Mercedes Reátegui |
Hay en el ser humano un deseo innato de saberlo todo, de entenderlo todo y, en consecuencia, de tener el control de lo que sucede alrededor suyo. Particularmente, a mí me gustaría entender siempre cómo y por qué funcionan las cosas tal como lo hacen.
Eso está bien hasta cierto punto. Pero hay algo en lo que deberíamos aplicar el mismo interés y es en la obligación de hacer el esfuerzo por conocer y comprender a las personas con las que tratamos día a día; y también en lo que respecta procurar conocer más a Dios, para así poder hacer sólo lo que a él le agrada. Lastimosamente, a veces las ideas equivocadas que tenemos nos llevan a obrar también de manera errónea.
Reflexionemos sobre este asunto a la luz de la Palabra de Dios.
EL CASO DE BAANA Y RECAB
Esta historia se encuentra en 2ª Samuel capítulo 4 y en ella se da cuenta del alevoso asesinato de Is-boset, uno de los hijos menores del rey Saúl. Is-boset había sido asesinado en manos de sus propios hombres, esto es los hermanos Baana y Recab. Éstos traicionaron a su jefe para ir en pos del recién proclamado rey David, de quien Saúl se había convertido en su peor enemigo. Baana y Recab entonces, pensaron que llevando personalmente la cabeza de Is-boset se granjearían el favor del rey David.
“Y David respondió a Recab y a su hermano Baana, hijos de Rimón Beerotita, y les dijo. Vive Jehová que ha redimido mi alma de toda angustia, que cuando uno me dio nuevas, diciendo: He aquí Saúl ha muerto, imaginaba que traía buenas nuevas, yo lo prendí, y le maté en Siclag en pago de la nueva, ¿Cuánto más a los malos hombres que mataron a un hombre justo en su casa, y sobre su cama? Ahora, pues, ¿no he de demandar yo su sangre de vuestras manos, y quitaros de la tierra?” (vv. 9-11).
¿Qué hizo el rey David? Los condenó a muerte de inmediato. Si hubieran conocido realmente a David no hubieran actuado como lo hicieron. Creyeron que David era como ellos, es decir hombres violentos, que lideraban bandas de asaltantes (v. 2) y que estaban dispuestos aún a matar por pura conveniencia personal (v.7).
David más bien era un hombre conforme al corazón de Dios (Hechos 13:22) Amaba a Dios y por tanto, tenia temor de Él. De esa manera se conducía en todo cuanto hacía y por eso, Dios lo puso sobre Israel.
La Biblia está llena de historias de hombres y mujeres que hicieron las cosas a su manera, pensando que recibirían alguna recompensa, y terminaron siendo castigados. Pero también se cuenta de personas que habiendo perdido toda esperanza de vida, al final fueron restaurados y premiados por sus buenas acciones.
¿Cuántas veces no hemos visto a las personas de nuestro entorno reaccionar de manera distinta, de la que nosotros esperábamos? A modo de ilustración al respecto, aún recuerdo haber recibido durante mi infancia y adolescencia algunos castigos que creía no merecer; pero otras veces, cuando me preparada para recibir la merecida tunda, no pasaba nada. Esos episodios siempre me dejaban desconcertada y preguntándome: “¿Y ahora qué pasó?” Veamos otra historia.
EL CASO DE NADAB Y ABIÚ
El pasaje de Levítico 10:1-2 relata lo que sucedió a dos de los hijos del sacerdote Aarón mientras ofrecían incienso delante de Dios.
“Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová”.
El mandato había sido claro según Éxodo 30:9: “No ofrecerás sobre él incienso extraño…”. ¿Qué sucedió entonces con estos jóvenes? ¿Quizá añadieron un elemento nuevo pensando que esto agradaría a Dios? Después de todo, en todas las épocas los jóvenes siempre han hecho gala de un pretendido espíritu innovador.
Algunos reconocidos comentaristas bíblicos aseguran que al no acceder fácilmente a los carbones del altar, del cual debían tomar para los inciensos “fueron usados carbones de otro origen” no autorizados (1), carbones comunes, posiblemente del que se usaba para cocer la carne". Mattew Henry dice que es muy probable que hubiesen bebido más de la cuenta antes de entrar al santuario, y por esa razón fueron irreverentes al ministrar delante del Señor y a ojos de todo pueblo. Esa sería la razón para que en los vv. 9-11 se ordenara a los sacerdotes no beber bebidas fermentadas antes de entrar a servir a Dios “para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio, y para enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les ha dicho por medio de Moisés”. Un detalle más: sólo un sacerdote a la vez debía quemar el incienso y aquí entraron los dos hermanos juntos (2).
Sea lo que fuese lo que sucedió, estos jóvenes cometieron el grave error de no tomar en cuenta las instrucciones que Dios había dado para este importante servicio; y esto les costó la vida en el acto.
“MIS PENSAMIENTOS NO SON VUESTROS PENSAMIENTOS…”
Cuán lejos podría estar nuestra mente de los pensamientos de Dios, pues tal como pensamos tal actuamos. Dios, sin embargo, no piensa como nosotros pensamos ni actúa como nosotros actuamos. Leamos Isaías 55: 7-9:
“Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.
A pesar de lo que hayamos hecho a lo largo de nuestra vida, Dios nos ha hecho la invitación a volvernos a Él y recibir su perdón. Ese primer paso nos ha puesto en armonía con él y nos ha permitido tener un nuevo comienzo, y entonces hemos podido ir aprendiendo a conocerle cada día más. Dios no es como nosotros, que perdonamos pero no olvidamos. Él jamás nos vuelve a recordar los pecados que ya nos perdonó. Los cristianos ya experimentamos los beneficios de estar en paz con Dios, pero apenas es el comienzo de un largo camino que tenemos que recorrer en el conocimiento de Dios.
Lo cierto es que aún conocemos muy poco de Dios y muchas veces no podemos entender lo que Él hace, pero sí podemos estar seguros de que está haciendo lo correcto.
Los expertos en relaciones interpersonales aconsejan “estudiar” continuamente a las personas de nuestro círculo más íntimo, para poder conocerlas bien y entenderlas. De esa manera podremos comunicarnos mejor y vivir en armonía con ellas. Estoy de acuerdo con aplicar esta recomendación que debe ser una tarea de todos los días.
“AHORA SÓLO CONOCEMOS EN PARTE…”
“No sé mucho acerca de Dios, pero lo poco que sé, ha cambiado mi vida” dijo un creyente con toda razón. Los cristianos hemos conocido a Dios a través de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, pero, insisto, eso es apenas el comienzo, y en tanto estemos en esta vida, será imposible alcanzar el pleno conocimiento de Dios.
Es como si mirásemos el punto más lejano en el horizonte y cuando llegamos allá, el punto se ha ido más lejos; y así sucede cada vez. Sin embargo, sí es posible seguir conociendo más a Dios, y cuánto más le conocemos, más le amamos, más le respetamos y más temor tenemos de él.
Dios quiere que le conozcamos tal cual es, pero eso tiene que ver con nuestra disposición a “estudiarle” seriamente en su Palabra (en realidad, aprender de él), no sólo durante el tiempo devocional personal, sino también junto con otros creyentes de nuestra iglesia local, para obtener así el mayor provecho. Y es muy probable que vayamos descubriendo cuán equivocados hemos estado en nuestras percepciones, en la medida que dejemos que la Palabra de Dios vaya iluminando nuestras mentes y nuestros corazones.
Hagamos esto y no seremos presa fácil de engaño alguno y corregiremos aquellas ideas equivocadas que hemos estado albergando por mucho tiempo. Esto será necesario hacerlo hasta que se cumpla lo que dice el apóstol Pablo en 1ª Corintios 13:12:
“Ahora vemos por espejo oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido”.
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Referencias Bibliográficas:
(1) John Walton y otros. COMENTARIO DEL CONTEXTO CULTURAL DE LA BIBLIA. ANTIGUO TESTAMENTO. Ed. Mundo Hispano, Alabama, 2004, p. 130.
(2) Mattew Henry. COMENTARIO BÍBLICO. Ed. CLIE, Barcelona, 1999, p. 122.
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Video: "Toma mi mano"
Canta: Jaime Murrell
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