Ps. Martín Ocaña Flores |
Muchas personas actualmente están atravesando por situaciones que bien puede ser resumida en una palabra aterradora: DEPRESIÓN.
Veamos dos ejemplos bíblicos que describen este estado de ánimo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?. Dios mío, clamo de día y no respondes; y de noche no hay para mí descanso” (Salmo 22:1-2). “¿Por qué fue perpetuo mi dolor, y mi herida incurable, que no admitió curación? ¿serás para mí como cosa ilusoria, como aguas que no son estables?” (Jeremías 15:18).
En el primer texto el rey David clama al Señor en un estado que hoy llamamos depresión: se siente abandonado, perdido, lejos de Dios, agobiado. En el segundo texto Dios mismo intenta reanimar al profeta Jeremías, quien se queja amargamente de su situación y experimenta a Dios no como alguien real sino como algo ilusorio.
¿Es qué los hijos de Dios no estaban exentos de estos sentimientos y emociones que pálidamente reflejan dolores profundos y desgarradores, así como experiencias que rozan situaciones límites? No, de ninguna manera. Nuestra naturaleza humana, carnal, nos posee en lo cotidiano, de la cual no podemos huir sino confrontarlo con la ayuda del Espíritu de Dios y la Palabra de vida.
CONCEPTUALIZACIÓN
¿Qué es la depresión? Se trata de un grupo de síntomas que son el resultado de una respuesta autodestructiva a la pérdida (en sentido amplio) o a la injusticia. Estos síntomas –que son variados- se caracterizan por un estado de ánimo perturbado donde hay alteraciones constantes. En definitiva se trata de una enfermedad del alma.
¿Cuáles son estos síntomas?: (1) Cuesta trabajo dormir; (2) a veces se duerme demasiado; (3) tristeza de manera regular casi todos los días; (4) pérdida del apetito; (5) cansancio la mayor parte del tiempo; (6) falta de concentración; (7) tensión por los problemas; (8) falta de interés en la intimidad sexual; (9) falta de esperanza en la mejora de vida; (10) ideas suicidas y otros síntomas similares igualmente destructivos. Una persona con estas características –o con alguna de ellas- debe comenzar a preocuparse y hacer una revisión de vida (autoexamen) para corregir actitudes y el sentido que le está dando a la vida.
¿CÓMO ES QUE LLEGAMOS A LA DEPRESIÓN?
Es importante saber cómo es que llegamos a la depresión. Jeff Olson, sostiene que “entender mejor el proceso depresivo puede ayudarnos a evitar que nos abrume completamente” (p. 7). Según este autor existen tres condiciones básicas: (1) Los factores físicos; (2) las influencias externas; y (3) la esperanza retrasada. Lo primero tiene que ver, digamos, con las enfermedades adquiridas o aquellas tendencias heredadas que hacen a alguien vulnerable a algún tipo específico de enfermedad. En consecuencia, hay quienes experimentan penosas enfermedades que no sólo le afectan a él (o ella) sino también a quienes lo rodean.
Lo segundo tiene que ver con varios tipos de experiencias negativas, como son los maltratos físicos y psicológicos sumados a la injusticia. “A veces, el dolor producto de la interacción familiar o de situaciones abusivas ha sido tan abrumador que siquiera pensar en sentir otra cosa que no sea culpa parece insoportable. (...) La falta de empatía en general y la renuencia a reconocer cuánto daño se nos ha hecho pueden ser la base de una lucha con la depresión. Cuando estos factores se combinan con experiencias de pérdida y de injusticia, se dan las condiciones para una tormenta depresiva que azota el alma” (p. 9). Otro tipo de experiencia negativa es la pérdida, y que puede ser de un empleo, status, una beca de estudio, la salud, una novia o un hijo o el cónyuge. Las pérdidas usualmente dejan la sensación de soledad y vaciedad en el marco de las “injusticias de la vida”.
Lo tercero tiene que ver con la frustración constante, con los deseos que no se cumplen, con las metas no alcanzadas. Como dice Proverbios 13:12a: “La esperanza que se demora es tormento del corazón”. “Cuando parece que no hay esperanza de obtener lo que se desea ni de recuperar lo que se ha perdido o de terminar con la injusticia, el dolor retuerce las entrañas, en términos emocionales. Con el tiempo esto puede crear una profunda desesperación, esa espantosa sensación de que la vida no es como habíamos esperado que fuese” (p. 11).
LA “LÓGICA” DE LA DEPRESIÓN
Existe una “lógica” que sigue a la desesperación: ésta puede tornarse en un ataque de depresión si es que no se sabe manejar bien la situación. Cuando alguien se deja vencer –en el fondo por sí mismo- surgen ideas o expresiones como estas: “las cosas nunca van a cambiar”, “¿para qué luchar si todo va a seguir igual?”.
Y es en ese contexto en que: (1) comenzamos a culpar a otros de nuestros problemas y, por tanto, justificamos el darnos por vencidos; (2) nos culpamos a nosotros de todo lo malo cuanto suceda: “Soy un fracaso total, todo lo que hago resulta mal”, e incluso nos culpamos de los problemas de otros; y (3) comenzamos a ver el dolor, el no-placer, como algo normal, “natural”. Incluso se desean, de manera inconsciente, experiencias amargas. Los pocos momentos de felicidad lejos de dar placer y alegría son motivo de preocupación.
ESPERANZAS MAL CIFRADAS
Muchos que están deprimidos lo están porque cifran sus esperanzas de significación en lugares errados, lugares que previamente absolutizaron y convirtieron en verdaderos “refugios”: los amigos, una novia, el empleo, la iglesia, etc. Y cuando estos “absolutos” fallan, el mundo se viene abajo. ¿O es que no conocemos a alguien que absolutizó -digamos- al novio, pero cuando terminó esa relación entró en una profunda depresión?. Es allí donde debemos tomar en cuenta lo que dice el Salmo 115:3-8: no hay que confiar en los ídolos, éstos son falsos absolutos. Si queremos salir de nuestros problemas lo primero que hay que hacer es des-absolutizar aquello que creemos que nos dará la solución.
EL PROCESO DE RECUPERACIÓN
El proceso de recuperación es como una resurrección gradual de la muerte. Pero, aunque parezca una redundancia, la recuperación es sólo para aquellos que se quieren recuperar de verdad. Hay que iniciar el proceso en la esfera de la verdad, es decir en aquello que corresponde a la realidad. No vale falsear la realidad, ni siquiera maquillarla, eso sería peor. Tenemos que construir un mecanismo –método- que nos permita asegurarnos que nuestra lectura del problema sea real y no falso. Es decir, el proceso de recuperación supone un profundo sentido de honestidad. Pero la honestidad que nace del corazón y no de la exigencia externa.
Quien inicia el proceso de recuperación ya dio un buen paso. Hay quienes nunca siquiera hacen eso, ya que prefieren hundirse diciendo “será la voluntad de Dios”. En Mateo 26:36-38 encontramos a Jesús -en su humanidad- triste y angustiado. Llegó a decir a sus discípulos más cercanos: “mi alma está muy triste, hasta la muerte”, pero también añadió “quedaos aquí y velad conmigo”. Es decir Jesús compartió la angustia de su corazón con unos cuantos amigos cercanos. El proceso de recuperación supone compartir el problema con aquellos que pueden comprender su problema y ayudar. Una persona que se aísla cuando está deprimida lo único que logra es más depresión. Y de allí no hay más que un paso al suicidio.
Como usualmente la depresión tiene que ver con algún tipo de pérdida, se espera que hemos de aceptar la pérdida y el dolor. Pero aceptarlo de verdad y no sólo de palabras. De lo contrario no habrá recuperación jamás. Ahora, esto probablemente no cambie nada al inicio, pero nos puede colocar en la puerta de salida de la depresión. “Con el tiempo, no sólo descubriremos que podemos sobrevivir a nuestro dolor, sino que veremos que existe algo por lo que vale la pena vivir y que es mayor que nosotros” (p. 22). Esto implica también admitir que tuvimos esperanzas mal cifradas.
¿Qué podemos hacer además? Amar, dar a otros. En Juan 13:34 Jesús dice: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”. Esto tiene que ver con la importancia de las relaciones interpersonales y su contenido positivo. El mandamiento de dar amor es para todos, incluyendo los que están deprimidos. ¿Quieres salir de la depresión? Ama, da, regala amor. “Cuando los que luchan con la depresión comienzan a recuperar la fe y la esperanza, el deseo de dar aumenta poco a poco. En vez de darse por vencidos, lo cual les impide ser lo que Dios quiere que sean, pueden crecer para dedicarse a dar por el bien de los demás. Al comenzar a actuar motivados por el deseo de dar, una profunda sensación de gozo empezará a llenar sus corazones” (p. 26).
Es por eso que en las terapias de recuperación normalmente se enfatiza las capacidades y virtudes del deprimido, y su aplicación en el mundo que lo rodea. Se trata de recuperar la autoestima y el valor de la persona. ¿Estamos en problemas? Ayudemos a otros a salir de sus problemas, pero no como escapismo a nuestro problema sino sobretodo como una forma efectiva de ayudarnos a nosotros mismos. Los terapeutas señalan cuatro cosas más: comer bien, hacer ejercicios regularmente, buscar ayuda profesional (incluso tal vez necesite medicamentos para corregir deficiencias químicas) y llevar un diario personal, anotando sus avances (y retrocesos).
Los cristianos tenemos una enorme ventaja frente a los no-cristianos: tenemos al Espíritu Santo, el Consolador quien vive en nosotros y estará con nosotros cada día (Juan 14:17). Confiemos en que el Señor hará su obra en nosotros.
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Charla basada en Jeff Olson, CUANDO SE PIERDE LA ESPERANZA : CÓMO LIDIAR CON LA DEPRESIÓN. Grand Rapids, MI : RBC Ministries, 1998.
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Canción: "Buscando Refugio"
Autor e intérprete: Jesús Adrían Romero
Fuente: Anthonyvideo
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