la práctica del diezmo. Y ahí nos encontramos con determinadas poblaciones que paso a explicar de la siguiente manera:

Población N° 1 – Está la persona que no pertenece a ninguna iglesia evangélica (y que por lo tanto no tiene la menor idea de cómo es el manejo económico en la misma), pero que ve los noticieros o los periódicos donde de vez en cuando salen noticias como “pastor huye de su congregación con todo el dinero de los feligreses”. Entonces vienen las críticas en los medios y las redes sociales haciendo escarnio de todos los evangélicos, particularmente de sus pastores. Y, definitivamente, siempre los periódicos sensacionalistas se regodean en ese tipo de “noticia”, contribuyendo a que la población tenga una idea totalmente equivocada de los evangélicos.

Población N° 2 – Ese mismo tipo de personas (insisto que no tienen idea de cómo es el manejo económico en una iglesia evangélica) creen, y hasta repiten de forma irresponsable, que “los evangelistas tienen plata”. Esto se debe –en su idea equivocada- a que imaginan que los evangélicos recibimos grandes sumas de dinero del extranjero. “Los gringos les envían plata” afirman los más osados. Además con frecuencia tienen la idea de que “A sus miembros les obligan a diezmar”. En esa opinión esas serían las fuentes de ingreso que hacen de cada iglesia evangélica una congregación rica –o casi rica-  y que siempre tendrá fondos como para “ayudar a todos” o para construir sus “lujosos templos”. O como una vez escuché en la calle decir a alguien: “los evangelistas se hacen los que no tienen plata”.

Población N° 3 – Están también –ya dentro de las iglesias evangélicas- los que se comportan como “turistas”. Llegan un rato a la iglesia, no saludan a nadie, miran y se van. Claro, muchos de ellos se consideran “fieles cristianos” pero en realidad no son sino “cristianos nominales”, es decir cristianos sólo de nombre. Son en definitiva una suerte de “evangélicos culturales”. Éstos, al tener la “cultura evangélica”, saben sus cánticos, alguna vez han tenido una Biblia en sus manos, tienen un pariente evangélico, han participado de eventos especiales, etc., pero realmente no son cristianos (al menos en los términos bíblicos). Estos “evangélicos culturales”, de hecho, no entienden por qué hay cristianos que dan su tiempo, sus talentos, sus energías y parte de sus recursos a la extensión del Reino de Dios. Posiblemente no sospechan que tales personas sencillamente han entregado sus vidas a Dios.

Población N° 4 – Aún todavía, dentro de las mismas filas evangélicas, hay cristianos bautizados y con muchos años de ser parte de una congregación, pero que no sienten la necesidad de diezmar. Y cuando se pasa el alfolí en el culto sólo dan una suerte de “limosna” al estilo católico (era lo que yo hacía de adolescente cuando era católico e iba a “misa”), es decir dejan sólo unas monedas ¡Y con frecuencia las de menos valor! Este comportamiento está fundamentado en dos ideas: (1) la idea mágica de que “Si Dios es todopoderoso entonces él hará que aparezca plata de donde sea para suplir las necesidades”, ó (2) la otra idea bastante cómoda de: “Que den los que tienen”, “Que den aquellos que les sobra la plata”.

Población N° 5 – Para el final he dejado al católico común y corriente. La razón estriba en que buena parte de la crítica a la práctica del diezmo viene de sectores del catolicismo. En el Perú, como en gran parte de los países de América Latina, los católicos aún son la mayoría religiosa. En la experiencia peruana, desde la época de la conquista y la colonia, la Iglesia Católica no sólo tuvo el poder espiritual-religioso sino que gozó a su vez de los beneficios del poder político (que le venía de la corona española). Esto permitió que la Iglesia Católica tuviera beneficios diversos, entre los cuales estaban los económicos. Esto es algo que nadie puede negar, ni aún sus historiadores más connotados.[1]  

Lo que no saben muchos, por increíble que parezca, es que actualmente la Iglesia Católica en el Perú sigue gozando de enormes beneficios económicos, el cual se fundamenta en: (1) Que el Estado Peruano según la Constitución Política (art. 50) “le presta su colaboración”, el cual es un término muy amplio en el que caben muchas cosas, y (2) Que el Estado Peruano reconoce con la ley N° 29635, dada por el Congreso en diciembre del 2010, el “acuerdo entre la Santa Sede y la República del Perú” que complementa el anterior tratado aprobado por Decreto Ley N° 23211 y el acuerdo del 19 de julio de 1980. En buen castellano, el Perú mediante este concordato le reconoce a la Iglesia Católica el rango de Estado con todos los beneficios que ello implica (el económico, entre otros). 

¿Qué significa lo anterior en lo concreto? (1) Que el Estado Peruano por medio de organismos e instituciones diversas construye o repara edificios católicos (templos, monasterios, etc.). (2) El Estado paga los salarios de los profesores de los más de 1,000 colegios católicos y aún de los profesores de religión de los más de 50,000 colegios estatales. (3) El Estado paga el salario desde el cardenal, pasando por los obispos (los cuales tienen rango y salario de ministros de Estado), los sacerdotes peruanos, las religiosas y aún los monaguillos reciben un estipendio. (4) Los pasajes internacionales de los sacerdotes estén exonerados del impuesto general a las ventas y del impuesto selectivo al consumo. Ya no sigo con los ejemplos pero todos los peruanos deben saber acerca del uso y abuso de los recursos de las arcas del Estado Peruano a favor del Estado Vaticano en el Perú (léase “Iglesia Católica”).[2] 

¿El católico común y corriente tiene idea de dónde sale el salario de los párrocos? ¿Sabe cómo se pagan la luz y los diversos servicios de su iglesia? Cuando hay que hacer reparaciones en el edificio ¿Se pregunta de dónde salen los miles –a veces millones- de soles para pagar tales trabajos? ¿Aporta económicamente para ello? El católico informado acerca de los beneficios que recibe su iglesia en base al concordato ¿Está en capacidad de opinar o juzgar acerca de cómo las iglesias evangélicas obtienen sus ingresos económicos y cómo la administran? 

En mi opinión ninguna de estas poblaciones están en capacidad de entender realmente lo que es el diezmo bíblico. No es que no quieren, no pueden. Es parecido a lo que dice san Pablo: “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” (1 Corintios 2:14).

Casos reales en iglesias evangélicas reales [3]

Caso 1: Hermanos/as profesionales con salarios altos pero que dan como diezmo tan sólo S/. 20, como si acaso ganaran  S/. 200 al mes. Si S/. 20 no es su diezmo real ¿Por qué lo ponen como “décima parte” de su salario? ¿Quieren engañar a la iglesia, se quieren auto-engañar? ¿Quieren acallar su conciencia dando esa suma ínfima? Como alguna vez escuché decir: “Peor es que no dé nada”.

Caso 2: Hermanos/as comerciantes-empresarios que siempre ponen una cantidad fija (por decir S/. 200 al mes), cuando sus entradas son inmensamente mayores. Conociendo a algunos de ellos su diezmo debiera ser casi diez veces más de lo que ponen en el sobre. Como excusa dicen: “Es que no sé exactamente cuánto gané este mes.” Entonces si no saben ¿Por qué no ponen el doble o el triple como mínimo?

Caso 3: Hermanos/as que tienen dos trabajos, y tienen ingresos altos, pero sólo diezman de un trabajo y aún este monto es notoriamente inferior a la décima parte de uno solo de sus ingresos. “Compensan” el faltante –piensan ellos- colaborando ocasionalmente con pequeñeces en cosas específicas de la iglesia.

Caso 4: Hermanos/as que tienen trabajo fijo –y en algunos casos hasta dos- pero que nunca diezman porque no están de acuerdo con el pastor o con la forma cómo la directiva conduce la congregación. Generalmente es una forma de ejercer presión para que se vaya el pastor, pues en su lógica piensan: “si no doy hay menos plata en la iglesia, por tanto faltará para pagarle al pastor y así se irá de una vez”.

Caso 5: Hermanos/as que diezman u ofrendan a personas (familiares o algún necesitado de la iglesia o la calle), pero que luego dicen “yo estoy cumpliendo con el Señor”. Claro, dicen que “diezman” y “ofrendan” pero lo único cierto es que de tal acción se puede decir que es un acto filantrópico, nada más. Esta forma de “cumplir con el Señor” pasa por alto que en tanto miembro de iglesia “hay que cumplir con las responsabilidades en el cuerpo del Señor”. 

Caso 6: Hermanos/as muy adinerados que dicen: “Yo no estoy de acuerdo con el diezmo, eso era para los judíos del Antiguo Testamento, no para los cristianos”. Pero lo cierto es que eso lo dicen sólo por conveniencia, pues son pudientes y sencillamente no quieren obedecerle al Señor. He escuchado incluso decir: “¡Para qué voy a dar tanto! ¿Acaso no es suficiente lo que doy?”

Caso 7: Matrimonios donde el esposo y la esposa trabajan y dan un “diezmo familiar” (así aparece indicado en el sobre destinado al diezmo), el que siempre es una cantidad fija y que no corresponde al sueldo de los dos. ¿Es que a fin de mes cobran “familiarmente” en sus trabajos? ¿No sería correcto y más honesto diezmar por separado?

Caso 8: Hermanos/as que se van de la iglesia diciendo: “Ahí todo lo ven plata, el pastor exige el diezmo”. Pero en la iglesia lo único que se pide es que se cumplan las responsabilidades en tanto miembro, lo que incluye ciertamente el aporte económico. Lo cierto es que muchos de los que se van quejándose nunca dieron nada a la iglesia y más bien querían que la iglesia les financie ciertos gastos personales. En algunos casos he comprobado que, más bien, son muy generosos monetariamente con el partido político con el que militan o con el club (social, cultural, deportivo) al que pertenecen.

Caso 9: Hermanos/as que no diezman porque suponen que se administra mal el dinero de la iglesia. Algunos malintencionadamente murmuran aún que “el pastor se queda con el dinero recaudado”. De hecho, hay personas que no quieren enterarse que las iglesias, por lo general, se guían en base a un presupuesto anual que se aprueba en la asamblea de la iglesia. Nadie se queda con el dinero, más aún, el pastor ni lo administra sino el encargado o encargada. A pesar de lo que digo debo reconocer que han habido casos de malversaciones, lo cual es un pecado cuando no un delito punible y que afecta el testimonio de los cristianos. 

Caso 10: Hermanos/as con salarios modestos –algunos incluso tienen el sueldo mínimo- que dan el diezmo de sus ingresos y además dan ofrendas para los ministerios de la iglesia. En lo personal -como pastor- he sido tentado de decirles que no den más, que ya dieron lo suficiente. Uno de ellos me expresó una vez: “Cómo no voy a dar a mi Señor si él hizo tanto por mi”. 

Caso 11: Hermanos/as con salarios altos –en algunos casos bastante altos- que dan el diezmo de sus ingresos cada mes. Dan el diezmo hasta de las gratificaciones. Además ofrendan generosamente para los ministerios de la iglesia y aún sirven en alguno de ellos.

Caso 12: Visitas o asistentes que no son miembros de la iglesia, pero que dan sus diezmos regularmente. Se sienten parte de la iglesia y adoran con todo su corazón al Señor, lo que incluye sus diezmos y ofrendas.

En fin, hay muchas historias más, pero las presentes han sido contadas para comprobar que no todos en la iglesia tienen el mismo corazón ni la misma disposición. A pesar de ello el Señor es dueño de la iglesia, y nunca permitirá que haya escases en su casa. Debo decir solamente que si todos los miembros, o la gran mayoría, diezmaran correctamente las congregaciones dispondrían de grandes recursos para la extensión del Reino de Dios en la tierra. [4]

Entendiendo lo que es el Diezmo

Una definición básica: El diezmo es la décima parte de los ingresos económicos, dedicadas a Dios como expresión de nuestra adoración a Él.

Una realidad eclesial: La iglesia desde su nacimiento –en el día de Pentecostés- hasta hoy se sostiene con los diezmos y las ofrendas que se presentan a Dios como expresión de nuestra adoración y obediencia a él, y como compromiso sostenido con el Cuerpo de Cristo que es la iglesia.

Principios fundamentales: (1) Todo cristiano que tiene ingresos comprobados debe diezmar y ofrendar en la iglesia que congrega y sirve al Señor, es decir, su congregación local. (2) La iglesia no vive a expensas del Estado (como la Iglesia Católica en el Perú) ni debe recibir subvención de misiones extranjeras para pagar a sus pastores con dinero foráneo. (3) El apóstol Pablo enseña en 2 Corintios 9:6-11 que la ofrenda es una gran bendición para extender el Reino de Dios.

El diezmo en el Antiguo Testamento

La costumbre y práctica de diezmar es algo que viene antes de la Ley de Moisés. Ejemplos: El diezmo de Abram (Génesis 14:17-24) y Jacob y su promesa de diezmar (Génesis 28:20-22). Significa que el diezmo no era una práctica propia de los hebreos, sino también de otros pueblos de la antigüedad. [5]  

Esta práctica difundida luego se va a legislar en Israel de forma bastante clara. El diezmo debe presentarse “per se” (Deuteronomio 14:22), pues le pertenece a Dios (Levítico 27:30-33). El propósito del diezmo es triple: sostenimiento de los ministros de Dios (Números 18:21-32); aprender a temer a Dios (Deuteronomio 14:23); y ayudar a los necesitados (Deuteronomio 14:29). 

El diezmo debía depositarse en la casa de Dios (2 Crónicas 31:2-12; Deuteronomio 12:5-14) y ser administrados por varones de la casa de Dios (Nehemías 12:44). A los que no diezmaban debía reprenderse (Nehemías 13:4-5, 10-12). Finalmente, el diezmo es una condición para ser bendecido por Dios, a quien no se le debe robar (Malaquías 3:8-12).[6]

Conclusión de esta parte: El diezmo se practicaba antes de la Ley de Moisés y luego aparece ya legislado en ésta. El Antiguo Testamento, entonces, legisla, regula, una práctica israelita que viene de antes que se conviertan en nación. Aparte es el tema de las ofrendas. Un magnífico resumen lo ofrece James Leo Garrett:
    En el Antiguo Testamento más de una vez la congregación de Israel ofrece ofrendas específicas para la construcción, los muebles o la renovación de los lugares de adoración. El pueblo ofrendó para la construcción del tabernáculo; la construcción del templo de Salomón; la reparación del templo bajo Joás; la reparación del templo bajo Josías; y la reconstrucción del templo bajo Esdras. También se mencionan a los medio siclos traídos del tabernáculo/templo, descritos como una “ofrenda” como “dinero de las expiaciones” (Ex 30:13, 16) y como un “impuesto” (2 Cro 6:9), así como “la tercera parte de un ciclo” (Neh 10:32, 33). [7]
A lo anterior habría que añadir lo que indica el profeta Hageo. Ante la falta de interés de la población por la reconstrucción del templo (y no por la pobreza precisamente), Dios les exhorta a que miren más allá de sus casas lujosas (1:4). Dios les habla y les indica: “Mía es la plata y el oro” (2:8). Esta es una verdad que recorre toda la Biblia, pues Dios es dueño de todo mientras que los creyentes sólo somos administradores de lo que él nos ha dado.

El diezmo en el Nuevo Testamento

Hay que distinguir necesariamente en el Nuevo Testamento dos momentos respecto al pueblo de Dios: el de los evangelios y el de las cartas.

En los evangelios encontramos referencias al diezmo porque el personaje principal es Jesús de Nazaret, el Mesías, quien era un judío que vivió bajo esas coordenadas religiosas y culturales. Además los primeros seguidores de Jesús fueron de origen israelita, es decir hebreos. Jesús de Nazaret nunca condenó el hecho de diezmar (Lucas 18:12). Más aún, Jesús enseñó que hay que diezmar (Mateo 23:23). Y lo más seguro es que Jesús, en tanto judío observante de la Ley (Mateo 5:17), haya cumplido con los diezmos.[8] 

El resto del Nuevo Testamento se compone de un libro histórico (Hechos), un libro profético (Apocalipsis), cartas de líderes de iglesias (Santiago, Pedro, Juan, etc.) y particularmente de las cartas del apóstol Pablo, quien escribió a iglesias y líderes ubicados fuera de Israel, es decir en tierras donde la composición de las iglesias estaba dominada por cristianos “gentiles” (es decir, no judíos). Esto explica el prudente “silencio” de Pablo respecto al diezmo y, más bien, las variadas referencias a las “ofrendas”. 

Sobre Pablo hay que recordar que él tenía un trasfondo judío, fariseo (Filipenses 3:4-5), es decir era cumplidor de la Ley. Por tanto debe haber sido “diezmador” conforme a los requerimientos de su fe (judía). Pero Pablo fue llamado por Dios para predicar la fe mesiánica (o cristiana, que es lo mismo) al mundo gentil. 

Según el libro de los Hechos, Pablo y sus acompañantes al llegar a una ciudad gentil ubicaba la sinagoga judía (que no siempre había, hay que precisar). Pero cuando la hallaba echaba a andar su “estrategia misionera”: entraba a la sinagoga, esperaba el turno para hablar –según el orden sinagogal-, abría la Escritura y presentaba a Jesús como el Mesías esperado, todo esto con el único propósito de convencer a su auditorio de la fe que él había encontrado. Con frecuencia Pablo tenía éxito, y con los nuevos conversos formaba una congregación cristiana. (Hechos 13:5; 13:14-16; 14:1; 17:1-3; etc.).

Si los nuevos convertidos a la fe cristiana provenían del judaísmo, cuando éstos adoraban a Jesús en el culto dominical ¿habrían olvidado lo que era el diezmo? Hay que decirlo claramente: no hay referencia alguna en las cartas de Pablo, como tampoco no hay ninguna sugerencia en los relatos históricos según Hechos, de que Pablo haya prohibido la práctica del diezmo. Lo más seguro es que el diezmo en las primeras comunidades cristianas haya sido una práctica bastante común puesto que se daba por sentado. Todos diezmarían, sólo que ahora en la congregación cristiana donde participaban. Al menos los cristianos de origen judío deben haber seguido su práctica de presentar los diezmos regularmente.

Pero Pablo también levantó iglesias donde había una fuerte presencia gentil, por más que siempre se encontraban algunos judíos. El caso de Corinto es paradigmático. El origen de la iglesia se cuenta en Hechos 18:1-21. Colaboraron en la predicación Aquila, Priscila, Silas (o Silvano) y Timoteo. Años después Pablo escribe a esta iglesia una carta (1 Corintios 16:1-3) y les menciona lo de la ofrenda a los santos (que está en el mismo espíritu de Deuteronomio 14:29), sentando algunos principios: cada primer día de la semana –es decir el domingo, el culto dominical–, cada creyente (“cada uno de vosotros”), debe presentar su ofrenda según sean sus ganancias (“según haya prosperado”), de forma reflexiva y sostenida (“guardándolo”).

La lección es que hay que separar para el Señor lo que le corresponde para presentarlo en el culto dominical. ¿Cómo habrían entendido los corintios esta parte final de la carta? Los esclavos, los pobres, los comerciantes, los aristócratas, todos se encontraban en el mismo culto y debían dar según hayan prosperado, “según sus ganancias” (como dice la traducción dinámica Dios habla hoy). ¿Lo que daba el cristiano rico de Corinto sería la misma cantidad que lo que presentaba un cristiano pobre? Por cierto que no. Tal vez la escena de la viuda pobre ofrendando dos pequeñas monedas, frente a los ricos dando de lo que les sobraba (Marcos 12:41-44) se repetía en Corinto (y en otras iglesias más).

Tiempo después Pablo escribiría otra carta a los corintios tocando el mismo tema: 
    “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: “Repartió, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre”. Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.” (2 Corintios 9:6-11)
Sembrar generosamente”, con toda franqueza, no parece ser un diezmo sino mucho más. Al menos así lo sugiere el texto paulino. Aquí conviene razonar con el argumento del “cuánto más”:
    La práctica del diezmo cristiano puede defenderse en base al argumento de “cuánto más”, si bien no debe defenderse como ley. Si los adherentes de las religiones antiguas separaban el diezmo para sus deidades, y si los judíos bajo la ley mosaica estaban obligados a dar el diezmo, o hasta tres diezmos, junto con las ofrendas, ¿acaso los cristianos –bajo la gracia de Dios y el nuevo pacto en Cristo- no deberían sentirse compelidos a dar no menos que el diezmo de sus entradas a Dios por causa del Evangelio? [9]
A modo de conclusión

Lo que debiera suceder en la iglesia:

Un hermano/a tiene dos trabajos, diezma de los dos trabajos, así sea S/ 800 al mes.

Un hermanos/a recibe catorce salarios al mes (doce meses más dos gratificaciones), diezma de los catorce salarios.

Un hermano/a gana sueldo mínimo, diezma del sueldo mínimo.

Un hermano/a negociante gana este mes S/. 14,000, diezma S/. 1,400. El siguiente mes su ganancia es S/. 6,000, su diezmo es S/. 600. El mes que sigue le fue mal, ganó apenas S/. 1,300, diezmará entonces S/. 130 ese mes.

Un hermano/a no tiene ingresos fijos, no diezma de forma fija. Pero este mes tiene un ingreso eventual, diezma entonces sólo este mes.

El hermano/a es futbolista profesional, congresista de la República, primer ministro, constructor naviero, dueño de dos canales de televisión, debe diezmar en su iglesia cada mes, así parezca una suma fabulosa. Dios le da en abundancia, debe devolverle con generosidad. Debe recordar que se está quedando con el 90% de una suma muy grande.

El diezmo, la décima parte de lo que ganamos, le corresponde de manera indefectible al Señor. Aparte son las ofrendas que le damos al mismo Señor. Nuestras ofrendas son algo que le ofrecemos con los propósitos que se designan en la congregación (ofrendas de culto, ofrendas misioneras, ofrendas de ayuda social, ofrendas especiales, etc.). 

No se debe olvidar que la economía de la iglesia se basa en el diezmo y las ofrendas. Todos los gastos salen de ello. Y no hay misión posible sin diezmos y ofrendas. ¿Alguien quiere decirnos cómo se puede extender el Reino de Dios, ayudar a los necesitados, pagar impuestos al Estado, pagar salarios, comprar equipos, levantar edificios, hacer reparaciones, contribuir con las misiones y abrir nuevas iglesias sin dinero?

Concluyo citando una reflexión de un conocido pastor peruano (ya en la presencia del Señor):

      Hay tres maneras de manifestar que somos hijos de Dios y que le amamos de verdad: Uno, cuando le obedecemos incondicionalmente. “Si me amáis guardad mis mandamientos”. Juan 14:15. Dos, cuando le servimos con los dones y talentos que él nos hubiera dado. 1 Corintios 12:26-31; Efesios 4:11-13. Tres, cuando reconocemos que él es Dueño de nuestros bienes y a él se lo damos y consagramos. 1 Crónicas 29:9-18, 2 Corintios 8:1-5. [10] 
      __________________________

      Notas Pie de Página: 

      [1] En esto concuerdan Fernando de Armas Medina, Rubén Vargas Ugarte, Fernando Armas Asin, y hasta el mismo Jeffrey Klaiber, entre otros. Todos reconocen los ingentes beneficios económicos que ha tenido la Iglesia Católica en el Perú a lo largo de varios siglos. Respecto a los diezmos en la Iglesia Católica cito a un sacerdote y profesor del siglo XIX, Manuel Salazar quien en su libro Historia Eclesiástica (Lima, 1868), refiriéndose a la Tercera Cruzada –en el siglo XII- dice a la letra: “La noticia de la toma de Jerusalén por Saladino llenó a la Europa de gran consternación. Se estableció el diezmo Saladino, el Papa Gregorio VII dirigió circulares a los reyes excitándolos a la defensa de los Santos Lugares y Guillermo Arzobispo de Tiro predicó una tercera cruzada.” (p. 159. Las cursivas son mías). El diezmo se aplicó, como es evidente en esta experiencia europea, para fines políticos-económicos-religiosos. Y ya en la época colonial en toda América Latina ¿Qué fueron los repartimientos, la encomienda y el tributo, aparte de los diezmos obligatorios, sino el medio por el cual se enriqueció la Iglesia Católica? Y todo se hizo amparados en las cédulas reales, es decir ese enriquecimiento fue “legal”. 

      [2] El periodista peruano Tito Pérez, en un libro único en su género, ha documentado ampliamente lo que yo apenas he mencionado. Cf. Iglesia y Estado: 180 años de discriminación religiosa en el Perú. Lima: Fondo Editorial del Pedagógico San Marcos, 2004. En el año 2016 la Iglesia Católica en el Perú recibió del Estado una partida a través del Ministerio de Justicia de 2’603,000 soles. Cf. “Tarifario eclesiástico”, en: Semanario Hildebrandt en sus trece, Lima, del 15 al 21 de abril 2016, pp. 32-33. 

      [3] Hago una apretada síntesis de lo que he visto en mi experiencia a lo largo de varias décadas. Voy a poner ejemplos en el Perú, de ahí que hablaré en soles (la moneda peruana). Un dólar americano es como S/. 3.40, entonces $ 10 es S/. 34. Ruego al lector no peruano que haga el cálculo para las siguientes cifras que doy.

      [4]  Lo que sigue es sólo un comentario que no todos tienen que estar de acuerdo. En mi opinión flaco favor han hecho algunos misioneros extranjeros al financiar todos los gastos de las iglesias que levantaron. Sin pretenderlo sentaron un modelo que más adelante es difícil de corregir y que se arrastra a veces por mucho tiempo. Cuando ellos se fueron a sus países muchas iglesias han tenido dificultades en el auto-sostenimiento económico. Preguntas para reflexionar: ¿Cuántas congregaciones locales tienen alguna obra misionera fuera de su localidad con misioneros a tiempo completo? ¿Cómo financian dicha obra? ¿Cuántas congregaciones han levantado proyectos educativos, radiales, de asistencia social, etc. sin contar con el apoyo foráneo? En la experiencia peruana debo decir que aún –en términos generales- estamos muy lejos del ideal de auto-sostenimiento. Peor todavía, hay quienes añoran en pleno siglo XXI esos tiempos cuando los misioneros extranjeros “traían apoyo”. ¿Hasta cuándo se seguirá con ese modo de pensar? 

      [5] “Las pictografías de Egipto, las tablas cuneiformes de Babilonia y los escritores tempranos de Grecia y Roma nos informan de que antes de que fuera escrita la Biblia (…)  era casi una práctica universal entre las naciones civilizadas pagar diezmos a su dioses”. Cita tomada de: James Leo Garrett. Teología Sistemática. Tomo II. El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 2000, p. 283.   

      [6] Bien observa Fidel Buck cuando dice que “los judíos (…) al no pagar los diezmos y ofrendas, privan a Dios de sus derechos.” Luego añade: “Malaquías nos recuerda que los hombres no deben escudarse con la pobreza de los tiempos para excusarse del pago de los diezmos y ofrendas; al contrario, los tiempos son pobres porque los hombres no cumplen sus deberes para con Dios.”. Cf. “Malaquías”, en: La Sagrada Escritura. Texto y comentario. Antiguo Testamento, Tomo VI (Daniel y profetas menores). Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1971, pp. 592, 593. Sólo para precisar, este autor es un teólogo católico y la editorial es una prestigiosa casa de publicaciones católica.

      [7]  Op. Cit., p. 382.

      [8] Como dice un diccionario bíblico: “El pago de los diezmos continuaba en tiempos de Cristo (Luc 11:42; 18:12; Heb 7:5), pero no fue prescrito a los cristianos ni por Cristo ni por los apóstoles.” Cf. art. “Diezmo”, en: Samuel Vila & Santiago Escuain. Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado. Barcelona: CLIE, 1985, p. 257.

      [9] Garrett, Op. Cit., p. 395. Es curioso observar las experiencias de algunos cristianos. Antes de convertirse al evangelio algunos eran católicos practicantes. Ahí, en su fe católica, gastaban un dineral en festividades, pagos, romerías, fiestas patronales, etc. Pero cuando se convierten a la fe evangélica –algunos de ellos al menos- no muestran la misma generosidad económica como cuando estaban en esa otra fe. ¿No debería ser más bien al revés? Ahora que “se conoce al Señor” –como dice la jerga evangélica- ¿no se debería dar más y con mayor gratitud al Dios verdadero? 

      [10] Félix Calle Muñoz. La felicidad de dar al Señor. Lima: Cruzada de Literatura a cada hogar del Perú, sin fecha de publicación.

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