INTRODUCCIÓN
Mercedes Reátegui Y. |
El profeta Samuel y el rey Saúl, dos personajes del AT que estuvieron bajo las órdenes de Dios al servicio de su nación en la misma época, nos muestran a través de sus acciones cómo eran sus corazones hacia el Señor.
UN BUEN COMIENZO
El profeta y sacerdote Samuel por orden de Dios tuvo el alto honor de ungir como el primer rey de Israel a Saúl el Benjaminita. Esta unción fue primero en privado y más adelante en público de manera oficial.
- Entonces Samuel tomó un frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Luego lo besó y le dijo: -¡Es el SEÑOR quien te ha ungido para que gobiernes a su pueblo!
Al principio Saúl se condujo correctamente delante del Señor y el pueblo estaba alegre de tenerlo como su rey.
- Todos se fueron a Guilgal, y allí, ante el SEÑOR, confirmaron a Saúl como rey. También allí, ante el SEÑOR, ofrecieron sacrificios de comunión, y Saúl y todos los israelitas celebraron la ocasión con gran alegría (11:15 - NVI).
En su función de sacerdote y profeta Samuel instruía al rey y a sus conciudadanos con la Palabra de Dios y con sus oraciones como lo había prometido públicamente.
- En cuanto a mí, que el SEÑOR me libre de pecar contra él dejando de orar por ustedes. Yo seguiré enseñándoles el camino bueno y recto (1 Samuel 12:23 - NVI).
Es emocionante comenzar la carrera cristiana, lo difícil es perseverar en ella sujetándose a las reglas de manera disciplinada hasta llegar a la anhelada meta. No es de extrañar entonces que sólo un remanente de los muchos que empezaron la carrera, la culminarán con éxito.
INICIO DE DECADENCIA ESPIRITUAL
A los dos años de su reinado Saúl empezó a dar muestras de que no estaba andando bien. Sucedió que Samuel le había ordenado que le esperase siete días junto con su ejército para ofrecer sacrificios a Dios antes de enfrentarse a los enemigos filisteos. Al ver que Samuel tardaba en llegar Saúl perdió la paciencia y se apresuró a ofrecer él mismo los sacrificios al Señor, usurpando una función que no le correspondía. Desafortunadamente Saúl estaba empezando a hacer las cosas a su manera sin considerar seriamente el mandato que Dios le había dado a través del profeta. Pronto llegó la reprimenda:
- Samuel le reclamó: -¿Qué has hecho? (...) -¡Eres un necio! -le replicó Samuel-. No has cumplido el mandato que te dio el SEÑOR tu Dios. El SEÑOR habría establecido tu reino sobre Israel para siempre, pero ahora te digo que tu reino no permanecerá. El SEÑOR ya está buscando un hombre más de su agrado, pues tú no has cumplido su mandato (1 Samuel 13:12-14 - NVI).
Era el principio de la caída de Saúl y de poco sirvieron las excusas para justificar su desobediencia en ese momento. Sin embargo Dios es paciente y muy misericordioso con los que le aman y da otra oportunidad para enmendar lo torcido, y Saúl no sería la excepción.
OTRA OPORTUNIDAD DESPERDICIADA
La desobediencia del rey Saúl se haría patente una vez más, a pesar de las advertencias del profeta Samuel a que pusiese atención a los mandatos de Dios.
- Un día Samuel le dijo a Saúl: «El SEÑOR me envió a ungirte como rey sobre su pueblo Israel. Así que pon atención al mensaje del SEÑOR (1 Samuel 15:1 - NVI).
- “Solamente pon atención Saúl”- enfatizó el profeta. ¿Por qué cuesta tanto oír con atención lo que el Señor dice?
En seguida Samuel dijo claramente a Saúl lo que tenía que hacer con respecto al castigo que debían recibir los amalecitas por los crímenes que habían perpetrado contra los israelitas cuando éstos recién habían salido de Egipto. El Señor no había olvidado estos hechos y no dejaría sin castigo tamaña maldad; y había determinado el juicio sobre Amalec, su rey, su gente y todo cuanto poseían. Saúl tenía el poder y la capacidad para ejecutar dicha orden. Sin embargo, nuevamente Saúl hizo lo que mejor le pareció y la ejecutó solamente a medias, lo cual a los ojos de Dios no tiene ningún valor, pues obedecer al Señor a medias es lo mismo que desobedecer.
Recordemos que fue el pecado de desobediencia lo que trajo maldición sobre la humanidad entera, por eso, la obediencia debe ser prioridad en la vida de todo cristiano que quiere agradar a Dios. Sepa usted que su obediencia traerá bendición sobre usted y también sobre los demás. ¿Qué es lo único que pide Dios? Simplemente que se le obedezca.
SAMUEL INTERCEDE POR EL REBELDE SAÚL
Hay personas que no quieren cambiar a pesar de las oportunidades que se le conceden para que corrijan sus malos caminos. Lamentablemente, Saúl era esta clase de persona. Lo había tenido todo y decidió echarlo todo por la borda al decidir hacer las cosas a su manera y no a la manera de Dios. Mientras Samuel se hallaba en otra región lejos de Saúl, Dios se le manifestó diciéndole:
- (...) «Me arrepiento de haber hecho rey a Saúl, pues se ha apartado de mí y no ha llevado a cabo mis instrucciones.» (1 Samuel 15:10-11,a - NVI). (1 Samuel 15:10-11,a - NVI).
Samuel tenía mucho aprecio por el rey Saúl e hizo cuanto pudo para ayudarle a ejercer bien sus funciones instándole a obedecer a Dios; porque finalmente de ello dependía su estabilidad en el trono y que el país marchase bien. Por eso, al escuchar estas palabras de condena sobre el rey, Samuel se apresuró a suplicar a Dios que perdonase a Saúl. En una sola línea el escritor bíblico resumió el sufrimiento de Samuel:
- (…) Tanto se alteró Samuel que pasó la noche clamando al SEÑOR. (1 Samuel 15:11, b - NVI).
Posiblemente usted también ha pasado por horas de angustia, buscando la manera de ayudar a alguien que usted ama y clamando por el bien de esa persona. ¿Qué más se puede hacer en estos casos? Pues así como no podemos respirar por ellos, ni comer por ellos, tampoco podemos tomar decisiones ni hacer lo que les corresponde a ellos. Es la libertad que nos ha dado Dios para elegir hacer el bien o el mal, de modo que no podemos echarle la culpa a nadie por las decisiones que tomamos voluntaria y libremente. De igual manera estemos dispuestos a asumir las consecuencias de nuestras decisiones.
Dice el comentarista bíblico William Mac Donald acerca del profeta Samuel: “Por la mañana quedaba claro lo que tenía que hacer” [2]. No quedaba más alternativa que confrontar al rey con su pecado y hacerle saber las consecuencias de su desobediencia.
DIOS DESHECHA A SAÚL
Qué difícil es tratar de ayudar a personas que no están dispuestas a reconocer que están andando mal. Es como hablar con alguien que habla otro idioma.
- ¿Por qué, entonces, no obedeciste al SEÑOR? ¿Por qué echaste mano del botín e hiciste lo que ofende al SEÑOR? -¡Yo sí he obedecido al SEÑOR! -insistió Saúl-. He cumplido la misión que él me encomendó (…) (1 Samuel 15:19-20 - NVI).
La reiterada desobediencia de Saúl había colmado la paciencia del Señor y Él decidió desecharlo, pues ya no había lugar para Saúl en los planes de Dios. Al ser confrontado por el profeta y ante el asombro de éste, el rey Saúl se atrevió a afirmar que sí había cumplido la orden del Señor. Definitivamente Saúl no tenía la mínima intención de reconocer sus faltas y menos aún ninguna capacidad de arrepentimiento. Y sin arrepentimiento no hay perdón de pecados. Así dice la Palabra de Dios. Tristemente hay algunos que están siguiendo hoy los pasos de Saúl, “obedeciendo” a medias, según lo que les place y se engañan a sí mismos pensando que son del agrado de Dios. Podemos buscar mil excusas para justificar lo que hacemos, como por ejemplo echar la culpa sobre los demás, pero la verdad es que a Dios no le podemos engañar.
Lo único que tenía que hacer Saúl era obedecer a Dios, pero Saúl creyó que por ser rey tenía el derecho de hacer lo que le viniese en gana y que no tenía que darle cuentas a nadie. Así terminó menospreciando las advertencias del Señor.
- Samuel respondió: «¿Qué le agrada más al SEÑOR: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros (…) La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría. Y como tú has rechazado la palabra del SEÑOR, él te ha rechazado como rey.» (1 Samuel 15: 22-23 - NVI).
La rebelión del rey “aquí representa los esfuerzos de Saúl para justificar y excusar sus acciones. Samuel compara esto con la adivinación (…) Saúl pretendía que podía conocer lo que agradaba a la deidad sin su participación específica (…) discutía que sabía cómo complacer a la deidad (a pesar de las órdenes específicas de Yahvé) [3].
Todos quieren que Dios les bendiga pero algunos no quieren pasar por el camino de la obediencia. Quieren ser cristianos pero viviendo bajo sus propias condiciones, quieren hacer las cosas a su manera como mejor les convenga a sus propios intereses. Entonces son como Saúl.
- Presunción, racionalización, orgullo, testarudez, y una total desobediencia, marcan los últimos días de su reinado (…) La tragedia de la vida de Saúl, muestra el contraste entre “lo que habría sido y lo que realmente ocurrió” [4].
De todo el mal que hizo y de su fracaso personal Saúl culpó a Samuel y a su gente, y de alguna manera culpó Dios por no entender las buenas intenciones que había detrás de sus acciones disfrazadas de obediencia. ¿Cómo puede un líder pretender guiar a un pueblo si él mismo no está dispuesto a someterse a la autoridad de Dios? Simplemente no puede y tendrá que dejar su lugar a otro más obediente que él. Posteriormente “el Espíritu de Jehová se apartó de Saúl” (1 Samuel 16:14) y luego de andar de mal en peor, al ver su derrota terminó suicidándose y cubriendo de desolación a su país por algún tiempo.
LA TRISTEZA DE SAMUEL
Desde aquel día y a pesar suyo, Samuel abandonó definitivamente al rey Saúl. Ni sus súplicas hicieron desistir al profeta de dar marcha atrás en su decisión.
- Y Samuel respondió a Saúl: No volveré contigo; porque desechaste la palabra de Jehová, y Jehová te ha desechado para que no seas rey sobre Israel (1 Samuel 15:26 - RV 60).
El amor que Samuel le profesaba a Dios estaba muy por encima de cualquier afecto a otras personas, por tanto juzgó que era inútil y dañino seguir tratando con Saúl. No obstante, la actual condición de Saúl fue causa de mucho dolor para Samuel.
- Y nunca después vio Samuel a Saúl en toda su vida; y Samuel lloraba a Saúl; y Jehová se arrepentía de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel (1 Samuel 15:35 - RV 60).
A veces Dios aparta a sus hijos de personas que son dañinas para sus vidas y ministerios, y aunque cueste decirlo, resultan ser de tropiezo en los planes que Dios tiene para beneficio de muchos. Sin duda, es muy doloroso tener que tomar la decisión que tuvo que tomar Samuel.
¿HASTA CUÁNDO…?
Una escritora cristiana afirma que: “Algunas veces Dios hace preguntas para hacernos pensar y corregir nuestro comportamiento” [5]. Y sucede que alguna gente tiende a poner su esperanza en algunas determinadas personas, y piensan que sin ellas nada funcionará bien. Tremendo error.
Israel no dependía de Saúl sino de Dios y Saúl ya no era capaz de llevar las riendas de su nación, de tal manera que Dios anunció que pondría otro rey más obediente que él en el trono de Israel, y así lo hizo. Samuel nunca más acudió al llamado del rey, nunca más bendijo a Saúl, jamás volvió a dirigirle la palabra y ni siquiera volvió a ver su rostro por el resto de sus días. Esta situación afectó profundamente a Samuel haciéndole caer en una especie de depresión (porque el texto bíblico dice que Samuel lloraba por Saúl).
Tal vez no sea el caso de Samuel, pero algunas personas se culpan por el fracaso de las personas que aman y guardan ideas como “creo que pude hacer más por él o ella”, y se permiten sentimientos equivocados de culpa que no les corresponde. Las personas que más queremos pueden fallar y no necesariamente es culpa nuestra sino de ellos mismos. Samuel no tenía ninguna responsabilidad con lo sucedido con Saúl. No sabemos cuánto tiempo pasó Samuel haciendo duelo por Saúl, hasta que un buen día Dios le tuvo que hablar fuerte para hacerlo reaccionar:
- El SEÑOR le dijo a Samuel: -¿Cuánto tiempo vas a quedarte llorando por Saúl, si ya lo he rechazado como rey de Israel? Mejor llena de aceite tu cuerno, y ponte en camino. Voy a enviarte a Belén, a la casa de Isaí, pues he escogido como rey a uno de sus hijos (1 Samuel 16:1 - NVI).
Eran palabras muy duras, pero necesarias. Las cosas ya no serían como antes, pero lo que Dios iba a hacer sería lo mejor para todos. Pueden faltar las personas pero Dios nunca abandona a los suyos. El estado de melancolía después de sucesos trágicos es normal, pero cuando se extiende más allá de lo que debe ser puede ser contraproducente desde todo punto de vista. Y Dios lo sabe. Ahora mismo, hay muchos cristianos a los que Dios les debe estar diciendo:
-“¿Hasta cuándo vas a estar añorando el pasado?”
-“¿Hasta cuándo vas a llorar por lo que pasó?”
-“¿Hasta cuándo vas a estar buscando explicaciones?”
-“¿Hasta cuándo vas a seguir escuchando a gente que me ha desechado?”
-“¿Hasta cuándo piensas que te voy a estar esperando…?”
Muchas personas permiten que un sentimiento se arraigue es sus corazones y trunque sus planes y aun su propia vida. Quizás en este momento está usted procesando un dolor y ¿sabe? Dios lo entiende. Pero el tiempo de este proceso no es indefinido porque el Señor también necesita de usted, que retome su vida, que continúe con su trabajo, que cumpla con sus responsabilidades. Tiene usted que ejercitar su fe sirviendo en el lugar donde Dios le ha puesto. En el caso de Samuel Dios le recordó su misión de guía espiritual y de inmediato lo envió a una nueva tarea, que en ese momento era poco agradable: de ungir al nuevo rey de Israel, el sucesor de Saúl aun cuando éste vivía.
Y como no hay nada que dé más satisfacción a quien ama a Dios, Samuel obedeció al Señor, se puso en camino y ungió a David como el nuevo rey de Israel, conforme el mismo Dios se lo había mandado.
- El pueblo se había provisto de rey por sí mismo y le había salido malo, pero ahora Dios se iba a proveer él mismo de rey: “según su corazón” (13:14) es decir según elección del mismo Dios (no quiere decir de “corazón semejante al de Dios” como vulgarmente se interpreta [6].
La fidelidad de Samuel evidencia que sí es posible poner atención a la Palabra de Dios y obedecerle en todo, pues su total dependencia a la voluntad de Dios permitió que el Espíritu Santo lo revistiera del poder necesario para llevar a cabo su misión con eficacia. Samuel vivía para agradar a Dios.
CONCLUSIÓN
El Señor Jesús advirtió lo siguiente a todo aquel que quisiera seguirle:
- Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo (Lucas 14:26 - NVI).
Es decir, el amor a Cristo es un amor supremo, de modo que los otros amores queden por debajo de él. El pacto con Dios por medio de su Hijo Jesucristo implica fidelidad y obediencia, aunque eso algunas veces signifique tener que alejarnos completamente de personas, cosas, actividades y lugares que estorben nuestra comunión con Dios.
Sigamos el ejemplo de Samuel y de todos aquellos hombres y mujeres que lo dejaron todo por amor a Dios, pero sobre todo sigamos a su Hijo Jesucristo.
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BIBLIOGRAFÍA
[1] Evans, Glyn. CELEBRANDO A DIARIO CON EL REY. Cali, Colombia: Editorial UNILIT, 1996 (21 de diciembre).
[2] Mac Donald, William. COMENTARIO AL ANTIGUO TESTAMENTO. Barcelona: Editorial CLIE, 1992, p. 290.
[3] Walton, John y otros. COMENTARIO DEL CONTEXTO CULTURAL DE LA BIBLIA ANTIGUO TESTAMENTO. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano, 2004, p. 333.
[4] BIBLIA TU ANDAR DIARIO. Miami, Florida: Editorial UNILIT, 1997, p. 310.
[5] Fabricano, Ruth de. “La Manera de Dios para ser Perfecto otra vez”, en: MENSAJE DE PAZ N° 411, Perú, agosto 2015.
[6] Matthew, Henry. COMENTARIO BÍBLICO. Barcelona: Editorial CLIE, 1999, p. 304.
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Tema Musical: "Recibirás Bendición" (Dt.28:1-14)
Fuente: "Sea tu Paz" - Red de liturgia de CLAI
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